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Tribuna:Adiós a una leyenda de la tauromaquia
Tribuna
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El toreo soñado

Ser torero de toreros, esa es la máxima aspiración. Él lo consiguió y yo siempre me miré en su espejo. Ya desde su debut en Barcelona, Antoñete daba muestras de su proyección, de su calidad. Nos conocimos entonces y nunca dejé de admirarle. Atrevido, de Osborne, el toro blanco, berrendo o como fuera, ¡era precioso! y nos unió para siempre. Pocas veces un animal despierta tanta expectación. Esa tarde, el 15 de mayo de 1966, compartíamos cartel y habíamos ido a la Venta del Batán para ver la corrida. El toro era el centro de atención. La moneda cayó de su lado y juntos pasaron a la historia. Me sentí un privilegiado, pocas veces se ve una conjunción como aquella. Fue la magia llevada al extremo, la pureza elevada a la máxima potencia, un baño de clasicismo, técnica y colocación.

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De mi yerno, Enrique Ponce, dijo que junto con César Rincón y Curro Vázquez harían el torero perfecto. Enrique comparte mi devoción antoñetista. Chenel ha sido objeto de muchas de nuestras conversaciones, con él y sin él, para intentar beber algo de su arte y sapiencia. Como hacía el toreo que yo soñaba, intentaba entrenar con él, impregnarme de su aroma. De salón, en Las Ventas, era un privilegio verle. Pasábamos los inviernos en casa de Atanasio Fernández, donde se le quiso mucho. Nunca se dio importancia y, sin embargo, su sola presencia le convertía en centro de cualquier reunión.

Su labor como comentarista en Digital +, además de ser de gran ayuda para las generaciones venideras, dan fe de su capacidad. Era un superdotado del toreo. Veía las características de cada astado antes que nadie. Donde otros veían problemas, él encontraba soluciones.

Lamento su pérdida como amigo, como admirador y como torero. Nos ha dejado un referente histórico tanto para la afición como para los profesionales.

Victoriano Valencia fue matador y es apoderado de Enrique Ponce.

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