El hombre tranquilo
José Ciscar (Teulada-Moraira, 1961) se estrenó en política enfrentándose al PP. Corría el año 1999 y el joven abogado urbanista encabezó la lista Ciudadanos por Moraira, una candidatura que proclamaba abiertamente la segregación de la zona del litoral de esta localidad de La Marina Alta del núcleo urbano de Teulada situado en el interior. Ciscar, con el apoyo masivo del voto extranjero, ganó las elecciones; pero lejos de llevar adelante su programa de máximos negoció con un sector del PP y llegó a acuerdos. No habría segregación y él se integraría en el partido. Cuatro años más tarde, esta vez ya como candidato de los populares, barría de nuevo en las elecciones municipales, pese a tener enfrente a una escisión del PP.
Su pragmatismo y su capacidad para el diálogo fueron desde sus inicios en la vida pública sus señas de identidad. El presidente Alberto Fabra lo subrayaba ayer: "Es dialogante, comprometido, busca el consenso y tiene la imagen que deben tener los políticos de cara a los ciudadanos en un momento complicado como el actual".
El nuevo vicepresidente es un hombre tranquilo, que apenas se altera por nada. Pero esa imagen plácida oculta una determinación política férrea. En 2004, en plena batalla entre ripollistas y campistas en Alicante, ejerció de algo más que de anfitrión en una comida a la que asistió Francisco Camps y fue el clarinazo que alineó a los seguidores del expresidente frente a José Joaquín Ripoll.
Cinco años más tarde era elegido delegado del Consell para la provincia de Alicante. Un cargo desde el que trabajó para reducir el poder institucional del ripollismo, al que puso fin con la elección de Luisa Pastor como presidenta de la Diputación. Con estos antecedentes, no es extraño que muchos le vieran como futuro barón territorial de las comarcas alicantinas, algo que Ciscar nunca acabó de contemplar, prefiriendo trabajar en la sombra.
Alberto Fabra y su nuevo vicepresidente coincidieron en la dirección regional del PP en plena crisis por los escándalos Gürtel y Brugal. El municipalismo y una visión política similar les llevaron a estrechar sus relaciones y cuando el primero llegó a la presidencia de la Generalitat la influencia de Ciscar creció notablemente.
Su capacidad de diálogo fue puesta a prueba en la Consejería de Educación. Su antecesor, Alejandro Font de Mora, tenía abiertos todos los frentes con todos los sectores educativos: profesores, padres, alumnos, universidades... Ciscar se reunió con todos ellos, pactó con las universidades la situación financiera, renegoció el modelo plurilingüe, puso fin a las ocurrencias de su antecesor reconociendo la realidad del fracaso escolar y se comprometió a mantener las líneas de enseñanza en valenciano.
Entre sus frases favoritas se encuentran "todo se puede negociar", "queremos llegar a acuerdos" o "estoy abierto al diálogo". Proclamas que definen a este exalcalde que ahora va a tener que negociar con la oposición y con sus propios compañeros de gabinete en la peor de las situaciones económicas imaginables y que prefiere acompañarse de su iPad antes que en expedientes de papel.
Tranquilo, dialogante y con una clara separación entre su vida pública y privada. Una anécdota: su mujer y su hija tenían que desplazarse a Valencia y le preguntaron si podían acompañarle en el coche oficial. La respuesta fue negativa. "Os vais con el coche familiar y regresamos los tres juntos en el mismo".
Y todo empezó contra el PP.
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