Los yemeníes desafían al régimen pese a la represión
Al menos 16 muertos en las protestas del fin de semana
Los yemeníes volvieron a desafiar ayer a las fuerzas de seguridad del régimen que tratan de evitar que extiendan su protesta más allá de la acampada en torno a la plaza de la Universidad, en Saná. Siguiendo las consignas del Comité de la Revolución, decenas de miles de manifestantes marcharon hacia las posiciones de la Guardia Republicana y la Seguridad Central, que de nuevo les recibieron a tiro limpio. Al menos cuatro activistas y dos soldados de la desertora Primera División Acorazada murieron en la refriega, según fuentes médicas.
"Son sobre todo los civiles armados que apoyan al régimen los que disparan contra los manifestantes", explicó por teléfono un simpatizante de la revuelta popular que desde enero intenta derrocar al presidente Ali Abdalá Saleh. Según la fuente, "no ha habido más víctimas porque los soldados de la Primera División han frenado a los jóvenes". Esa fuerza, al mando del general Ali Mohsen, se pasó a los insurrectos con su jefe en marzo a raíz del viernes negro en el que medio centenar de personas murieron por disparos de francotiradores.
Las fuerzas de seguridad recibieron a los manifestantes a tiro limpio
La ONU discute el martes la resolución para forzar la salida de Saleh
Desde entonces, la Primera División ha rodeado la acampada por el cambio protegiendo a los jóvenes activistas, que pueden manifestarse sin problemas dentro de ese perímetro. Pero eso ha ido limitando el eco de sus protestas y dividido al movimiento anti-Saleh entre quienes quieren forzar las líneas rojas y quienes consideran que el precio de sangre es demasiado alto, como se ha probado cada vez que lo han intentado.
Esta semana, sin embargo, el Comité Coordinador de la revolución, como los yemeníes denominan a su levantamiento, ha decidido intensificar las protestas para llamar la atención del Consejo de Seguridad de la ONU, que mañana va a debatir sobre Yemen. Ante la negativa de Saleh a aceptar el plan de transición del Consejo de Cooperación del Golfo, Reino Unido, con el apoyo de Francia y EE UU, ha redactado una resolución que le insta a dejar el poder. Después de nueve meses en la calle, los yemeníes han puesto su esperanza en ese gesto internacional.
Saná había amanecido inusualmente desierta después de la sangrienta jornada del sábado, en la que una docena de manifestantes resultaron muertos y tres centenares heridos. "Esta mañana casi no había transporte público y las tiendas estaban cerradas", contaba un residente. Eso no desanimó a muchos activistas que acudieron andando hasta la plaza del Cambio (como han rebautizado a la plaza de la Universidad) para participar en la nueva marcha, aunque su número no alcanzó los 300.000 que se estimaron el día anterior.
"Ni inmunidad, ni garantías. Saleh y sus acólitos deben ser juzgados", coreaban los manifestantes. "Gente del mundo libre: Saleh debe ser juzgado", insistían. Hasta que los disparos de las fuerzas gubernamentales trocaron sus consignas en gritos de pánico y llamadas de socorro. Los soldados de la Primera División, que iban abriéndoles paso, respondieron con sus armas y se enzarzaron en un combate del que aún se oían coletazos a última hora de la tarde.
Tal vez nervioso ante la posibilidad de una condena de la ONU, Saleh criticó ayer a los diplomáticos extranjeros por dar una imagen falsa de la realidad de su país. "Se han dejado confundir por la oposición", declaró en un discurso ante militares retransmitido por la televisión estatal.
En Taiz, la capital cultural de Yemen, donde también se había convocado una marcha, se registró la primera mujer muerta en las protestas. Aunque otras han fallecido por disparos o bombardeos, Aziza Ozman Ghaleb, de 52 años, es la primera que resulta alcanzada mientras participaba en una manifestación. A pesar de su activismo, las yemeníes suelen quedarse en un segundo plano cuando se producen enfrentamientos.
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