Más ciudad
El alcalde de San Sebastián se muestra orgulloso de la gran tarea realizada en los seis meses que lleva al frente de la corporación. Ha pactado con el PSE una subida de impuestos municipales, con el PP el cambio de ubicación de la proyectada estación de autobuses; ha inaugurado un par de bidegorris, ha remitido a un futuro imperfecto la solución del problema de la basura, ha puesto en marcha su proyecto estrella de participación ciudadana. Es posible que mi escueto sumario deje en el tintero alguna otra realización, pero la que no quiero olvidar es la que considero su mayor hazaña: ha conseguido asentar en un tiempo récord -y lo digo con temor- un cambio de estilo. Si algo caracterizó a la alcaldía de Odón Elorza fue su dinamismo.
Tal vez sus logros fueron menores que sus intenciones, pero tenía un concepto de ciudad dinámico, vivo, que la entendía como un foco generador de posibilidades e iniciativas, siempre en movimiento. Y actuaba en ella como un elemento tractor, introductor de proyectos e ideas, de cuya conveniencia trataba de convencer a la ciudadanía. Lo que temo es que a ese dinamismo le haya sucedido la atonía, y lo que es peor, que ese cambio haya sido acogido por los donostiarras con un indiferente gesto de hombros.
Se dice que a los donostiarras les gusta contemplarse el ombligo. Pero hay un ombliguismo innovador, y hay también un ombliguismo conservador. El del donostiarra tiende a ser del segundo tipo, ese del no la toquéis que así es la rosa, una tendencia epigonal, decadente, que en realidad va en contra de la vieja tradición liberal donostiarra y de la historia de la ciudad. La gran aportación de Odón fue el cambio de tendencia que introdujo, al sacudir ese ombliguismo conservador y convertirlo en una fuerza dinámica. Situó la ciudad y su futuro en el centro de nuestras preocupaciones y polémicas: su desarrollo urbano, su conversión en centro de innovación tecnológica, su relación con otras ciudades, su proyección europea, su dinamización cultural. Creaba ciudad, lo que significa aumentar las oportunidades para la ciudadanía. Según el físico Geoffrey West, lo sorprendente de las ciudades es que a medida que crecen se incrementa lo que él denomina su "dimensionalidad": crecen continuamente sus oportunidades, sus funciones, sus ofertas laborales. Están llenas de gente original -"crazy people"- porque admiten una gran diversidad, y eso es bueno.
Me pregunto si esa centralidad de la ciudad como preocupación no estará siendo sustituida por un discurso fundamentalmente ideológico: basura cero y participación ciudadana. Basura cero, no uno ni dos, pues la basura al fin y al cabo es una gran metáfora de la impureza. En cuanto a la participación ciudadana, si se limita a la recogida de sugerencias de los barrios, con ser importante, se olvida de algo fundamental: que la ciudad es algo más que la suma de sus partes. Es de ese algo más de lo que han de ocuparse, también y sobre todo, sus rectores.
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