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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ajedrez iraní

España apoya las sanciones de la UE a Teherán para forzar que negocie su programa nuclear

La diplomacia española se enfrentó ayer en Bruselas a una de sus primeras decisiones de envergadura, relacionada con la aprobación de nuevas sanciones contra Irán para forzarlo a que reanude las negociaciones sobre su programa nuclear. Pese a que el crudo iraní representa un 20% del total importado por España, el Gobierno aceptó sumarse al acuerdo alcanzado entre los Veintisiete. Las nuevas sanciones impiden firmar nuevos contratos de suministro con Irán y establecen el próximo mes de julio como plazo máximo para poner fin a los vigentes. El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, aseguró que las empresas españolas disponen ya de alternativas al crudo hasta ahora procedente de Irán.

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La evolución del contexto internacional hacía difícil que España pudiera asumir en solitario o en compañía de otros socios la responsabilidad de paralizar esta iniciativa de la Unión impulsada sobre todo por Londres, París y Berlín. Estados Unidos aprobó recientemente un paquete de sanciones cuyo efecto se diluiría si los europeos se demoraban en hacer otro tanto, colocándose en el terreno de los hechos, aunque no en el de las declaraciones políticas, en una posición equivalente a la de China y Rusia. Con la decisión de Bruselas, la Unión y sus miembros toman inequívoco partido en el contencioso con Irán.

Cuestión distinta es que el régimen iraní vuelva a la mesa de negociaciones presionado por las sanciones aprobadas. Aunque las exportaciones de petróleo hacia la Unión representen un cuarto de sus ingresos exteriores, el aislamiento del régimen iraní no es tan completo como para que no encuentre nuevos compradores. Pero existe además una razón política de fondo, y es el amplio consenso interno en torno al desarrollo de un programa nuclear propio. Según las declaraciones de Teherán, sus actividades siguen amparadas por el Tratado de No Proliferación. El problema es que los supervisores internacionales no pueden afirmarlo ni desmentirlo.

El Gobierno iraní tiene razones para creer que lleva la iniciativa en este contencioso y que lo aborda de forma beneficiosa para sus intereses. De la amenaza militar implícita en la consideración de Irán como parte del eje del mal se pasó a las sanciones, lo que Teherán interpreta como un inequívoco descenso del riesgo. Solo que la inamovible estrategia israelí de garantizarse el monopolio nuclear en la región implica la fijación unilateral de un límite que, de ser traspasado por Irán, podría desbordar todos los cálculos. La sospechosa muerte de un científico nuclear iraní, el quinto desde 2007, así como el endurecimiento de las declaraciones contra el régimen de los ayatolás en Israel, apuntaría a que ese límite no estaría lejos de alcanzarse.

Con su apoyo a las sanciones, España se involucra más en el ajedrez configurado por el programa nuclear iraní. No podía dejar de hacerlo ni tampoco adoptar una posición que bloquease el acuerdo europeo. Ahora urge encontrar una salida para este trascendental contencioso.

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