Energía nuclear, ya no
Pienso sinceramente que la industria nuclear solo tiene una razón de ser: producir el máximo beneficio económico para las élites de las grandes eléctricas, cuyos componentes no viven cerca de centrales nucleares. El origen de esos beneficios provoca un riesgo cierto, como hemos podido comprobar con la crisis japonesa, que pagamos toda la sociedad en la actualidad y cuya terrible herencia pesará en las futuras generaciones.
Otra forma de producir energía eléctrica es necesaria y, sobre todo, posible. Para ello es imprescindible abordar la cuestión desde tres perspectivas complementarias. Uno, crear una auténtica cultura social del ahorro energético. Dos, incentivar la generación energética a través de tecnologías compatibles con la naturaleza y la seguridad humana, solar y eólica, fundamentalmente. Y tres, profundizar en medidas de ecoeficiencia tecnológica.
También querría destacar la necesidad de clausurar las centrales nucleares españolas, empezando por Garoña y siguiendo por las demás a través de un calendario de cierre. Es falso que las condiciones geofísicas de nuestras centrales omitan toda posibilidad de desastre nuclear. Como ya se ha visto, la naturaleza es impredecible; pero es que, además, ocurre que si bien el diseño de estas centrales puede soportar determinados movimientos orogénicos, no es menos cierto que buena parte de ellas están próximas a otras grandes infraestructuras, como por ejemplo grandes presas, que en modo alguno lo están, abundando, todavía más, en sus riesgos potenciales. Por último, considero necesario apuntar el oscurantismo informativo de la industria nuclear, que está compareciendo ante la justicia sobre la fuga de la central nuclear de Ascó (Tarragona), mientras varios escolares visitaban la instalación.
Hay cosas absolutamente inaceptables. La única solución es retomar el camino de la sensatez y cerrar todas las centrales nucleares.
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