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Wall Street confía en el acuerdo, pero se prepara para lo peor

Los expertos asumen la posibilidad de que no haya un acuerdo que permita elevar el límite legal de la deuda federal

Imagen de la bolsa de Wall Street (Nueva York).
Imagen de la bolsa de Wall Street (Nueva York).EFE

Warren Buffett, al que suelen escuchar en Washington porque es un inversor no solo exitoso sino con sentido común, sigue confiando en que los legisladores no rebasen tampoco esta vez “la línea de la estupidez”. Es su manera de caracterizar el juego de los políticos ante un problema que puede tener serias consecuencias para la economía si se lleva al extremo. ¿Pero qué pasará si el Oráculo de Omaha se equivoca y cuando llegue la media noche no hay acuerdo que permita elevar el límite legal de la deuda federal?

Para hacerse una idea, solo hay que fijarse en el comportamiento del tipo de los bonos del Tesoro con un mes de vencimiento. A primera hora se dispararon un 30%, hasta rozar el 0,5%. No es un coste muy alto para el Tío Sam, pero refleja la tensión si se tiene en cuenta que hace unas semanas estaba en el 0,03%. Los bonos a 10 y 30 años están estables, porque se parte de la base que esto se arregla en el peor de los casos en días. Por si acaso, Fidelity, BlackRock y JP Morgan ya vendieron la semana pasada los bonos que vencían en octubre y noviembre. También confían en un pacto, pero lo hicieron como medida de contingencia prevista para estas situaciones.

La percepción de Wall Street también es similar, y se refleja en un alza del 1% en la apertura del Dow Jones. Hay muchas voces corriendo sobre el parque, en tono más bien optimista. Pero la percepción de la realidad puede cambiar radicalmente si el acuerdo que se anticipa se tuerce antes de que el reloj marque la media noche. Como señaló la semana pasada la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, las maniobras contables hechas hasta ahora por el Tesoro servirán de poco si el circo político continúa dando el espectáculo.

Técnicamente, en el cambio del miércoles al jueves EE UU estará en una situación técnica de suspensión de pagos. En ese momento, el equipo de Jack Lew deberá ponerse manos a la hora para ver cómo conseguir el mejor equilibrio posible entre el dinero que llega a las arcas y el que sale. Eso, en la práctica, se traduce en un ajuste de 108.000 millones de dólares, según los cálculos de los analistas, lo que equivale a un recorte del gasto del 32% si sucede. Pero como indica Buffett, el daño solo se notará si se prolonga mucho en el tiempo. Para entonces, será un desastre.

Mientras se fragua el acuerdo, el Tesoro tiene dos opciones para utilizar el efectivo que le llegue a las manos a partir de este jueves antes de que amanezca: priorizar facturas o ir gestionando el gasto día a día, dos vías que no están exentas de dificultades legales por las obligaciones contractuales que tiene el Tío Sam con sus acreedores. Con los 30.000 millones que el Tesoro tiene en caja y los ingresos que reciba podrá pagar facturas sin mayores problemas hasta el 1 de noviembre en el mejor de los escenarios.

Pero está también claro que la presión irá creciendo dentro de una semana si para entonces no hay acuerdo entre la Casa Blanca y el Congreso. El Tesoro de EE UU tiene previsto emitir nueva deuda este mismo jueves para cubrir el principal de letras que le vencen, por valor de 120.000 millones de dólares. Será el primer gran examen. A diferencia de la situación que se vivió en el verano de 2011, los inversores dirán que compran pero a cambio de un tipo de interés mucho más alto para poder entrar en el juego, porque el riesgo de impago habrá crecido de golpe.

Pero si los acreedores deciden hacer caja y no hay nuevos interesados por esa deuda, el Tesoro tendrá entonces que decidir cómo paga los viejos bonos de un golpe. El 22 de octubre es la otra fecha de referencia porque hay prevista otra subasta prevista, que podría ser mucho más difícil de manejar sin acuerdo político para resolver el actual impasse fiscal. Es en ese momento en el que EE UU podría estar en una situación de impago real, no técnica, y la escapada de inversores podría tomar cuerpo.

De hecho, esa percepción de que EE UU no es un país fiable al pagar en unas semanas sus deudas podría desencadenar una serie de rebajas en la calificación. Fitch ya anunció anoche que pone la nota de solvencia bajo vigilancia negativa, por lo que podría quitarle la triple A en el giro de pocas horas. Lo mismo amenazó con hacer Moody´s, que le otorga la misma calificación. Standard & Poor´s ya le privó de la máxima calificación hace dos años.

El mercado de deuda, por tanto, es clave para entender lo que puede ir pasando a corto plazo. El Tesoro tiene previsto también hacer pagos la semana que viene a la Seguridad Social y en concepto de intereses a los acreedores de su deuda. Para el 1 de noviembre la situación será realmente complicada, porque se le sumaran las pagas al personal militar, a los veteranos y al sistema de asistencia sanitaria pública a jubilados.

Aunque Wall Street parece que se lo toma con calma, pese a la volatilidad de las últimas semanas, la situación se tornará bastante negativa conforme pasen los días. Si los mercados se desploman, tendrá un efecto evidente en los ahorros que tenga en forma de acciones las familias, por no decir la merma que sufrirán sus planes de pensión. Eso, inevitablemente, afectará a la confianza del consumidor, del que dependen dos tercios de la economía.

El otro gran problema para EE UU es de imagen. El dólar está aguantando razonablemente bien el tirón, pero en una situación de impago podría volverse vulnerable. El gran riesgo, por tanto, podría ser que la principal moneda de reserva a escala mundial dejara de ser un puerto seguro. La deuda estadounidense es en la actualidad la principal contraparte en las operaciones comerciales globales, por eso los analistas advierte que es clave que los políticos pongan fin a esta situación, para evitar probar aguas nunca exploradas.

La Casa Blanca y el Tesoro insisten que tiene listos todos los planes de contigencia posible, pero no han detallado hasta el momento como procederán a cumplir sus obligaciones con los acreedores. En cualquier caso, como admitió Lew la semana pasada ante el Capitolio, ninguna de las alternativas que tienen a mano servirá para contener daños que nadie se atreve a calcular. También está por ver si el presidente Barack Obama recurre a sus poder especiales para que el Tesoro pueda seguir pidiendo prestado.

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