Los piratas ya no son del Caribe
Es un fenómeno antiguo que ha resurgido con fuerza en la última década. Un reciente informe señala los beneficios indudables para ciertas tierras somalíes de una práctica atroz cuya respuesta no logra uniformar, aparte de las misiones navales, la comunidad internacional. Unos países juzgan a los piratas, otros los entregan a naciones vecinas, ya que Somalia es un Estado fallido, comprometidas a procesarlos, juzgarlos y encarcelarlos a cambio de diferentes beneficios económicos procedentes de la Unión Europea. Algunos embarcan a infantes de Marina con derecho a disparar si son atacados (Francia), unos pocos confían en la seguridad privada (España). Afecta hasta a las grandes regatas, como la Volvo Ocean Race, que tienen que embarcar (a su vez) los barcos en un contenedor gigante con guardias armados y trasladarlos a India. La Convención del Derecho del Mar en vigor desde los ochenta regula ligeramente la piratería y crea un tribunal internacional.
Podría alcanzarse cierto orden en la respuesta debida de la comunidad internacional si se suscribiera un protocolo a este texto que tipificara internacional y pormenorizadamente este crimen de impulsos renovados y ampliara las competencias de la Corte Internacional de Hamburgo para aceptar lidiar con este delito.
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