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Grifols cierra el círculo

El fabricante de hemoderivados completa con Novartis su área de transfusiones

Dani Cordero
Imagen de la sede del Instituto Grifols en Parets del Vallés (Barcelona).
Imagen de la sede del Instituto Grifols en Parets del Vallés (Barcelona).

El lunes parece haberse convertido en el día de las grandes operaciones de Grifols. El de esta semana fue el segundo en tres años en el que el fabricante anuncia una adquisición que asombra al mercado y con la que intenta no perder la sombra de Baxter y CSL, sus dos grandes competidores en el negocio de los hemoderivados, quizás el menos conocido del sector sanitario, pero uno de los más prestigiosos, y también volátil.

Primero, en 2010, la compra de la estadounidense Talecris, ligeramente mayor, le permitió duplicar su negocio. Ahora ha sido la adquisición de la unidad de diagnóstico de análisis transfusionales de Novartis, con la que su cifra de negocio dará un salto de 700 millones de euros, superará los 3.000 millones y completará el control de su negocio de transfusiones. La primera le costó 3.300 millones de euros; la segunda subirá a 1.240 millones. Entre tanto, ha firmado otras operaciones, pero ninguna de esas dimensiones. Todo para erigirse en la tercera compañía del mundo de su sector y en la primera europea.

La FDA americana impulsó en 1995 al grupo al homologar su planta catalana

Y ¿cómo se paga eso? Pues con crédito. Un préstamo puente de 1.500 millones que asumen Nomura, Morgan Stanley y BBVA permitirá asumir la operación en primera instancia. Después, el próximo año, con la refinanciación de su mochila de deuda, que ascenderá tras esta operación a unos 5.000 millones de dólares (3.700 millones de euros), se completará el ciclo. Para hacerse una idea, el gigante de la distribución El Corte Inglés acaba de refinanciar 4.900 millones de euros, pero su facturación supera los 14.500 millones —cuatro veces más que Grifols— y cuenta con un patrimonio valorado en más de 18.000 millones.

En Grifols siempre han destacado que su endeudamiento será solo “moderado” y se basan en la capacidad de la compañía para generar beneficios. Los analistas avalan esa versión. El año pasado, impulsado por Talecris, la compañía quintuplicó su resultado neto y ganó 256 millones de euros. Este año, aseguran, será mejor. Después prevé que esa escalada de rentabilidad se mantenga tras integrar a Novartis. “La visión de la banca es muy positiva porque consideran que la generación de beneficios puede asumir la carga de la deuda”, asegura Nuria Pascual, responsable de finanzas de la compañía.

Ahora se prepara para desembarcar en India, Japón y China

“Grifols, como sus competidoras, no es una farmacéutica al uso, no es una Pfizer”, explica Paulo Gonçalves, responsable del área de sanidad en España y Portugal de The Boston Consulting Group. Su negocio, los hemoderivados, explica, no son tan dependientes de los precios que dictan las Administraciones. Eso sí, Grifols ha de innovar para seguir creciendo. “Y ellos lo han hecho mucho, han jugado de forma inteligente y al final se han convertido en un referente mundial”, explica Gonçalves.

Eso, añadido al riesgo asumido en los últimos años, es lo que ha convertido a la compañía en uno de los grupos de capital español —la familia Grifols continúa manteniendo el control— más reputados, aunque no de los más conocidos. Su punta de popularidad llegó en 2010, cuando la filtración masiva de Wikileaks reveló que su planta de Parets del Vallès (Barcelona) era, para el Gobierno de EE UU, uno de los tres activos estratégicos existentes en España, junto al estrecho de Gibraltar y el gasoducto que une España y Argelia.

Allí fabrican hemoderivados: gammaglobulina y albúmina —entre otros—, utilizados como barreras inmunológicas y para luchar contra shocks traumáticos o hemorragias, respectivamente. En 1995 esas instalaciones se convirtieron en la primera planta biológica de fuera de Estados Unidos homologada por la Federal Drug Administration (FDA) norteamericana. “Aquello nos abrió el mundo, era un marchamo relevante”, explica Pascual como uno de los hitos que sirvió de plataforma de lanzamiento de lo que hoy es la actual Grifols. Dos años después se inició la comercialización de productos en toda Europa —hasta entonces solo tenía licencias para hacerlo en España y Portugal— y en 2002 se dio un salto cualitativo al adquirir la división de plasma de Seracare. Suponía, básicamente, comprar una red de centros de recogida de plasma, que hasta entonces se compraba a proveedores.

Un negocio cada vez menos español

Grifols ha aprovechado su crecimiento para alejarse poco a poco de su mercado original, España. Su expansión internacional ha diluido el peso de España, que supone en torno al 5% del total, lo que también le ha permitido reducir los efectos de los recortes aprobados por los últimos Gobiernos. El área hospitalaria, que representa un 3,7% de las ventas, es la única que es muy dependiente del mercado español. A la coyuntura de la crisis le acompañan otros factores que hacen difícil que Grifols pueda seguir invirtiendo recursos. Según avisó hace ya un año su presidente, Víctor Grifols, la compañía no hará nada para potenciar su país de origen hasta que la situación cambie. “No me veo capaz de continuar invirtiendo en España. O cambian las cosas, o lentamente nos iremos marchando desde España hasta Estados Unidos”, dijo hace un año, muy quejoso con un discurso en el que dijo que “la monarquía empieza a patinar”, los sindicatos “no saben qué hacen”, las autonomías “son accesorios que encima molestan” y existe un Senado que “no se sabe para qué sirve”. “Alguien tiene que cambiar algo en esa máquina que está rota” y en la que no se han realizado cambios en los últimos 35 años, remarcó Grifols, que en 2011 anunció que destinará el 5% de su facturación a la investigación en células madre.

Aquella operación supuso dar dos pasos a la vez: ganar capacidad productiva para vender en Estados Unidos y empezar a integrar en el grupo todas las actividades vinculadas a las transfusiones de sangre y plasma —desde la recepción hasta el tratamiento y la entrega al banco de sangre—, un proceso que casi se da por acabado ahora con la compra a Novartis, que aportará el control de seguridad sobre la sangre que recibe. Hoy, 11 años después de aquella compra, Grifols cuenta con 250 centros en el país norteamericano para proveerse de plasma. “Queremos ser cien por cien autosuficientes y casi lo hemos conseguido”, dice Pascual. Todos esos centros proveen a sus tres fábricas (la barcelonesa y las dos americanas), en un ciclo que se potenció con la adquisición de Talecris.

El mercado europeo está cubierto. El estadounidense también. “Nos falta Oriente Próximo y aprovechar el potencial de población de India, la alta renta per cápita de Japón y China, adonde solo exportamos actualmente albúmina”, resume Pascual sobre los retos que tiene que asumir en cuanto a nuevos mercados el grupo. En su opinión, de momento, esa expansión será posible con las actuales tres plantas con las que cuenta, ni una más. Y Gonçalves avisa que los nuevos mercados serán imposibles de asumir si no se afronta con socios locales. “Conlleva multiplicar por cinco lo que supone el mercado de Estados Unidos, donde se ha centrado ahora mismo”, explica el analista, que no cree que deba tener problemas. “Tienen un buen producto y una buena estructura de costes, eso es básico para entrar en países emergentes”, concluye.

De hecho, la adquisición firmada esta semana con Novartis no aporta más capacidad de producción, como destaca UBS en su análisis de compra. “Grifols cuenta con un buen historial de adquisiciones, pero los anteriores se centraban en plasma”, señala el informe del banco suizo, que subraya que ahora su estructura será “más diversificada, menos expuesta a factores de crecimiento estructural y menos expuesto a los riesgos relacionados a la volatilidad de los precios del plasma”.

Grifols incorporará un 20% más a su facturación global con ingresos de la división de diagnóstico, que apenas representaban el 5,1% de las ventas en 2012. La principal, la de biociencia, que suponía un 88,7%, se reducirá.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Dani Cordero es redactor de economía en EL PAÍS, responsable del área de industria y automoción. Licenciado en Periodismo por la Universitat Ramon Llull, ha trabajado para distintos medios de comunicación como Expansión, El Mundo y Ara, entre otros, siempre desde Barcelona.

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