Los contaminadores deben pagar
Cuando en 2010 BP y sus socios en la perforación petrolera causaron el vertido del Deepwater Horizon en el golfo de México, el Gobierno de Estados Unidos pidió a esa empresa que financiara la limpieza, indemnizase a quienes habían sufrido daños y pagara sanciones penales por las violaciones que provocaron el desastre. BP ya ha comprometido más de 20.000 millones de dólares en reparación y sanciones. Conforme a la conciliación celebrada la semana pasada, pagará la mayor sanción penal de la historia de Estados Unidos: 4.500 millones de dólares.
Se deben aplicar los mismos criterios sobre limpieza del medio ambiente a las empresas multinacionales que funcionan en países más pobres, donde su poder ha sido tan grande en comparación con el de los Gobiernos que muchas actúan con impunidad y causan estragos en el medio ambiente sin rendir cuentas o no las suficientes. Cuando entramos en una época de desarrollo sostenible, la impunidad debe convertirse en responsabilidad. Los contaminadores deben pagar, tanto en los países ricos como en los pobres. Las grandes empresas deben aceptar la responsabilidad por sus acciones.
El caso de Nigeria ha sido una prueba perfecta de impunidad empresarial en materia de medio ambiente. Durante decenios, importantes empresas petroleras, incluidas Shell, ExxonMobil y Chevron, han estado produciendo petróleo en el delta del Níger, medio ambiente frágil compuesto de bosques de zonas pantanosas de agua dulce, manglares, bosques tropicales de tierras bajas y barreras de islas ribereñas. Ese rico hábitat mantiene una notable diversidad biológica —o así era antes de que las empresas petroleras llegaran allí— y a más de 30 millones de habitantes, que dependen de los ecosistemas locales para su salud y sus medios de vida.
Hace 20 años, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales clasificó el delta del Níger como región de gran diversidad biológica de flora y fauna marinas y costeras: especies de árboles, peces, aves y mamíferos, entre otras formas de vida, por lo que le concedió una prioridad máxima para su conservación. Sin embargo, observó que la diversidad biológica de esa región estaba enormemente amenazada y con poca o ninguna protección.
Las empresas multinacionales que actúan en el delta han vertido petróleo y han hecho llamear gas natural durante decenios, sin consideración para con el medio ambiente natural y las comunidades empobrecidas y envenenadas por sus acciones. Se calcula que los vertidos acumulados durante los 50 últimos años representan unos 10 millones de barriles: el doble del vertido de BP.
Los datos no son seguros: ha habido muchos miles de vertidos durante ese periodo, con frecuencia mal documentados y con su gravedad ocultada o simplemente no calibrada ni por las empresas ni por el Estado. De hecho, justo cuando se estaba condenando a BP a nuevas sanciones penales, ExxonMobil anunció otra fuga en un oleoducto del delta del Níger.
La limpieza del delta del Níger constituiría el mejor ejemplo posible de una nueva época de rendición de cuentas
La destrucción del medio ambiente del delta forma parte de una larga historia: empresas corruptas que actúan de acuerdo con funcionarios gubernamentales corruptos. Las empresas acostumbran a sobornar a funcionarios para obtener concesiones petroleras, mentir sobre la producción, evadir impuestos y eludir la responsabilidad por los daños medioambientales que causan. Ha habido funcionarios nigerianos que se han enriquecido fabulosamente gracias a los decenios de pagos de empresas internacionales que han saqueado la riqueza natural del delta. Shell, la mayor de las concesionarias que actúan en el delta del Níger, ha sido criticada una y otra vez por sus atroces procedimientos y su renuencia a hacerse responsable de ellos.
Entretanto, la población local ha permanecido empobrecida y acosada por enfermedades graves causadas por una atmósfera contaminada, un agua potable envenenada y la contaminación de la cadena alimentaria. La falta de Estado de derecho ha propiciado guerras entre bandas y perforaciones ilegales de los oleoductos para robar petróleo, lo que ha provocado vertidos enormes y frecuentes explosiones que matan a docenas de personas, incluida gente que se encontraba por azar en las inmediaciones.
En la época colonial, el objetivo oficial del poder imperial era el de extraer la riqueza de los territorios administrados. En el periodo poscolonial, los métodos están mejor disimulados. Cuando las empresas petroleras cometen delitos en Nigeria o en otros países, están protegidas por los poderes de los países de sus sedes. Nadie debe inmiscuirse en los asuntos de esas empresas, dicen Estados Unidos y Europa. De hecho, uno de los mayores sobornos (180 millones de dólares, al parecer) pagados en los últimos tiempos en Nigeria correspondió a Halliburton, empresa estrechamente relacionada con el poder político de Estados Unidos (Dick Cheney pasó de consejero delegado de Halliburton a vicepresidente de Estados Unidos).
El año pasado, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) publicó un informe notable sobre Ogoniland, importante territorio étnico del delta del Níger que ha estado en el epicentro del conflicto entre las comunidades locales y el petróleo internacional. El informe era tan severo como científicamente claro. Pese a las numerosas promesas hechas en el pasado sobre la limpieza, Ogoniland, empobrecido y víctima de enfermedades provocadas por la industria petrolera, sigue padeciendo una agonía medioambiental.
El PNUMA ha ofrecido también recomendaciones claras y detalladas, incluidas las medidas de emergencia para garantizar la inocuidad del agua potable; actividades de limpieza en los manglares y los suelos; estudios de salud pública para descubrir y contrarrestar las consecuencias de la contaminación, y un nuevo marco regulador.
Los Gobiernos del mundo han acordado recientemente adoptar un nuevo marco para el desarrollo sostenible, al declarar su intención de aprobar los objetivos del desarrollo sostenible en la Cumbre Río+20 celebrada el pasado mes de junio. Dichos objetivos brindan una oportunidad decisiva para que el mundo establezca normas claras y vinculantes para el comportamiento de los Gobiernos y las empresas. Muchas empresas importantes, incluidas las de la industria petrolera, han expresado su disposición a apoyar los objetivos de desarrollo sostenible.
La limpieza del delta del Níger constituiría el mejor ejemplo posible de una nueva época de rendición de cuentas. Shell, Chevron, ExxonMobil y otras grandes empresas petroleras deben tomar la iniciativa y ayudar a financiar la necesaria limpieza, con lo que iniciarían una nueva época de responsabilidad.
La propia responsabilidad del Gobierno de Nigeria está bajo sospecha. Resulta alentador que varios senadores nigerianos hayan tomado iniciativas encaminadas a fortalecer el imperio de la ley en el sector petrolero.
La limpieza del delta del Níger brinda una oportunidad a Nigeria, a la industria petrolera y a la comunidad internacional para demostrar convincentemente que ha comenzado una nueva época. En adelante, el desarrollo sostenible no debe ser un mero lema, sino un planteamiento operativo de la gobernación y del bienestar mundiales en un planeta que está atestado y se acerca al límite.
Jeffrey D. Sachs es profesor de Desarrollo Sostenible y de Política y Gestión de Salud y director del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia. También es Asesor Especial del secretario General de Naciones Unidas sobre los objetivos de desarrollo del Milenio.
(c) Project Syndicate, 2012.
Traducción de Carlos Manzano.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.