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Reportaje:1996, 2007 y 2011 | EN EL FEUDO DEL RADICALISMO

Hernani, la guerra de unos pocos

Jesús Rodríguez

Javier Urbistondo saboreó el primer trago de su cerveza. Antes de que comenzara a correr por su garganta, el camarero, que no le había quitado la vista de encima desde que cruzó la puerta, se apartó y Urbistondo descubrió en la pared su propia imagen con una diana en la cabeza subrayada con la frase "ladrón de la soberanía popular". Intentó mantener la calma, pagó la consumición y salió como pudo.

Aquel día Urbistondo, concejal en el Ayuntamiento de Hernani por el Partido Popular, se equivocó de bar. Amigo del asesinado líder popular Gregorio Ordóñez, este buzo profesional, de 33 años, recién llegado al pueblo como cabeza de puente del PP, no sabía que la calle de Kardaberaz está prohibida a los enemigos (más o menos conscientes) de Herri Batasuna. Y en Hernani no conviene confundirse de bar o de interlocutor. Incluso es conveniente observar quién está escuchando antes de hacer alguna observación políticamente incorrecta. Y hacer pocas preguntas. Mejor, ninguna. No es que haya dos bandos: hay uno, el que apoya a ETA. Y ese bando tiene sus bares, colegios, clubes deportivos, asociaciones culturales y gastronómicas; de mujeres y de jóvenes; de presos y de familiares de presos; grupos de teatro, de baile y de euskera; un sindicato de trabajadores, otro de estudiantes y un ejército; controla una emisora, edita un diario y campa por sus respetos en el instituto. Un mundo impenetrable. Acercarse a él como periodista es, como mínimo, delicado. (...)

Hernani es una plaza fuerte del nacionalismo radical. Es el pueblo más grande donde HB es la fuerza más votada
Los dos periodistas son testigos de la irrupción de dos jóvenes encapuchados que piden apoyo para su lucha

Hernani es una plaza fuerte del nacionalismo vasco radical. Con 18.500 habitantes, es el pueblo más grande del País Vasco en el que HB es la fuerza más votada (cerca de un 40% del electorado y el 25% del censo). En Hernani se encuentra la redacción del diario Egin, la sede de Jarrai y de las Gestoras Proamnistía y el domicilio de muchos dirigentes de la izquierda abertzale. Caiga quien caiga, los radicales se han propuesto que Hernani no se les escape de las manos como en su día hizo Rentería, otra de las localidades míticas del abertzalismo cercano a ETA. No perder la calle. Y eso se consigue rellenando a diario todos los huecos de la sociedad, como se abarrotan incansablemente los muros con carteles y pintadas. Y a base de miedo. De miedo por toneladas. (...)

Lo primero que hay que aprender cuando se llega a Hernani es que hay que hablar a media voz. Los hernaniarras confiesan sentir miedo. Unos temen el timbrazo del teléfono a media noche, el coche con las ruedas pinchadas, la amenaza mientras se pasea con un hijo de la mano, la pintada en la fachada. Los otros, al control de carreteras de la Guardia Civil, a los antidisturbios ataviados de negro de la Ertzaintza, al Estado como ente maligno, y a la tortura. Los unos, a los cócteles mólotov; los otros, a las pelotas de goma. Los unos, a los encapuchados y al impuesto revolucionario encubierto bajo el pretexto de la ayuda a los presos de ETA; los otros, a los fantasmas del pasado. Todos, al paro. Así no se puede vivir. (...)

El reflejo de los tiempos felices de Hernani es un casco viejo peatonal y cuidado cuajado de casas de piedra con escudos heráldicos; un urbanismo aceptable en el que abundan los bloques de viviendas de clase media que sirven de imán a matrimonios jóvenes incapaces de pagar los alquileres de San Sebastián, y decenas de bares donde se come y bebe como solo saben hacerlo los vascos. El campo se toca con tender la mano, en el Urumea se vuelve a pescar tras el envenenamiento de la explosión industrial. Incluso el mar se divisa desde Santa Bárbara. (...)

Dos de la tarde. Un grupo de niños juega al fútbol en el frontón colindante con el paseo de los Tilos. Su pavimento es un espejo por la lluvia y el muro verde está embadurnado de pintadas y carteles de la izquierda abertzale: "Gora ETA, Jo Ta Ke (Dale que te pego, uno de los eslóganes de moda entre los borrokas); Uribe, vas a morir...". -Oye, ¿quién es Uribe? -Quién va a ser, un txakurra (perro), el jefe de los cipayos (nombre despectivo de los miembros de la Ertzaintza) de Hernani. Como le cojan..." (...)

No abundan los turistas en Hernani. Su hotel cerró hace 60 años. Por eso, desde el momento en que los dos periodistas llegan al pueblo, se sienten observados. Se conocen sus pasos. Con quién y a qué hora. Lo cual no quiere decir que el trato general de los habitantes sea descortés. Es una mezcla de amabilidad, recelo y curiosidad. Cuando el fotógrafo hace su primer disparo a una niña que curiosea el cartel de una manifa en la plaza Berri, la maquinaria del recelo se pone en marcha.

Todo en Hernani es extremo. La hospitalidad y el agravio. Comer y beber. La verborrea y el hermetismo. Todo está politizado y polarizado. Se transmite generación tras generación y define el modelo de vida, vestimenta, amistades, ocio. Otros muchos elementos separan Hernani de lo que se puede considerar un pueblo como cualquier otro. Desde las sucursales bancarias convertidas en búnkeres sellados con persianas y cierres metálicos, hasta las cabinas y contenedores calcinados, o los bares con cristales blindados. Sin dejar de lado la triste visión de la Ertzaintza patrullando por la plaza de Cinco Enea con el rostro cubierto, el uniforme negro y la ropa interior ignífuga como único remedio para no morir achicharrados frente a los cócteles mólotov de los borrokas: gasolina, ácido sulfúrico, jabón líquido (para que el fuego se pegue al cuerpo) y pastillas de potasa mezclados convenientemente en frascos con tapadera de rosca de Kas Fruit. Ningún ertzaina destinado en Hernani ha querido hablar oficialmente para este reportaje. Ninguno pisa el pueblo de paisano. (...)

El pulso de la vida de Hernani se debe tomar en los bares. Acompañados por Koro Etxeberría, la número uno de HB al Ayuntamiento, y por un periodista cercano al sindicato abertzale LAB, los periodistas recorren las tabernas de la calle de Kardaberaz. Son los salvoconductos imprescindibles que les permiten beber sin problemas zuritos de cerveza en el bar de HB (el Jarki), un pub de madera clara y aspecto burgués repleto de gente muy joven en el que atruenan los ritmos vascos de moda; comer chipirones en el Iruntxi; pinchos en Txilibita; música en directo en La Bodega, y copas en Aker, un coto de los cachorros de Jarrai en la calle de Felipe Sagarna.

Los temibles bares de los abertzales, que algunos vecinos rodean para evitar problemas, son de lo más corriente. Se bebe mucho y temprano. Obsesiona el fútbol y mucho menos la pelota. Se come bien y se habla en castellano. Solo difieren de otros establecimientos del Estado en algunos elementos de la decoración, como las fotos de los presos etarras nacidos en Hernani; la del general Galindo a través de la mira telescópica de un rifle, o las pegatinas dedicadas al lazo azul (el Españolazo) que "llevan los asesinos". Aunque quizá el elemento más sorprendente son las huchas de barro omnipresentes en las barras de los locales para obtener fondos. Su color varía según el destino de la colecta: pintada de rojo y con el emblema negro de Gestoras, para los presos; con un arco iris, para la Asamblea de Jóvenes; negra y con una estrella de cinco puntas, para Jarrai; con un cohete pintado y la leyenda Matxinada (Revuelta), para el colectivo de ese nombre dedicado a acciones de sabotaje; blanca, para paralizar las obras (cuando comiencen) del AVE. Cuando el fotógrafo las levanta para comprobar cuál es la que más recaudación ha obtenido (que resulta ser la de Matxinada) las miradas -siempre las miradas- se vuelven hacia el osado. (...)

Un acto de Gestoras Proamnistía en el polideportivo es la mejor muestra de la visceralidad de un conflicto que se apropia de la memoria de los muertos y la figura de los presos. El acto es un homenaje a Nabarro, un militante de ETA muerto hace 10 años mientras perpetraba un sabotaje. Hay una gran ikurriña con crespón negro. El escenario es una esquela con el rostro de los 18 muertos hernaniarras "en acción de guerra" a la que acompañan los retratos de los 16 presos del pueblo encerrados entre alambre de espino. Suena L'Estaca, de Lluís Llach. Nada más entrar en el recinto abarrotado de adolescentes, un miembro de Gestoras advierte a estos periodistas que EL PAIS no puede asistir al acto. Le ignoramos. Los dos periodistas son testigos de la teatral irrupción en el homenaje de dos jóvenes encapuchados que, precipitados y entre aplausos, piden el apoyo de todo el pueblo "y de todas las edades" a la kale borroka. No olvidan proferir amenazas a la policía autónoma y al delegado del Gobierno en Navarra. Y salen corriendo entre aclamaciones. Minutos después los aplausos llegan al paroxismo cuando el altavoz enumera a los hernaniarras muertos y su respectivo ejecutor: Batallón Vasco Español, Triple A, Guardia Civil. Un pariente de cada difunto sube al estrado entre vítores que son ensordecedores cuando se pronuncia la palabra maldita: GAL. Los periodistas abandonan el polideportivo.

Muertos y presos son su gran capital. Su bandera. Los muertos son mitos, y los presos, héroes. Y los familiares de los muertos y los presos, mitos y héroes por generación espontánea a los que hay que mimar... y también usar. Un familiar de un preso de ETA natural de Hernani reconoce esa descarada utilización de las familias: "Sí, es cierto, pero son momentos tan difíciles que es lógico que te pongas de su lado, que te dejes llevar. Ellos te dan calor, te buscan un abogado, te ayudan económicamente, viajan con tigo hasta la cárcel. Es muy difícil resistirte. Pero claro que te manejan, y unos cuantos (pocos) evitamos entrar en su juego". Elias Míner, de 26 años, hijo de Kepa Míner, de 62 años, preso desde 1984 por colaboración con banda armada, opina que todos en Hernani están con los familiares de los presos: "De los abertzales hemos recibido toda la solidaridad del mundo, y del resto del pueblo, como mínimo, respeto. Todos se han volcado con nosotros. Nunca me he sentido utilizado. Pero la solidaridad y el cariño hay que agradecerlo comprometiéndote mucho más, algo que a lo mejor en otra situación no habrías hecho", recalca Míner. (...)

En Hernani no hay dos bandos. Hay uno, el que apoya a ETA. Y, enfrente, todos los demás. Hernani es una brecha en el corazón del País Vasco.

El frontón de Hernani ha sido durante décadas un espacio propagandístico para los radicales. Mientras las pintadas amenazaban de muerte al jefe de la policía vasca, los niños jugaban.
El frontón de Hernani ha sido durante décadas un espacio propagandístico para los radicales. Mientras las pintadas amenazaban de muerte al jefe de la policía vasca, los niños jugaban.JOAN TOMÁS

El fin del terror

Punto y aparte. El 21 de octubre de 2011, la banda terrorista ETA anunció el "cese definitivo" de la violencia, después de 43 años. En su comunicado no daba pistas sobre el desarme ni sobre su disolución.

Víctimas. Del guardia civil José Pardines, asesinado en 1968, al gendarme galo Jean-Serge Nérin, tiroteado en 2010, ha discurrido un reguero de 829 muertos.

El desarme. En una entrevista concedida tres semanas después del comunicado, dos portavoces de la organización terrorista hablaron por primera vez del desarme: "La cuestión de las armas está incluida en la agenda".

Diez años. Una de las personas que más trabajaron para traer el final de ETA, Jesús Eguiguren, presidente del PSE, dijo: "Lograr la paz va a costar una década". En diez años, la "guerra" de Hernani (1996) se volvió "silencio" (2007), según Jesús Rodríguez, autor de ambos reportajes. Quizá en otros diez solo queden cicatrices.

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Sobre la firma

Jesús Rodríguez
Es reportero de El País desde 1988. Licenciado en Ciencias de la Información, se inició en prensa económica. Ha trabajado en zonas de conflicto como Bosnia, Afganistán, Irak, Pakistán, Libia, Líbano o Mali. Profesor de la Escuela de Periodismo de El País, autor de dos libros, ha recibido una decena de premios por su labor informativa.
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