Olor a Gürtel
El juicio a Camps desvela modos que explican la corrupción en la Comunidad Valenciana
El olor a Gürtel impregna la sala del Tribunal Superior de Valencia donde esta semana encara su recta final el juicio de los trajes contra el expresidente de la Generalitat valenciana, Francisco Camps, y el exsecretario del Partido Popular valenciano, Ricardo Costa. Un olor a desprecio de lo público, halagos huecos, conversaciones untuosas y, sobre todo, connivencia vergonzante entre una trama cuya única razón social era apropiarse del dinero público y quienes debían de protegerlo y gestionarlo con rigor.
La dimisión forzada de Camps desactivó en buena medida la carga política asociada al juicio. Apartó de la carrera de Rajoy hacia La Moncloa el engorroso obstáculo de la comparecencia de un presidente de la Generalitat en ejercicio ante un tribunal de jurado. Pero esa dimisión no borró del todo esa carga política. Camps está en la sala de juicio como responsable de la institución más relevante de la Comunidad Valenciana y por unos hechos que cuestionan gravemente esa condición pública y representativa.
Que Camps se haya declarado "absolutamente inocente" y no inocente a secas casa con quien ha alardeado, como contraargumento a su proceso judicial, de ser "el presidente con mayor aceptación de la historia". Pero la excelencia que predica de sí mismo no se ha traducido en su gestión: su mandato ha dejado una Comunidad Valenciana jalonada de casos de corrupcion -el más reciente el de la empresa pública Emarsa, encargada de la depuración de aguas en el área metropolitana de Valencia-. A esa gestión hay que endosar la ruina de las instituciones financieras valencianas y unas cuentas públicas al borde del bono basura.
Camps ha podido, como imputado, mentir en el juicio, confundir y confundirse e intentar "empatizar" con el jurado como dice que "empatizó" con "su amiguito del alma" Álvaro Pérez, El Bigotes, el jefe de la rama valenciana de Gürtel. No ha podido aportar dato alguno de que pagó los 12 trajes, cuatro americanas y otras nueve prendas que llegaron a su ropero a través de Gürtel. La cajera de las tiendas que vendieron las prendas no tiene constancia del pago. El sastre o director de moda de esas tiendas, José Tomás, ha dicho quién pagó: Pablo Crespo, el segundo de Correa en la trama.
A ello hay que añadir que los otros dos altos cargos implicados en la causa, Víctor Campos y Rafael Betoret, que admitieron ante la justicia que sus trajes se los regaló Gürtel, se han convertido a su pesar o no en testigos de cargo inapelables.Si la trama les agasajó a ellos, con más motivo debió hacerlo con los jefes del Gobierno y del partido valencianos. El caso Gürtel, procesalmente dividido, es materialmente uno. La causa de los trajes forma parte de él; si se quiere, como la guinda de un pastel -los millonarios contratos en eventos públicos o actos del partido obtenidos por la trama- que aclara incluso al más lerdo el sentido y la finalidad del adorno.
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