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JOSÉ MANUEL GONZÁLEZ-PÁRAMO Consejero ejecutivo del BBVA

“El BCE sabe que estas pruebas a la banca son la última oportunidad”

Alicia González
González-Páramo defiende que el cortafuegos europeo lo financie la banca privada.
González-Páramo defiende que el cortafuegos europeo lo financie la banca privada. Bernardo Pérez

José Manuel González Páramo (Madrid, 1958) no ha dejado las alturas. Ha cambiado las vistas de la sede del Banco Central Europeo (BCE) en Francfort por las de su despacho en la planta 27ª del edificio del BBVA en Madrid. Su análisis es ahora, cómo no, algo más benévolo con los bancos, pero su foco de atención es el mismo: la regulación financiera y la economía global. Su antigua casa, afirma, se la juega en las pruebas de resistencia a la banca.

Pregunta. ¿Hay riesgos serios de que se suavicen esas pruebas?

Respuesta. No entendería que se cediera a esas presiones porque esto es un antes y un después. Estos tienen que ser los test definitivos, así lo ha dicho [Mario] Draghi. Si tienes que trazar una línea y definir el legado que recibes al asumir la supervisión única, es ahora.

P. ¿Y si las necesidades que afloran superan las expectativas?

R. No pasa nada si está previsto el backstop, el cortafuegos. Cualquier necesidad es asumible, lo importante es que se reconozca y que haya una red. Cuando hablamos de legado, de la situación de los activos que tendrá que supervisar en adelante el BCE, la herencia será nacional y la cuestión es si hay músculo financiero a nivel nacional para hacer frente a ese agujero y, si no, cuál es el cortafuegos europeo.

P. Eso hoy no está resuelto.

Sin resolución única, la independencia del BCE está coartada”

R. No, está pendiente de decisión. Tenemos un Mecanismo Europeo de Estabilidad (ESM, por sus siglas en inglés) que es el que tiene posibilidades de actuar a nivel nacional de distintas maneras. Pero se tendrá que decidir cuál es la secuencia estricta, que sea homogénea en todos los países y trate de la misma manera los casos que se puedan dar. El Eurogrupo ya ha iniciado discusiones al respecto y deberían anunciar pronto, en los próximos días o semanas, cómo se va a acometer. Porque ese fue precisamente el talón de Aquiles del anterior test de estrés, donde se hizo un gran esfuerzo que, a la postre, no sirvió para mucho pese a que generó una transparencia sin precedentes. Creo que el BCE entiende perfectamente que es la última oportunidad de hacerlo en condiciones y que no empezaría bien su andadura como supervisor único si fuera débil con la revisión de los criterios sobre la calidad de los activos.

P. ¿Estará todo en marcha antes de que el BCE pase a ser el supervisor único?

R. Depende de lo que la política dé de sí. El ESM tiene una serie de líneas de financiación para cuando se estime que los recursos nacionales no son suficientes o no es factible movilizarlos en plazo razonable. Pero antes de eso está la capacidad de los Estados, la posibilidad de recapitalización interna de algunas categorías de pasivos, medidas de tipo presupuestario nacional… La cuestión es más de tipo político, cómo entra a jugar el cortafuegos europeo allí donde las autoridades nacionales tengan dificultades de actuar.

P. ¿Podemos encontrarnos sorpresas en los test de estrés?

R. En términos de cuantía, yo creo que nadie cuenta con grandes sorpresas. Todo el mundo parece contar con que en algún país de la periferia, que no es España, pueden aparecer necesidades. En el caso español, se ha hecho todo ese ejercicio con un año de antelación y el programa de recapitalización de entidades ha avanzado mucho. Pueden surgir necesidades como consecuencia de alguno de los criterios que se usen, pero serían de muy pequeña magnitud y asumibles. En otros casos quizá no, porque la recesión está siendo muy prolongada y eso afecta a las tasas de mora. Ahí puede haber dificultades porque hay una situación de debilidad política bastante generalizada en Europa, con la excepción de Alemania, y conseguir que los Parlamentos liberen los fondos necesarios para hacer frente a carencias de la banca es cada vez más difícil.

Una inflación del 1% está muy cerca del umbral en que puede hacer daño”

P. ¿Puede la supervisión amenazar la independencia del BCE?

R. Que haya injerencias políticas se puede entender, pero que el banco ceda o se sienta tentado a hacerlo es otra cuestión, y ahí el BCE tiene que hablar muy claro. Aparte de la gobernanza de la que se dote, que es la primera línea de defensa, el mayor reto es cómo se organice la resolución bancaria. No es realmente independiente un supervisor que se enfrenta a la tesitura de tener que intervenir una entidad sin saber cómo se va a resolver ni si eso va a provocar contagio. Si tenemos al supervisor funcionando en noviembre de 2014, pero no tenemos criterios claros de resolución única, estamos coartando la independencia del supervisor para actuar.

P. Pues no parece que Alemania esté dispuesta a ceder.

R. Veremos qué opina el nuevo Gobierno alemán, pero Alemania tiene razón al advertir que si tenemos una unión bancaria legalmente poco firme, corremos el riesgo de que a la primera actuación inspectora relevante del banco que pueda acabar, por ejemplo, con el cierre de una entidad, un juez lo declare ilegal. Hay que reformar el Tratado, y estos procesos son largos, pero hasta entonces hay que construir un puente creíble, que haga que la resolución europea funcione como si existiera una autoridad única y un fondo único. Es de nuevo voluntad política entender cuánto hay en juego y que cuando hablamos de fondos de resolución, hablamos de fondos privados.

Hay una debilidad política generalizada en Europa, con la excepción de Alemania

P. ¿Deberían los bancos construir ese cortafuegos europeo?

R. Los fondos de resolución los tienen que constituir las entidades, bien a nivel nacional o europeo, eso debe coordinarse. Lo que no puede haber es doble aportación por la misma contingencia. Mientras ese fondo se llena, debería haber un cortafuegos público, que preste a las entidades, con intereses, claro. Pero, tal y como están redactados los acuerdos de resolución, es extremadamente improbable que vuelva a haber un uso de fondos públicos. Solo debería usarse como salvaguarda de la estabilidad financiera en el conjunto de la zona euro.

P. ¿Una inflación tan baja cuestiona la credibilidad del BCE?

R. La guía de política del BCE, asegurando tipos bajos por mucho tiempo, tiene como primer objetivo asegurar que unos precios en torno al 1% no suponen estabilidad de precios. No tengo duda de que el BCE está tan insatisfecho con un 1% de inflación como lo estaría con un 3% porque está muy cerca del umbral a partir del cual la tasa de inflación puede producir daño, ya que constriñe excesivamente la oscilación de tasas nacionales y puede reflejar que algunos países rozan situaciones de deflación. Hay margen para tomar medidas: se pueden bajar los tipos oficiales o se pueden desindexar as subastas de liquidez, que ahora se fijan en función de los tipos de interés. Si tomas la liquidez al 0,5%, pero suben los tipos al 1,5%, vas a tener que pagar por esos fondos el 1,5%. El banco puede renunciar a esa indexación para dar una señal de su compromiso con los tipos bajos. Hay muchos instrumentos.

P. Hay muchas voces en el mercado que piden otra subasta de liquidez, como las de 2011 y 2012.

R. En este momento no hay necesidades de liquidez porque los mercados se han reabierto y la liquidez es relativamente generosa. Pero esa opción debería estar abierta, y así la mantiene el banco. Es un instrumento al que no puedes renunciar. Las dos anteriores subastas tuvieron su justificación en que el mercado estaba seco para los bancos. Esa no es ahora la situación, pero la subasta podría cumplir otra finalidad.

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Sobre la firma

Alicia González
Editorialista de EL PAÍS. Especialista en relaciones internacionales, geopolítica y economía, ha cubierto reuniones del FMI, de la OMC o el Foro de Davos. Ha trabajado en Gaceta de los Negocios, en comunicación del Ministerio de Economía (donde participó en la introducción del euro), Cinco Días, CNN+ y Cuatro.

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