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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Más de lo mismo

Cada mes salen del sistema decenas de miles de personas sin empleo y sin protección

Joaquín Estefanía

2012 será el año de todos los riesgos para Europa (Sarkozy). Entre ellos cabe destacar la supervivencia de la moneda común a causa del formidable endeudamiento, la entrada en otra negra y larga recesión, la ausencia del crédito revitalizador ante la debilidad de la banca, o el continuo descontrol del desempleo. Cada vez es más difícil establecer una priorización de los problemas pues, más que nunca, lo urgente es lo importante y lo importante es lo urgente. Lo mismo ocurre con las necesarias dosis de austeridad y de estímulo que hay que dar a la economía si no se quiere que ésta explosione o se pare. O las dos cosas a la vez.

El paro en Europa afecta, según Eurostat a 23,67 millones de personas, de los cuales 16,37 millones (el 10,3%) pertenecen a la eurozona

Al menos, no desaprovechemos las oportunidades. El 30 de enero está convocado un Consejo Europeo (en el que se estrenará Mariano Rajoy) para tratar de uno de los problemas grandes: el paro. Y hoy se reúnen en Berlín Merkel y Sarkozy para preparar esa cumbre y hacer un balance de lo sucedido en la zona desde principios de diciembre (con un país más en problemas: Hungría). El paro en Europa afecta, según Eurostat (cifras de noviembre) a 23,67 millones de personas (9,8% de la población activa), de los cuales 16,37 millones (el 10,3%) pertenecen a la eurozona. España es la desgraciada campeona: más de cinco millones de ciudadanos, el 22,9% de su población en edad de trabajar. Será una buena ocasión para que el sepulcral Rajoy presente ante la sociedad europea -ya que no lo ha hecho ante la española- sus reflexiones concretas (nada de retórica y grandes palabras) sobre el mayor problema diferencial español.

De este contexto se desprenden dos parámetros que sobresalen y que inducen a pensar que de todas las dificultades europeas, la más lacerante es ésta: las tasas citadas se duplican cuando se habla de jóvenes menores de 25 años (casi un 50% de parados en España) y, sobre todo, las decenas de miles de personas que todos los meses salen del sistema , devienen en parados de larga duración y pierden el derecho al seguro de desempleo. Esta es la madre de todas las señales de alarma, pues devasta las esperanzas de los ciudadanos de volver a una cierta prosperidad, perdiendo la autoestima democrática que ha sido una de las señas de identidad europeas desde finales de los años cincuenta, cuando se creo el Mercado Común.

Alemania y Francia  han sustituido el valor de las instituciones de Bruselas por la jerga y las decisiones

El paro creciente, el paro de los jóvenes y, sobre todo el paro de larga duración sin derecho a protección quebrantan el sueño europeo de una Europa con libertades y con un modelo social envidiado por otras zonas del planeta, y lo sustituyen por el de una Europa antisocial, marcada por la ausencia de trabajo, los continuos recortes sociales y dirigida por los intereses de una fuerzas impersonales a las que para simplificar hemos denominado mercados. El poder compensatorio del Estado y de lo público para limitar estos efectos tan nocivos y paralizadores ha sido quebrado por el poder económico privado. Y ello cuestiona la esencia de Europa y de la democracia.

Alemania y Francia, que se reúnen hoy, han sustituido el valor de las instituciones de Bruselas (el Consejo, la Comisión, los Consejos de Ministros y hasta el Parlamento) por la jerga y las decisiones intergubernamentales, lo cual genera un déficit de legitimidad. Al hacerlo han adquirido una gran responsabilidad: no sólo para solucionar la aguda crisis de los bancos o de la deuda soberana sino también para trazar la senda de un crecimiento sostenible que genere empleo y que en ese trámite de tiempo (el que media entre la recuperación y la presencia masiva de puestos de trabajo) encuentre los mecanismos para financiar la supervivencia de los que se han quedado atrás en el empleo, en una distribución de la renta y la riqueza cada vez más regresiva, y sobre todo en los que ya no confían en que sus representantes, aquellos que han elegido para que les arreglen sus problemas comunes, puedan hacerlo ya que las decisiones más importantes se toman lejos de ellos y de forma opaca.

Lo peor sería que 2012 no fuera ni el año de todos los riesgos ni el año de todas las oportunidades, sino más de lo mismo.

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