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Incierto futuro

Cuatro economistas europeos discrepan sobre cómo estará la zona euro en 2020

La bandera de la UE ondea en el exterior del Parlamento Europeo, en Bruselas.
La bandera de la UE ondea en el exterior del Parlamento Europeo, en Bruselas. Jasper Juinen (Bloomberg)

¿Cómo estará la economía europea en 2020? ¿Nos espera el desastre o la salvación? El Centro para la Reforma Europea (CRE) se ha hecho esa pregunta y ha pedido respuestas a cuatro distinguidos economistas. No hay unanimidad en la respuesta. El futuro es incierto.

Mientras dos de ellos advierten de los problemas de la división entre los países deudores y los acreedores, otro cree que la zona euro saldrá fortalecida de esta crisis y un cuarto especula con la posibilidad de que el euro se fragmente de forma temporal: un euro fuerte en el norte y el centro y un euro débil en el sur.

El belga Paul de Grauwe es el más pesimista. Refugiado en la London School of Economics desde que la legislación belga le obligó a jubilarse como profesor de la Universidad de Lovaina, es un antiguo político liberal flamenco (senador, diputado y otra vez senador entre 1991 y 2003) que creía a ciegas en el mercado hasta que la actual crisis le ha hecho ver sus imperfecciones.

Quizá por eso concluye que la presión de los países acreedores sobre los deudores, que soportan todo el peso del ajuste, ha sido y es de tal calibre, que va a prolongar el estancamiento de la economía, y la pregunta ya no es si suspenderán el pago de la deuda, sino cuándo.

Cree que “la zona euro necesita políticas presupuestarias asimétricas, para que la austeridad en el sur sea correspondida con estímulos presupuestarios en el norte, y la monetización parcial —cancelación— de la deuda pública por el Banco Central Europeo”. “Aunque la combinación de esas dos políticas sería del interés de las dos partes, los obstáculos políticos que hay para ese necesario cambio de dirección son extraordinarios”, concluye con pesimismo.

De Grauwe cree inevitable la suspensión de pagos de la periferia

Critica a la Comisión Europea por alinearse con los acreedores, y reprocha al BCE que hasta julio de 2012 no actuara como prestatario de último resorte. Hace un paralelo entre la “insostenible” estrategia actual y la Alemania de entreguerras. Y envía una puya final a los países acreedores: “En muchos países del norte prevalecen visiones maniqueas del bien y del mal que llevan al deseo emocional de que los malos sean castigados. Esa actitud hace difícil que los políticos de esos países escojan salidas racionales que beneficien a todos”.

George Magnus, el economista que predijo que la crisis de las hipotecas basura llevaría a la recesión, prescinde de la retórica política de su colega belga, pero sus posiciones no son muy distantes: enfatiza que la crisis ha exacerbado las diferencias entre Alemania y los países acreedores, por un lado, y los del Mediterráneo, por otro, y alerta sobre las consecuencias de las políticas de ajuste.

“Si los países de la zona euro no son capaces de avanzar hacia un ajuste macroeconómico compartido, una unión bancaria con una responsabilidad conjunta efectiva y una estrategia factible sobre la deuda soberana sostenible y el riesgo de suspensión de pagos, la unión monetaria puede estar rota en 2020”, escribe. Y, en lo que parece un pesimista círculo vicioso, alerta de que si la zona euro sigue la senda de la integración, “acabará suplantando a la UE como principal fuerza organizativa de Europa, dando a los países de fuera del euro razones para cuestionarse su permanencia en la Unión”.

Magnus cree que los signos de que ha acabado la recesión en la zona euro no significan “ni que el crecimiento económico vaya a ser sostenible ni que hayan disminuido los riesgos de una suspensión del pago de la deuda soberana”. “Hay un riesgo real de una crisis de financiación en España e Italia”, asegura. Y, aunque se empieza a aceptar el impacto que la austeridad fiscal tiene sobre el crecimiento, cree que “falta imaginación y voluntad política” y que “la política fiscal sigue siendo fuertemente procíclica, y la unión bancaria es, en el mejor de los casos, embrionaria”.

Schmieding alerta de que el verdadero enfermo de Europa es Francia

Niega que la mejora competitiva de Alemania venga de las reformas del mercado laboral, la seguridad social y el sector público aplicadas por Gerhard Schröder en 2003: “Los secretos del sistema económico alemán son una organización social que alienta la restricción sistémica de los salarios, un énfasis en manufacturas especializadas y de alta calidad y la explotación del aumento de la demanda en China y otros mercados emergentes”.

Sus conclusiones, al igual que las de Paul de Grauwe, chocan frontalmente con las del alemán Holger Schmieding, economista jefe de Berenberg en Londres. Su discurso, profundamente neoliberal, se basa en la defensa de las políticas de ajuste, y cita las de Thatcher en los años ochenta y las de Schröder en Alemania. Aunque es un discurso que puede doler en los países que más han padecido el ajuste, como España, su mensaje es música celestial para los españoles: “En 2020, Europa puede seguir siendo el lugar dinámico que es hoy, con una Francia y una España reformadas, superando con el tiempo a una Alemania abiertamente autocomplaciente”.

Schmieding defiende la dureza con la que los países acreedores están tratando a los deudores, y explica que a Alemania le es más fácil tratar con dureza a España que a sí misma porque los políticos alemanes no dependen de los votos españoles. Subraya que los cuatro países que han recibido ayudas son los que más reformas han llevado a cabo. “Los datos empiezan a apoyar mi opinión de que la periferia de la zona euro saldrá de su dura recesión y ajuste al final de 2013 o a principios de 2014. Lo más probable es que esos países periféricos sean en el futuro economías más equilibradas y dinámicas que antes de la crisis”, apostilló.

En su opinión, el verdadero enfermo de Europa es Francia, aunque tiene la gran ventaja del apoyo político que recibe de Alemania: “Los mercados saben que Alemania nunca abandonará a Francia”. Pero opina que París ya no tiene influencia en Europa y que la única manera de recuperarla es arreglando los problemas de su economía.

Pronostica que la crisis del euro llevará a una política fiscal más dura y a una unión bancaria, pero no a la unión política “o grandes esquemas similares”. Y alerta contra el peligro de que el Reino Unido se vea realmente tentado a abandonar la UE, una opción que definió como “un suicidio político y económico”.

El cuento alemán del euro latino

El alemán Thomas Mayer, economista jefe de Deutsche Bank hasta el año pasado, envuelve su pesimismo en ironía: su trabajo es una narración que arranca con una victoria de Angela Merkel en las elecciones de 2013 que no logra acotar la crisis financiera. La solución, fabula Mayer, llega en 2015 con un revolucionario acuerdo franco-alemán que conduce a la división del euro en dos zonas: un euro fuerte para los países del norte y el centro de Europa y un euro débil, el actual, para los países latinos, incluyendo a Francia.
El cuento tiene final feliz: eso permite a los débiles devaluar su moneda frente al euro fuerte y aplicar sin tanto sufrimiento el ajuste fiscal que les exige el norte. Ese “cierto grado saludable” de competencia entre monedas acaba consiguiendo “lo que la política económica de coordinación en la vieja UE y la vieja unión monetaria no habían logrado: mejor crecimiento económico y finanzas privadas y públicas más estables”. 

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