Estímulo europeo para España
El espaldarazo definitivo a la recuperación de España necesariamente tiene que llegar de sus socios
La economía española no presenta señales objetivas de recuperación. Ninguno de los indicadores relevantes permite anticipar ritmos de crecimiento económico mínimamente significativos en los próximos trimestres. En ausencia de decisiones que incentiven inequívocamente la demanda, a la recesión hoy dominante no le sucederá una expansión suficientemente significativa para que el principal desequilibrio español, el desempleo, se reduzca desde ese 27% donde está hoy situado. Tales estímulos necesariamente tendrán que venir de las instituciones europeas, si las autoridades españolas mantienen a rajatabla la orientación restrictiva de la política presupuestaria marcada por Bruselas.
El cuadro que hoy caracteriza la economía española sigue siendo preocupante. La demanda interna está muy debilitada, en primer lugar por un volumen de desempleo sin precedentes. El paro no se va a reducir de forma significativa hasta que las empresas encuentren fuentes de demanda para compensar la depresión del consumo de las familias y de la inversión empresarial. El retroceso inversor está erosionando la posibilidad de recuperación rápida casi tanto como está deteriorando la actividad la continuidad de las restricciones y elevados costes en la financiación empresarial. Su normalización está seriamente dificultada por un sistema bancario vulnerable, amenazado por eventuales necesidades adicionales de capital y por la todavía incompleta purga en los precios de los activos inmobiliarios. Los mercados financieros, en especial los de deuda pública, están lejos de la completa normalidad.
Dejar que sea la inercia la que propicie la suavización de ese cuadro es apostar al estancamiento duradero. El dinamismo de las exportaciones de bienes y servicios y la radical contención de las importaciones tienen un límite. Especialmente si aquellas economías que son los principales clientes de las empresas españolas tampoco registran señales inequívocas de recuperación. Han de ser recursos europeos los que de forma suficientemente intensa y coordinada compensen la debilidad en que la errónea austeridad a ultranza ha sumido a las economías de la región.
La última recomendación del informe preliminar de la misión del FMI está en lo cierto: ha de hacerse más a nivel europeo para facilitar el ajuste de España. Reducir la fragmentación financiera sería la primera de las decisiones, pero asegurar una rápida transición a la unión bancaria es no menos importante para neutralizar completamente la realimentación entre la precaria salud del sistema bancario y la inestabilidad de la deuda pública. Así se reducirían los elevados costes de financiación que soportan las empresas españolas pequeñas y medianas.
Y la recomendación del FMI es igualmente válida: las autoridades españolas y las europeas han de mantener la opción del programa ofrecido el pasado septiembre por el BCE de rescate al Tesoro mediante la adquisición de bonos públicos en el mercado secundario por cuantía ilimitada. Es una vía para cimentar la confianza en la economía y reducir los elevados tipos de interés sobre la deuda pública, contrariamente a la visión del Gobierno de considerar que su no petición es un síntoma de salud de la economía española. El Gobierno debe aprovechar el apoyo del principal partido de la oposición para asegurar la defensa ante las amenazas de inestabilidad financiera y avalar sus exigencias a Europa de estímulos al crecimiento.
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