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Funeral en Palestina

Cuando la Asamblea General de Naciones Unidas decida aceptar a Palestina como Estado miembro habrá llegado el momento del funeral de la solución de los dos Estados. Con el apoyo de la inmensa mayoría de los miembros de esta organización, se completará un ciclo iniciado en 1967 que defendía -equivocadamente- la partición, aunque todos sabían que a pesar de esa solución la ocupación proseguiría y que lo único que conseguiríamos -en el mejor de los casos- sería un Israel aún más racista y poderoso al lado de un inútil y fragmentado batustán palestino.

Esta broma macabra está a punto de terminar: bien porque el Gobierno israelí consiga prolongar esa inmunidad internacional gracias a la cual ha conseguido destruir por la fuerza todo aquello que le impide rediseñar a su antojo el mapa de Palestina, bien por la sustitución de las viejas fantasías por nuevas y sólidas verdades acerca de la paz y la reconciliación en Palestina. O quizá lo primero sea condición indispensable para lo segundo. Veremos.

Hay que enterrar la idea ilusoria de los dos Estados. Lo que hay es uno que practica el 'apartheid'
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Algunos políticos occidentales ya están intentando sacar ventaja

Antaño, los muertos eran enterrados con sus objetos y pertenencias más queridos. El funeral del que les hablo seguirá seguramente el mismo ritual. El primer objeto elegido para acabar en la fosa será seguramente ese famoso diccionario que tiene entradas tan conocidas como proceso de paz, única democracia de Oriente Próximo, pueblo amante de la paz, paridad y reciprocidad y una solución humana al problema de los refugiados. Hace ya muchos años que se está elaborando un nuevo diccionario en el que a sionismo le corresponde la definición de "colonialismo", a Israel la de "Estado del apartheid" y a la Nakbah la de "limpieza étnica". Estaría bien que empezara a usarse ya.

Los mapas de la solución muerta descansarán junto a su cadáver: esa cartografía que reduce a Palestina a una décima parte de su territorio original y que en su día fue presentada como un nuevo mapa de la paz. La realidad es que no necesitamos de ningún mapa. Palestina es un país que se extiende desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo. Sus variadas peripecias históricas son algo que tiene que ver con la demografía y no con la geografía. La inmigración de colonos judíos a partir de finales del siglo XIX terminó convirtiéndose en esa mitad de la población que ahora controla a la otra mitad por medio de ideologías racistas y políticas de apartheid.

La paz es la eliminación de esas ideologías y de esas políticas.

Este funeral será útil también para exponer la falacia del movimiento de los indignados de Israel. Durante varias semanas la clase media israelí se congregó para protestar contra las políticas sociales y económicas de su Gobierno, pero, con el fin de mantener a los indignados tan unidos como fuera posible, sus líderes ni siquiera se atrevieron a mencionar la ocupación, la ideología colonialista de su Gobierno o el apartheid. La verdadera causa de todo sería, únicamente, el capitalismo salvaje. Y hasta cierto punto tienen razón: esta ideología imposibilita que el grupo étnico dominante en Israel pueda desfrutar equitativamente del botín conseguido a través de la violación de los derechos y la desposesión de los palestinos.

El funeral nos debería servir para agilizar algunos procesos. Los palestinos tienen que resolver con urgencia el asunto de su representación. Y las fuerzas progresistas judías en el mundo deben apoyar con mayor intensidad el llamado BDS, la campaña por el Boicot, las Sanciones y las Desinversiones. La interrupción en Londres, hace unas semanas, del concierto de la Filarmónica de Israel sorprendió a los israelíes mucho más que cualquier episodio genocida de su propia historia. Pero, según los periodistas que presenciaron los hechos, lo que de verdad les chocó fue la presencia de tantos judíos entre los manifestantes. Estos periodistas son los mismos que no hace mucho describían a los activistas del BDS como terroristas y extremistas de la peor clase. La mini-Intifada del Albert Hall sirvió para trastocar sus puntos de vista.

Ha llegado el momento de pasar a la acción e impulsar la idea de un solo Estado.

Si la relación entre judíos y palestinos ha de plantearse sobre una base justa y democrática, no podemos aceptar ni los viejos y ya enterrados mapas de los dos Estados ni su lógica de partición.

La partición, en todo caso, tendría que hacerse entre los judíos que quieren una reformulación de la relación, un cambio de régimen y un estatus idéntico al suyo para sus convecinos y aquellos que no quieren nada de esto. Hay datos sorprendentes a este respecto: si uno estudia el material político y humano que conforma en 2011 el Gran Israel, ve que la voluntad de diálogo es más clara fuera que dentro de la Línea Verde.

Un diálogo interno que facilite el cambio de régimen, la cuestión de la representación palestina y la campaña BDS son iniciativas que forman parte del mismo esfuerzo por conseguir la justicia y la paz en Palestina. Lo que ahora vamos a enterrar -el proyecto de los dos Estados- fue siempre un obstáculo en el camino hacia este gran objetivo.

Ilan Pappe es catedrático de Historia y director del Centro Europeo de Estudios Palestinos en la Universidad de Exeter. Traducción de Pilar Salamanca.

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