La casa Lleó i Morera renacerá tras un siglo de agresiones
La obra de Domènech i Montaner recuperará la entrada de carruajes, los escaparates y techos de la planta baja
Situada en el rovell de l'ou del modernismo barcelonés, la casa Lleó i Morera (paseo de Gràcia, 35) es una de las construcciones más fotografiadas de Barcelona y una de las más destacadas de su autor, el arquitecto Lluís Domènech i Montaner, que la construyó entre 1904 y 1905. También es uno de los edificios que más agresiones ha sufrido durante los años, sobre todo el piso inferior de su fachada principal. Una reforma que comienza ahora en los bajos donde está instalada la tienda Loewe devolverá, en parte, el aspecto original a esta construcción única. La imagen final no será la del edificio creado por el arquitecto modernista, pero se le parecerá bastante más.
El cambio más espectacular será el que permitirá recuperar la entrada original de carruajes (convertido en uno de los tres enormes escaparates desde hace 60 años), que servirá para acceder al interior de la tienda, en vez de la puerta esquinera que se creó justo en el vértice del paseo de Gràcia esquina con Consell de Cent. Tal como muestra la imagen superior, la apertura de la puerta ya se ha realizado. También en el exterior se recuperarán los escaparates originales, que ocuparán las dos enormes aberturas que enmarcan las características columnas pareadas de mármol rosa. Los enormes cristales darán luz al semisótano y el entresuelo de 1.200 metros cuadrados que creó Domènech.
En el interior, bastante destrozado por la intervención del año 1943 que dirigió el arquitecto Raimon Duran Reynals para instalar por primera vez la firma de productos de lujo, se recuperará parte de la decoración original de los techos. En concreto, en tres zonas que no fueron destruidas y que han aparecido tras eliminar el cielo raso. Dos zonas se podrán contemplar cuando los clientes accedan al interior de la tienda, mientras que la tercera se documentará y se ocultará bajo el nuevo techo.Los responsables de la restauración, de la que se darán a conocer todos los detalles a principios de año, han desechado la posibilidad de recuperar dos de las piezas más características del edificio: las ninfas femeninas de tamaño natural que parecían asomadas a un balcón mientras abrazaban una vasija. Creadas por Eusebi Arnau, fueron destruidas, a golpe de martillo, en la década de 1940 cuando comenzaron las obras para instalar la tienda de moda y complementos. Las figuras fueron destrozadas, pero el portero de la finca, que era chatarrero, salvó los dos bustos, que acabaron en manos de Salvador Dalí, que las colocó en el patio del Cadillac del teatro museo de Figueres.
No está claro si se acabará recuperando el grupo de media docena de mujeres esculpidas que ocupaban la base de la tribuna del primer piso. Las figuras también terminaron hechas añicos cuando el nuevo uso del piso inferior requería abrir en la esquina de la calle del paseo de Gràcia con Consell de Cent la puerta de acceso a la tienda que ha funcionado hasta ahora.
Los mosaicos creados por Mario Maragaliano y Lluís Bru para el suelo de la planta baja, basados en las líneas curvas y elementos de la naturaleza, no se podrán recuperar, porque no se salvó nada de la destrucción de hace años.
La intervención, que comenzará tras recibir el permiso de los responsables de patrimonio municipales, está previsto que tenga una duración de cuatro meses.
No es la primera intervención para recuperar el aspecto original de esta vivienda, que obtuvo el primer premio del concurso anual de edificios artísticos en 1906, tal como recuerda una placa en su fachada y que siempre se ha comparado con sus vecinas la casa Amatller y la casa Batlló, que forman la llamada manzana de la discordia. Después de la intervención de 1943 para instalar la tienda, en 1967, se restauraron los interiores de la vivienda; en 1992 Òscar Tusquets restituyó los pináculos, el templete de la cornisa y otros elementos de la fachada ocultos por bloques de granito sueco desde la década de 1940. En 2006 la empresa Núñez y Navarro compró la vivienda que casi un siglo antes la familia Morera encargó a uno de los mejores arquitectos catalanes de la historia.
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