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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El vaso no rebosa

Hay evidencias históricas de que una recuperación mal resuelta puede causar una crisis social y política

Antón Costas

Hace unos años, con ocasión de una estancia en Lima, pregunté a mi anfitrión su opinión sobre los efectos sociales que estaba teniendo el crecimiento de la economía peruana. “Mire, profesor”, me dijo, “el problema es que el vaso no rebosa”. La metáfora hacía referencia al hecho de que los beneficios del crecimiento se estaban acumulando en pocas manos, como si cayeran dentro de un vaso que impedía que se esparcieran al conjunto de la población.

A la recuperación de las economías occidentales les está ocurriendo lo mismo, tanto la que está experimentando desde hace dos años EE UU como la que comienza a manifestarse en la economía de la zona euro. En ambos casos, los beneficios se están acumulando en pocas manos, en ese 10% más rico de la población. De ahí que los ciudadanos desconfíen cuando los Gobiernos y expertos les hablan del fin de la crisis y de la existencia de señales claras de recuperación. Ellos no ven que el vaso rebose; lo que observan es que la recuperación viene acompañada de mayor desigualdad.

¿Cómo explicar este desacople entre recuperación y equidad? Hay, al menos, cuatro factores que pueden explicar este enigma.

1. La política de austeridad que se está aplicando en la zona euro desde mediados de 2010. Por un lado, la austeridad ha inutilizado la capacidad de la política fiscal para estimular la economía y hacer llegar renta a los colectivos que más sufren la crisis. Por otro, los recortes de gastos y el aumento de impuestos son transferencias de renta desde las clases medias y trabajadoras a los prestamistas. Los principales tenedores privados de la deuda pública son el 10% más rico de la sociedad.

2. La política de inyección de dinero abundante y barato por parte de los bancos centrales que, aunque necesaria, está contribuyendo a aumentar la desigualdad. Eso es así en la medida en que ese dinero no llega en forma de crédito a las familias y empresas, sino que es retenido en los bancos, que lo utilizan para comprar deuda pública que permite sanear sus balances y beneficiar a los accionistas.

3. El modelo alemán de recuperación, basado únicamente en la mejora de la competitividad de las exportaciones mediante devaluaciones internas de salarios. Las reducciones salariales generalizadas reducen los ingresos de la población y concentran el beneficio de las exportaciones en las empresas y sus accionistas. El resultado es un modelo que fomenta una recuperación con desigualdad.

4. El empleo cada vez más extendido de los llamados contratos de cero horas, que permiten a los empleadores pagar únicamente por las horas de trabajo que ellos necesitan, pero que a cambio obligan a los trabajadores a estar disponibles en cualquier momento. Se parecen mucho al sistema español de los temporeros en la agricultura, que se reúnen a primera hora en la plaza del pueblo a la espera de que llegue alguien a contratarlos por unas horas, pero con el riesgo de pasar el día a la espera sin resultado alguno. Sus partidarios lo defienden como forma de flexibilidad frente a la crisis; sus detractores hablan de explotación a la vieja usanza. En cualquier caso, el resultado es una mayor desigualdad.

El efecto de estos cuatro factores no es solo aumentar la desigualdad; afectan también al funcionamiento de la economía. Por cuanto que deprimen la capacidad de consumo de amplias capas de la población, introducen una tendencia a la deflación que hace que las economías sean más volátiles, más maniaco-depresivas.

No deberíamos olvidar que hay evidencia histórica que sugiere que una recuperación mal resuelta puede derivar en una crisis social y política. La historia de nuestro país es ilustrativa. Después de la intensa recesión de los primeros años ochenta, la recuperación favoreció especialmente a ciertos grupos. Surgió entonces un cambio repentino en la tolerancia a la desigualdad en la sociedad española, un cambio de tolerancia que llevó a la primera huelga general de la democracia de diciembre de 1988. Ese conflicto dejó tocado al Gobierno socialista de Felipe González y bloqueó las reformas.

¿Cómo hacer que la recuperación venga acompañada de equidad? En Estados Unidos se comienza a hablar de subir el salario mínimo y de vincular los contratos de las Administraciones públicas con proveedores privados al compromiso de estos de fijar un salario decente a sus trabajadores. En Alemania, las negociaciones para la formación de un Gobierno de coalición giran en torno a la introducción de un salario mínimo. En Reino Unido, donde la proliferación de los contratos de cero horas ha tenido una gran expansión, el Gobierno de David Cameron ha comenzado una revisión del modelo.

Sea cual sea la vía, o se consigue que el vaso de la recuperación rebose, o nos abocamos a vivir en una economía inestable, una sociedad permanentemente irritada y una política bloqueada para las reformas.

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