“Las recetas de la troika son las adecuadas”
Trabajó en el FMI antes de enrolarse en un hedge fund. De ahí pasó a la Comisión Europea, y después asesoró a Angela Merkel en asuntos de regulación financiera. La trayectoria de Klaus Regling (Lübeck, Alemania, 1950) hasta llegar a dirigir el Mecanismo Europeo de Estabilidad —el fondo de rescate— le permite interpretar “cómo se piensa en uno y otro lado”, en las instituciones y en los mercados. Con esa perspectiva, resume en una frase redonda el renovado estado de ánimo en Europa y entre los inversores respecto a España: “Una historia de éxito”. Y aplica la misma contundencia para evaluar a la troika: “Sus recetas son las adecuadas”. Tan discreto y sobrio como firme en sus convicciones, Regling matiza cuanto haga falta esas cargas de profundidad, pero tras la tercera repregunta hay que concluir que dice exactamente lo que piensa.
Pregunta. Las ideas más audaces de la unión bancaria se están diluyendo. ¿Le falta ambición?
Respuesta. Se trata del programa más ambicioso que tenemos en la Unión, comparable a la creación del euro: es técnicamente complejo y políticamente difícil, y por eso no debe esperarse que esté listo en unos meses. El primer paso está dado: el BCE como supervisor. Lo siguiente es un mecanismo y un fondo de resolución. Hay que activar varios elementos más, si bien lo ideal sería que no se usaran. La recapitalización directa de la banca, por ejemplo, debería ser como el programa de compra de bonos del BCE: está disponible y ha estabilizado los mercados sin necesidad de usarse.
P. El presidente del Eurogrupo dice que no sabemos cómo están los bancos. ¿Va a cambiar eso con los exámenes del BCE al sector?
R. Dijsselbloem tiene razón. Pero en algunos países conocemos el estado de los bancos mucho mejor que en otros. España, por ejemplo: con el programa financiero los bancos españoles han sido escrutados varias veces. Algo parecido ha sucedido en los países que obtuvieron financiación del FMI y el Mede. El BCE ha dicho repetidamente que no va a haber sorpresas en esos países.
"España es un caso de éxito; eso no supone que las dificultades hayan acabado"
P. Quizá en el norte y en Italia.
R. Especular no es nada útil.
P. ¿Y España? El fin del rescate llega con todas las bendiciones, pero el crédito se hunde. No puede haber recuperación sin crédito, ni crédito sin bancos sanos, ni bancos sanos sin recuperación. ¿Comparte ese análisis?
R. España es una historia de éxito. Eso no significa que las dificultades hayan acabado. España tenía un cóctel de problemas: burbuja inmobiliaria, demasiada deuda privada y pérdida de competitividad. Pero va por buen camino. En el sector privado, banca, empresas y familias se desendeudan. Podemos discutir sobre la velocidad, pero ese doloroso ajuste era imprescindible. Ahora hay varios indicadores que muestran que lo peor ha pasado: el paro es inaceptablemente alto, pero el mercado laboral se estabiliza gracias a las reformas, el crecimiento ha vuelto y vendrán más buenas noticias.
P. ¿Ha sido demasiado ajuste, demasiado rápido y en demasiados países a la vez?
R. El ajuste debía hacerse en el lado público y en el privado. Sobre la velocidad, creo que la Comisión ha mostrado ya cierta flexibilidad con el déficit, manteniendo el esfuerzo estructural. En el sector privado es más difícil regular la velocidad: entran en juego factores que no controla un Gobierno.
P. La opinión en Europa ha virado drásticamente con respecto a España. ¿A pesar del optimismo, no era mejor salir del rescate con una línea de precaución?
R. Las líneas de crédito de precaución están disponibles, pero no eran necesarias en España. Por la mejora en el acceso y en el sentimiento del mercado.
P. Sin embargo hay indicadores preocupantes.
R. Eso es dentro del país, pero el estado de ánimo de los inversores internacionales es positivo. Muchos analistas creen que España va a ser el motor del crecimiento europeo a medio plazo. Hemos visto algo parecido en Asia y Latinoamérica: países que hicieron reformas en tiempos difíciles se benefician de ellas años después. Espero lo mismo para España.
P. Esos países pidieron ayuda al FMI, y ahora lo detestan. ¿Le puede pasar lo mismo a la troika?
R. Es cierto que la troika es muy impopular. Como economista, eso me parece desacertado: las recetas de la troika en Europa, y anteriormente las del FMI en Asia y América Latina, son las adecuadas para volver a una senda sostenible. Esos países tienen enormes problemas, de otra manera no hubieran pedido ayuda. Necesitan ajustarse, hacer cosas impopulares, aunque es evidente que la gente está sufriendo. La alternativa era un ajuste aún más doloroso: hubiera sido más brutal sin ayuda externa.
"Podemos discutir la velocidad, pero ese doloroso ajuste era imprescindible"
P. ¿Qué papel va a tener el Mede en España con el fin del rescate?
R. Es habitual que los acreedores quieran saber qué va a pasar con su dinero: la Comisión inicia un proceso de supervisión hasta que se pague el 75% de la deuda. El Mede supervisará a España hasta que se paguen los 41.000 millones: se evaluará la evolución económica y presupuestaria, pero no habrá nueva condicionalidad en ningún sentido.
P. ¿Cuáles son los riesgos ahora? Grecia, por ejemplo, ha pasado a la ofensiva. ¿Habrá tercer rescate con quitas?
R. Grecia ha hecho grandes progresos, pero ese proceso debe continuar. El Eurogrupo ha dicho que si cumple las condiciones habrá nuevos apoyos si es necesario: ese es el único enfoque posible. Ya se impuso una reestructuración sustancial a la deuda privada. Grecia ha recibido ayudas vía préstamos a muy largo plazo y con bajos tipos de interés, que equivalen a una quita.
P. La percepción sobre esos progresos es distinta en el Norte o en el Sur, en Berlín o en Atenas y Madrid.
R. No comparto eso de Alemania contra el resto de Europa. Hay países con una visión similar a la de Berlín: Holanda, Eslovaquia, Finlandia, Austria o Estonia. Es cierto que el público en esos países es escéptico; lo veo cuando voy a Alemania a explicar qué hacen el FMI y el Mede. A menudo, la reacción es hostil, incluso agresiva. Muchos alemanes creen que al final no van a pagarse las deudas de países como Grecia y Portugal, que será el contribuyente alemán y el de otros países quien asuma la factura. Estoy convencido de que esa es la percepción equivocada: se sobreestiman los riesgos. Pero eso dificulta la labor del Gobierno alemán, que aun así, si evaluamos los resultados tras lo sucedido en los últimos años, ha conseguido actuar de una manera responsable y constructiva.
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