Un antes y un después
Desde la distancia ideológica y política, seguramente no es fácil dar una opinión equilibrada sobre nadie. Si se trata de Alberto Ruiz-Gallardón, cualquier valoración corre el riesgo de ser inmediatamente criticada. Y esa es la primera característica del que ha sido alcalde de Madrid. Una persona polémica, que desata pasiones a favor y también en contra.
Mis diferencias con él son las obvias y son de resolución imposible. No es solo lo que piensa sino cómo lo escenifica. Esa capacidad para la exageración, que le permite inaugurar un río tantas veces como peces lo habitan, es una virtud al alcance de pocos.
No sería justo, en cambio, no reconocer que es persona políticamente valiente. Sus apuestas por el desarrollo del metro o las obras de la M-30 y su cubrición, etcétera, hacen de él una referencia para quienes comparten esa idea de ciudad, que se inclina más por encauzar la vida de la gente, que por ser la consecuencia de la vida social. La virtud, como siempre, sería el término medio.
Algo de pompa es lo que le ha sobrado a Gallardón
En el capítulo de reconocimientos, decir que todos los Gobiernos presididos por él y a los que me he opuesto, en general siempre han sido accesibles más allá de lo reglamentario. La relación personal ha sido correcta y afable, como corresponde a personas de distintos partidos.
Personalmente le deseo lo mejor. Políticamente, si él y su partido tienen suerte, no puedo sino desear suerte a todos los demás.
Con todo, Alberto Ruiz-Gallardón ha sido un alcalde que se ha distinguido por la grandilocuencia en palabras y obras. Cuando había recursos, gastó todo lo de todos. En la crisis, recortes en todo para muchos. Tras sus mandatos, creo que ha cambiado más la ciudad que la vida de su gente. En cualquier caso, habrá un antes y un después.
Ángel Pérez es portavoz de IU en el Ayuntamiento de Madrid.
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