_
_
_
_

Dos ‘fronteras’ para entrar en Noruega

Hablar inglés sólo sirve para 'aterrizar' en un país en el que "se paga por respirar"

Óscar Gutiérrez Garrido
Francisco Sampedro, alicantino de 40 años, en la barra del establecimiento en el que trabaja en Oslo
Francisco Sampedro, alicantino de 40 años, en la barra del establecimiento en el que trabaja en OsloÓSCAR GUTIÉRREZ

Urbana Meseguer no es la primera que viaja para probar una semana y un día cuenta que ya van ocho meses. No es la primera que es capaz de fregar escaleras hasta que salga algo mejor. No es la primera que deja atrás a los suyos, precisamente por ayudar a los suyos. No es la primera que si la cosa sale, tira y hace su vida. Pero no quita todo eso que su salto a Oslo sea valiente. “Me vine a Noruega”, dice esta alicantina de 25 años, “a ganar dinero y mandarlo a España”. Y no va mal. “Por ser atrevida”, aprieta el gesto Urbana desde un céntrico bar, “he tenido suerte”. Suerte para entrometerse en la sociedad, algo nada sencillo, aunque eso no dé siempre para pagarse un billete a casa.

Urbana, de Benajúzar, en la Vega Baja, aterrizó en febrero. Había cursado en Granada primero de Económicas, pero el bolsillo apretaba y decidió volar. “Aún soy joven”, dice. Su padre, dedicado al calzado como su madre, se había quedado en paro. Se plantó en Oslo para vivir en casa de un contacto familiar y en poco tiempo tenía su número de identidad personal.

Porque la recta Noruega también tiene sus curvas. Enganchó a un noruego con influencia que conoció en clases de idioma y el tan difícil número personal llegó por un atajo. Ya tenía la llave de la primera frontera noruega. “Me cogieron para un catering a Justin Bieber”, relata Urbana, “alucinaban por cómo trabajaba: ‘¿De dónde ha salido?’, se preguntaban”. Luego llegó la tienda de Mango, aunque el idioma, todavía incipiente, haga difícil salir del almacén. El sueldo, unos 1.800 euros, le da al menos para pagarse una habitación (780 euros) en casa de una mujer de 56 años.

Noruega en corto

  • Tasa de desempleo actual:3,1%
  • Tasa de desempleo juvenil: 9,4%
  • Crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB):2,4%.
  • Españoles censados en 2013: 2.241.
  • El número de españoles ha crecido un 55,40% entre 2008 y 2013.
  • Requisitos para trabajar:

    Según la ley actual los ciudadanos españoles no tienen que solicitar un permiso de residencia para poder trabajar en Noruega.

    Sin embargo, dentro de un plazo de tres meses desde su llegada a Noruega, tienen que registrarse a través de la página web de UDI y presentarse en una comisaría en el distrito donde van a residir. Se puede encontrar una lista de las comisarías en la página web de la policía noruega.

    La Dirección General de Extranjería (UDI) es el organismo oficial encargado de llevar a cabo la política de inmigración fijada por el gobierno noruego.

    Hay varios tipos de permisos de residencia para trabajar en Noruega. Se debe solicitar un permiso que corresponde con la formación y la experiencia laboral que uno tiene. Encontrará más información en la página web de UDI.

  • Para más información se puede visitar la página web de la 

    Consejería de Empleo española

Detrás de la segunda barrera noruega está lo demás: completar los estudios, mejorar el trabajo… “La búsqueda es agotadora”, admite la alicantina, “y también la incertidumbre”. “Además”, continúa Urbana, “la sociabilidad es nula, al principio me miraban rara por ser tan extrovertida”. Pero se quiere quedar, y con una cosa clara: “No tiro la toalla por mi país, lucho por mi familia”.

No la tiraría Juan Ordaz, de 35 años. Pero no quiere colaborar ya con el “sistema español”. Su historia tiene más tumbos, pero el valor de un deseo: ser periodista. Nació en Sagunto y ahora vive en Alesund, en la costa occidental noruega. Se conecta a Skype al término de su jornada en el almacén de un supermercado. Trabajó nueve años en una fábrica de cerámica; a los 28 empezó periodismo, pero tras licenciarse vio rápido que “las facturas no entienden de vocaciones”. Un amigo de Bergen le habló bien del país. Hizo sus planes, aprendió algo de noruego y, en enero, salió de viaje.

“He venido a empezar de cero en una sociedad con contradicciones, pero cordura”. En la que, continúa este valenciano, “se paga por respirar, pero se vive bien”. Eso sí, Juan advierte: “No aconsejaría a nadie venirse a la aventura, hay que llegar con un mínimo”. Su mínimo fue una editorial dedicada al estudio del castellano para noruegos, con la que colaboró de primeras para su gabinete de prensa y como voz de sus aplicaciones. Trabaja y comparte piso (por 460 euros al mes, un tercio de su sueldo), pero quiere más: ser periodista. “Estoy convencido”, dice con algo de resignación, “de que encontraré antes trabajo en un periódico noruego que en uno español”.

Con una tasa de paro en torno al 3%, empleo hay en Noruega, un país que, con el grifo del petróleo abierto, uno puede tratar de comerse. Por ahí van las opiniones de los españoles: el ritmo de trabajo, en una tierra acostumbrada a vivir bien, lo alteran los de fuera. Con inglés vale para aterrizar, pero el noruego es el puente para cruzar del sector servicios a otro sitio; en otras palabras, para tener un trabajo noruego, cualificado, y en paralelo adentrarse en la sociedad del país. Esas son las dos fronteras de Noruega.

Ahí ha puesto la meta David Hernández, de 39 años. “Lo que me importa es entrar en el sistema”, dice este gaditano. Trabaja en Mathallen, un complejo gastronómico del centro de la capital noruega. No había probado eso de la cocina pero ahí está después de patear panaderías, bares, cerrajerías… Su historia es un buen paradigma de España. Antes de meter mano a la paella, había saboreado la miel de la bonanza al frente de tres pubs, un restaurante y una empresa de construcción en el Puerto de Santamaría. “Lo perdimos todo”, admite. En julio de 2012 aterrizó en Oslo.

Las cuentas van saliendo: algún mes trabaja hasta 250 horas (18 euros/hora) y logra cerrar con unos 5.500 euros, de los que más del 30% se van en impuestos. Pero le da para compartir piso cerca del centro y, sobre todo, le da para lo que más le importa: su hija. La pequeña vive en España con su exmujer, a la que envía de forma regular dinero. Por su hija y por él, David quiere “trabajar en Noruega, pero vivir en España”. Es decir, tener eso que llama un “trabajo noruego”, fijo y bien remunerado, para más tarde montar una empresa que le deje tener un pie aquí y otro allí. “Teniendo una hija”, admite, “uno nunca acepta que se vaya a quedar”.

Eso intenta Francisco Sampedro. Su hijo corretea por el Mathallen mientras él recuerda cómo cambió su vida. Como eran esos años de ajetreo al frente de una agencia de publicidad en Barcelona; como un día, el presupuesto dijo basta; como llegó su separación y el momento de decidir. “Podía haberme quedado llorando”, dice este alicantino de 40 años, “pero decidí reinventarme”.

Había estudiado Derecho, pero también marketing y comunicación. La crisis le abrió la maleta hace dos años y probó primero en Copenhague. De una charla en un bar surgió un empleo —"me gusta cocinar", reconoce—, y de ahí la oportunidad en Noruega. Ahora quiere aprovechar las ayudas del Gobierno para estudiar más. Sin dejar de trabajar, sin dejar de disfrutar por temporadas de su hijo, pero sin querer regresar. “Ya no quiero volver”, dice Francisco mientras recoloca los pintxos, “yo ya no sirvo”. “Aquí me siento inmigrante”, continúa, “pero es positivo, lo llevo con orgullo”.

Francisco y su sobrina Mayte Menárguez comparten sangre, el amor por el pequeño que corretea, pero otras muchas cosas no. Ella, de 25 años, licenciada en Psicología, sí volvería a su tierra, pero no ahora. “No tengo ningún problema con España, pero tampoco algo que me ate allí ni oportunidades”. Mayte vivía en Alicante, su ciudad natal, junto a su madre, empleada de la banca hasta un ERE en abril. “Se veía venir”, admite Mayte mientras cuida a su sobrino de reojo. Así que los planes estaban claros. En dos días se sacó un billete. ¿Podría buscarse la vida en su país? “Sí, claro”, contesta, “pero aquí aprendo inglés, noruego, gano experiencia…” Y hay algo más: “Soy una boca menos en casa”.

Mayte ya está, según dice, “dentro". Se sacó el número personal en Hacienda, también tirando por algún atajo, y ha empezado a trabajar en un bar de la capital. Avanza con el noruego y, tras unos meses de aventura, sigue pensando que merece probar. “Podremos salir adelante”, afirma, “a mí, en realidad, no me han jodido de verdad”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Óscar Gutiérrez Garrido
Periodista de la sección Internacional desde 2011. Está especializado en temas relacionados con terrorismo yihadista y conflicto. Coordina la información sobre el continente africano y tiene siempre un ojo en Oriente Próximo. Es licenciado en Periodismo y máster en Relaciones Internacionales

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_