Movida coctelera
Ansiosos por despojarnos en Madrid de la piel de villa y ganar brillos de corte supertrendy, la coctelería es la pócima mágica que nos vuelve cosmopolitas. Casi cada semana se abre un cocktail bar (así, que suena más cool), hasta con 70 fórmulas a elegir. El cóctel es un deporte social, a todas horas: aperitivo, afterwork, sobremesa, sobrecenas, fiestas... Incluso hay sitios donde proponen comer con atrevidas mezclas que desafían cualquier digestión. En cualquier bar de barrio te sirven un mojito o una caipirinha. ¿Y el gin-tonic? Es omnipresente. Deberían sustituir al oso y al madroño por un vaso como icono urbano.
El imperio de los bartenders (como se autodenominan los camareros-cocteleros, que hace poco celebraban felices su poderío en el salón Millésime) incluye fórmulas de autor, clásicas (no hay que olvidar Del Diego), acrobáticos, sin alcohol, comestibles, con flores carnívoras, de pisco, tequila, mezcal, un gin-tonic infusionado en taza de té (Bristol Bar)... Mezclas canallas de Carlos Moreno (O'Clock), los dry Martini con firma barcelonesa de Javier de las Muelas, la chispa argentina de Diego (Le) Cabrera... Ante tanta movida coctelera imparable, "se mantendrán los buenos y se valorará más el trabajo exclusivo y personal", opina Paco Patón, pionero del asunto con su Glass Bar del hotel Urban. Así que contra la anemia de la hostelería, nueva vida con sangre joven de bebedores adictos al trago largo.