Patrick Ricard, magnate de la industria del alcohol
Presidió el imperio empresarial que fundó su padre
Patrick Ricard describía su llegada a la dirección del grupo Pernod Ricard, fundado por su padre Paul Ricard en 1932, como un “accidente de la historia”. Alzado a la presidencia en principio destinada a su hermano Bernard, logró en tres décadas convertir a la empresa familiar en el número dos mundial de las bebidas alcohólicas. Reservado y tímido, el empresario autodidacta —abandonó los estudios sin acabar el bachillerato— prefería las comidas entre amigos en el sur de Francia a las cenas mundanas de la élite parisiense. Fue precisamente mientras se encontraba relajándose en la isla familiar de Bendor, en la Costa Azul, cuando sufrió un ataque al corazón el 17 de agosto, antes de fallecer en el hospital a los 67 años.
Nacido el 12 de mayo de 1945 en Marsella, hijo de Paul Ricard, fundador de la marca de anís mezclada con regaliz Ricard, Patrick Ricard se formó profesionalmente a la sombra de su progenitor. Sin diploma, el hijo menor del fundador, que a los 12 años asistía ya a su primer Consejo de Administración, multiplicó las becas en la empresa durante su adolescencia antes de realizar una estancia de un año en el seno del grupo competidor Seagram en Canadá. Cada día tenía que entregar un informe a su padre, que vigilaba de cerca su aprendizaje. A los 22 años, ingresa ya oficialmente en el grupo familiar como ayudante de dirección.
En 1968, su padre se retira de la presidencia, aunque mantendrá su influencia hasta su muerte en 1997, y deja la empresa en manos del hijo mayor Bernard. Descontento con su gestión, decide apartarle del grupo y lanza la fusión con Pernod, su principal competidor en el mercado del anís francés. Tras el fallecimiento de Jean Hemard en 1972, propietario del otro grupo, Patrick Ricard es nombrado a los 33 años presidente ejecutivo.
Uno de los grandes méritos del joven empresario fue desde el principio saber rodearse y dejarse aconsejar. Junto a Thierry Jacquillat, director general, inicia en los años ochenta la diversificación e internacionalización del grupo con las adquisiciones del estadounidense Austin Nichols, el irlandés Irish Distillers (propietario de la marca Jameson) y los vinos australianos Orlando Wyndham.
El impulso definitivo lo da de la mano de Pierre Pringuet, con quien comparte a partir del año 2000 la presidencia del grupo. En 2001 el tándem se hace con el 39% del gigante canadiense Seagram, una operación en la que se apropia de las marcas de whisky Chivas y de coñac Martell. En 2005, la compra de Allied Domecq propulsa el grupo al rango de número dos mundial, por detrás del británico Diageo, con lo que suma a su cartera las marcas de ginebra Beefeafter, de champán Mumm y Pierre Jouët y de whisky Ballentine’s. En 2008 da un último golpe con la compra de la marca de vodka sueca Absolut. En total, el grupo emplea ahora a 18.000 personas en más de 70 países.
A los pocos meses de este último éxito, Patrick Ricard decide abandonar la dirección ejecutiva que deja a Pringuet, aunque mantiene la presidencia del Consejo para velar por “el espíritu Ricard”. Padre de tres hijos, amante de la ópera, de la caza y del arte contemporáneo, sigue la estela de mecenas iniciada por su padre, que en su día se codeó con artistas como Picasso y Dalí, a través de la fundación Paul Ricard.
Desde su fallecimiento se han sucedido los homenajes, desde el del ministro de Economía francés, Pierre Moscovici, que lamentó “una gran pérdida para la comunidad de empresarios franceses”, hasta el titular de Reindustrialización, Arnaud Montebourg, para quien Ricard “fue uno de sus empresarios más emblemáticos del éxito francés en el mundo”.
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