Pau sufre, Ricky ilusiona
Después del pesadísimo culebrón, la temporada de la NBA se presentó a lo grande el día de Navidad. Habitualmente, un solo encuentro y si encima es el primero, no debe empujar a sacar grandes tratados ni verdades irrefutables, pero tampoco se trataba de intrascendentes partidos sin más intención que echar a andar la competición. Por el día que se trataba, la expectación creada, el ser retransmitidos a través de la televisión nacional, los enfrentamientos escogidos o la historia que rodeaba a cada uno de ellos, era una jornada ideal para enviar mensajes. Cada uno tenía el suyo.
Nueva York quiere que le tomen en serio, Boston que no le descarten por viejuno, Dallas que no se olvide que son los campeones, Miami que este año sí o sí, los Lakers que siguen siendo los Lakers y Chicago y Oklahoma que su aprendizaje para ser campeones ya ha terminado.
Rubio habrá podido mejorar en el parón su talón de Aquiles: la pelea con el aro
Los avisos llegaron con claridad en alguno de los casos, enviados con la firma de Lebron, Rose o Durant, y en otros se quedó más como un deseo que como una realidad. En este último grupo habría que incluir a los ¿nuevos? Lakers post-Jackson, Odom, e intento frustrado de trueque. Viendo su debut y aún teniendo en cuenta el estado de saturación alimenticia en el que me encontraba, intuí tiempos complicados para los de amarillo y, por supuesto, para Pau Gasol. No estaba Bynum, cuestión a tener en cuenta, pero ni por esas mejora mucho el diagnóstico. Retirado Jackson, traspasado Odom, desaparecido Artest y menospreciado Gasol, todo queda más que nunca en un "yo contra el mundo" de Kobe Bryant. Y el partido inaugural confirmó sospechas. El problema es que es demasiado probable que Kobe ya no esté, por cuestiones de edad y pujanza física, capacitado para una empresa tan colosal como esa, aunque el único que se resista a admitirlo sea él mismo. Entre el despropósito en el que se han movido los Lakers en las últimas semanas (cada movimiento realizado lo único que consiguió fue empeorar al equipo) y esta primera puesta en escena, en algún momento del partido llegué a pensar si lo del traspaso de Pau era tan mala noticia para él. Igual resulta que los Lakers ya le han dado en los pasados cuatro años lo más importante que le podían dar. A veces una retirada a tiempo (voluntaria o forzada) puede convertirse en una victoria. Espero equivocarme.
Y mientras en Los Ángeles parece estar escribiéndose lentamente el final de una historia, en Minnesota esta madrugada habrá comenzado otra, la de Ricky Rubio. Rodeado del habitual ruido que le persigue desde que a los 14 años se convirtió en el niño maravilla, solo llegan desde allende los mejores halagos y grandes expectativas sobre su persona.
Reconozco mi gran curiosidad por observar cómo le sienta a Ricky el traje NBA. Quemado en Europa tan rápidamente como fue elevado a los altares, da la impresión de que su estilo encaja bien en esta Liga, amante como ninguna otra del highlight, esa jugada espectacular que sale en los resúmenes y que seguro que Ricky dejará alguna en cada partido. Llega a un equipo en formación, con el listón muy bajo y cuyo margen de mejora es enorme. Además, si hay un jugador al que el parón le ha podido venir de perlas, ese es Ricky. Alejado de la competición habrá podido relajarse, liberarse de la pesada carga con la que jugaba últimamente, entrenarse como un poseso y acelerar su adaptación a una Liga muy diferente y sobre todo mejorar su talón de Aquiles, la pelea con el aro en la que se había metido.
Ricky llega a la NBA preparado física y mentalmente, sabiendo perfectamente qué se siente cuando eres lo más y al poco tiempo ser lo menos, lo seguro que desconcierta, pero que también curte y te prepara para grandes empresas como la que ha comenzado esta pasada noche. Solo queda esperar que nunca olvide que hubo un Ricky Rubio que nos encandiló y que poco a poco fue desapareciendo. Su éxito dependerá en la medida en la que sea capaz de recuperarlo.
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