35 años, 35 historias
El País Semanal es más que una revista; es un punto de encuentro. A lo largo de casi 2.000 domingos vertiginosos, salpicados en dos siglos de nuestra historia, periodistas, escritores y diseñadores, artistas, ilustradores y fotógrafos nos hemos dado cita puntualmente cada siete días en este foro con millones de lectores para conocer mejor el mundo en el que vivimos. El País Semanal es un imprescindible escaparate global en español en el que semana tras semana disponemos, con pasión, orden y belleza, los grandes y pequeños elementos que marcan la actualidad para consumo y disfrute de nuestros leales compañeros de viaje. Somos cómplices de nuestros lectores. Les debemos mucho. Hemos aprendido codo con codo. Hoy todos somos mejores y sabemos más. Y, sobre todo, somos más libres.
La idea de 'El País Semanal" ha sido siempre ir más allá de la noticia y añadir información, análisis y grandes imágenes
Estos 35 años de historias de El País Semanal no son propiedad de una redacción ni de un ramillete de ubicuos informadores; son de todos. De ustedes y nosotros. Es un pedazo de nuestra vida en común. Sin embargo, estos 35 reportajes no son un nostálgico elogio a la longevidad ni exactamente una mirada al pasado, sino una fiesta en torno a las experiencias que hemos compartido; a lo que nos ha pasado en estos años y a los asuntos que siguen marcando nuestra existencia; este número no huele a naftalina; lo puede leer un joven y sentirse inmerso en los acontecimientos que volvemos a retratar como lo hicieron sus padres hace 20 años. Este número no gira en torno a nuestro pasado; es, por el contrario, la pista de despegue hacia el futuro catapultados por las nuevas tecnologías de la información. Lo importante es el contenido, no el contenedor. Este número es el aperitivo de lo que nos queda por ver y hacer. Que es mucho.
Cada uno de estos reportajes tiene total vigencia. Son producto del corazón y la cabeza de un equipo de profesionales. Por eso los hemos seleccionado y se los ofrecemos entre miles de buenas historias que hemos puesto a su disposición en estos años. Son algunos de los mejores. Historias eternas que nunca se agotan y vuelven a fluir cada cierto tiempo: las epopeyas humanas, los líderes del planeta, los héroes anónimos, la naturaleza, las migraciones, las tragedias y catástrofes, el espectáculo y la moda con mayúscula, las tendencias, las gestas humanitarias, el sexo, la literatura y el arte, la épica del deporte, el amor y el odio.
'El País Semanal' nacía en octubre de 1976 dispuesto a dar nuevas respuestas a un nuevo espécimen de ciudadano que acababa de romper con cuatro décadas de dictadura y miraba lejos, hacia delante, con esperanza. Lectores y lectoras hartos de vendas y mordazas que querían saber lo que pasaba en el mundo, fuera muy cerca o muy lejos de ellos. Nuestros caminos se cruzaron en el momento adecuado. A los lectores pioneros se irían sumando a lo largo de los años nuevas generaciones de adictos. La columna vertebral de la revista fue siempre la misma. Desde el primer día, la idea del suplemento dominical de EL PAÍS fue ir más allá de la esforzada noticia que se agotaba a diario entre las páginas del periódico y envolvía pescado a la mañana siguiente en algún mercado del país. El País Semanal llegaba al mundo para, a partir de esa noticia vibrante, pura y dura, añadir información, elementos de juicio, las mejores imágenes y un análisis exhaustivo, y después brindar ese cóctel de forma atractiva a un ciudadano hambriento de conocimiento y decidido a dedicarnos tiempo. Mucho tiempo. Para conseguirlo, para enamorar al lector, para fidelizar al consumidor, había que seguir al pie de la letra las reglas del mejor periodismo. Para empezar, tener grandes temas capaces de enganchar al lector; después, documentación exhaustiva, investigación profunda, las mejores fuentes contrastadas y conversaciones con los protagonistas en el lugar de los hechos. Y para terminar, un complejo trabajo de redacción, comprobación, corrección y edición periodística y gráfica. Todo envuelto en los elementos distintivos de EL PAÍS: rigor, modernidad, europeísmo y una profunda pasión por Latinoamérica.
En un tiempo en que no había televisión privada ni de pago, ordenadores, teléfonos móviles ni Internet, fue posiblemente A sangre fría, el profundo y fascinante trabajo literario-periodístico publicado por Truman Capote en 1966, un punto de inspiración para el bisoño El País Semanal. También estaban entre los padres espirituales los más grandes del reporterismo mundial, desde Gabriel García Márquez, Gay Talese o Chaves Nogales hasta Kapuscinski o Manuel Vicent. Todo envuelto por el manto del gran nuevo periodismo que arrasaba en Estados Unidos, que estaba convirtiendo el reporterismo en un nuevo género donde se sumaban lo mejor de ambos mundos: el periodismo y la literatura. Eran reportajes que se leían como relatos cortos, pero que eran reales. Bien escritos, pero ciertos. El periodista y el fotógrafo de El País Semanal eran testigos de cargo, pero también entraba en escena el lector; aterrizaba en el lugar de los hechos, veía, escuchaba, saboreaba y olfateaba cada situación, y se transformaba en cómplice del reportero en lo que el periodista estadounidense Tom Wolfe definió como El juego del reportaje. En ese nuevo periodismo del fin de semana, el lector era protagonista; tenía un papel estelar; estaba a nuestro lado, en el feudo de ETA; en La Moncloa o La Zarzuela; con Obama o Jomeini, en la cocina de Ferran Adrià, recorriendo con lágrimas en los ojos Nueva York tras el 11-S, luchando por la dignidad de las niñas en Camboya, buscando los últimos linces de nuestro país, en el lecho de muerte de un hombre decidido a morir dignamente o fisgando entre bambalinas el suculento negocio de la alta costura.
Esos rasgos periodísticos que pronto se convertirían en nuestras señas de identidad eran ya evidentes en el primer gran reportaje de aquel primer número de El País Semanal, de octubre de 1976, titulado Abortar en Londres, donde el lector se sumergía en las peripecias de una chica que volaba a la capital británica a interrumpir un embarazo no deseado. Un tema provocador en el que se mezclaban la política, los prejuicios morales y el interés humano, y que representaba un compendio de las intenciones del nuevo producto periodístico de EL PAÍS. Hoy, curiosamente, aquel viejo asunto del aborto mantiene su vigencia y dará muchas historias que contar. Esa era una de las características de ese formato periodístico creado en El País Semanal hace 35 años y que hoy repasamos en pequeñas dosis: se nutre de historias cruciales que, a partir de un desencadenante, se extienden en el tiempo y dan lugar a sucesivos reportajes durante décadas. Así nos encontramos en este número asuntos tan intemporales como la guerra, el terrorismo, el sida, los derechos civiles, la pena de muerte, la inmigración, la solidaridad, la infancia o los derechos de la mujer.
El camino estaba abierto; restaba recorrerlo. Semana a semana. Sin bajar la guardia. Grandes y pequeños reportajes; entrevistas en profundidad; análisis de tendencias; columnas de opinión. Asuntos supuestamente ligeros, como la moda, la gastronomía o la decoración tratados con dignidad. En el esfuerzo para convertir El País Semanal en un medio de referencia global confluiría toda la plantilla de EL PAÍS junto a las mejores firmas de otros mundos, desde los más grandes escritores del planeta, como Mario Vargas Llosa, Laura Esquivel, Richard Ford o Antonio Muñoz Molina, hasta los mejores periodistas por libre. Había sitio para todos. Más allá, a finales de los ochenta, el gran reto de El País Semanal se iba a centrar en el diseño, y sobre todo en la fotografía, que pasaba de ser la actriz secundaria del reportaje a ocupar una posición central en la construcción de cada historia. Las sucesivas e impactantes series de denuncia del fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, sobre los trabajadores y los éxodos del planeta, eran el reflejo de los nuevos tiempos del fotoperiodismo que se estaba reinventando en El País Semanal.
Atisbar el futuro desde la indiscreta rendija del periodismo ha sido desde aquel octubre de 1976 la razón de ser de El País Semanal. Bill Gates debatía hace ya diez años junto a Juan Luis Cebrián el camino que iba a seguir el planeta desde Gutenberg hasta el código binario; en 2003, un joven con síndrome de Down, Pablo Pineda, entraba en la universidad; en 2010, un alcalde para la historia, Pasqual Maragall, demostraba que se podía plantar cara al alzhéimer, y en abril de 2002, un número de El País Semanal totalmente protagonizado y realizado por mujeres celebraba el orgullo de su identidad y gritaba, una vez más, por la igualdad. Solo dos años más tarde, en 2004, antes del triunfo socialista, un grupo de parejas homosexuales reivindicaba su derecho a contraer matrimonio. Con esos elementos, hoy, a finales de 2011, se podría volver a construir un gran número de El País Semanal vigente y actual. Por eso, estas 35 historias de ayer son historias de hoy. Y lo serán de mañana.
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