Barclays enfría la pelea con el Banco de Inglaterra por el escándalo del líbor
El Gobierno conservador acusa a los laboristas de impulsar la manipulación Diamond asegura que se enteró de los manejos con los tipos hace unos días
Barclays tiró la piedra el martes pero Bob Diamond escondió este miércoles la mano. El dimitido consejero delegado del banco británico estuvo conciliador con el Banco de Inglaterra pese a que la difusión la víspera de una conversación que mantuvo en 2008 con el vicegobernador y aspirante a gobernador, Paul Tucker, hizo pensar que Barclays había desenterrado el hacha de guerra. De su comparecencia del miércoles, lo más asombroso es que Diamond asegurara que no supo de la verdadera dimensión del problema de la manipulación del líbor (tipos de interés en el mercado interbancario) hasta hace unos días.
Diamond compareció ante la Comisión del Tesoro de la Cámara de los Comunes, tal y como se comprometió, antes incluso de que el martes presentara su dimisión. No fue el Diamond agresivo y arrogante que el año pasado dio por concluido el periodo de arrepentimiento por los pecados de la banca. Fue un hombre más bien melancólico, pero con un punto de soberbia que, a veces, no podía ocultar un semblante de cierto desprecio hacia los diputados que le hacían preguntas que a menudo no entendía.
Quizás porque en ellas se escondía la ignorancia de los políticos sobre los detalles de un caso tan complejo y palpitaban, en cambio, algunas de las tensiones que están empezando a trasladar el epicentro de este escándalo desde los abusos de la banca a la mera pelea política: mientras los laboristas abogan por una investigación con carácter judicial que ponga en el banquillo las prácticas bancarias en Reino Unido desde los años 80, los conservadores quieren que sea una investigación parlamentaria y es un secreto a voces que su objetivo es convertir la laxitud regulatoria de los Gobiernos laboristas en el verdadero culpable de todo.
Bob Diamond tuvo su subliminal pero decidida aportación a ese debate. Primero, al desactivar el campo de minas contra el Banco de Inglaterra acerca de su conversación con Tucker. “Yo no difundí la nota. Fue Barclays”, tuvo buen cuidado de aclarar.
Los empleados implicados se prometían botellas de champán
En realidad, no hizo más que ceñirse a la versión oficial: en su conversación de octubre de 2008 con Tucker, lo que le llamó la atención no es que pareciera que el banco emisor le sugería que manipulara los datos del líbor para disipar la impresión de que Barclays pudiera tener problemas de liquidez. Lo que él interpretó es que las posiciones de Barclays en el líbor hacían creer al Gobierno que Barclays tenía problemas de liquidez. Es decir, interpretó que el Banco de Inglaterra le estaba avisando de que el Gobierno se planteaba nacionalizar Barclays como había hecho ya con RBS y con Lloyds. Y, aunque no quiso dar nombres, dejó caer que los “altos personajes de Whitehall” a los que se había referido Tucker en su conversación eran probablemente miembros del Gobierno y no altos funcionarios.
A sabiendas o sin querer, azuzaba así la hoguera que está ya prendiendo en Westminster en torno a la crisis de Barclays, con los dos partidos incapaces de ponerse de acuerdo sobre cómo investigar el escándalo. El ministro del Tesoro, George Osborne, afirma en una entrevista en el semanario político Spectator que miembros del círculo de Gordon Brown, en aquellos años canciller del Exchequer, están “claramente implicados” en el escándalo del líbor. Es decir, que no fue el Banco de Inglaterra, sino el Gobierno laborista, el que urgió a Barclays a manipular el líbor y menciona, en concreto, a la mano derecha de Brown en aquellos tiempos y hoy azote del propio Osborne, Ed Balls.
Los dos partidos rivales no se ponen de acuerdo sobre la investigación
Bob Diamond se mostró contrito por lo que ha pasado en Barclays y tendió puentes hacia el Banco de Inglaterra. Pero dejó también muchos cabos por atar. Sobre todo, que no se enterara hasta hace unos días de la gravedad del asunto del líbor y de los mails de los empleados implicados, en los que se piden y agradecen favores prometiéndose botellas de champán. “Cuando leí esos mails me sentí físicamente enfermo”, aseguró. “Ese comportamiento era reprobable, inapropiado, no hay ningún tipo de excusa para mails del tipo que escribieron”, añadió.
Pero pasó de puntillas por el hecho de que mientras él entendió una cosa de su conversación con Tucker, su subordinado Jerry del Missier entendiera lo contrario y transmitiera el mensaje de que el Banco de Inglaterra quería que Barclays manipulara a la baja el líbor. Los diputados, que no estuvieron especialmente brillantes y no parecían dominar demasiado el tema, se conformaron con la explicación de que hubo un “malentendido” entre él y Del Missier. Y ni siquiera le echaron en cara que cómo era posible que a un cargo tan alto le pareciera correcto dar por buena una consigna como esa y ponerla en marcha.
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