El fracaso
Hace un par de años publiqué un artículo como este sobre el hambre en el mundo y un lector me dijo que había sido el menos valorado en Internet de todos mis textos. Yo no miro habitualmente las puntuaciones de la Red (no porque me den igual, sino porque me afectan) y no sé si el lector tenía razón al decir que era un récord, pero lo cierto es que aquel artículo había sido poco votado y probablemente poco leído. Creo que con solo asomarse al tema de la hambruna la gente emigraba rápidamente.
Nos parece que ya sabemos todo de ese desagradable asunto (niños agonizando, barrigas hinchadas, ojos angustiados llenos de moscas) y que además es algo tan lejano y habitual que no podemos hacer nada, salvo mirar para otro lado y ahorrarnos el mal trago.
Pero, verán, es que no es tan lejano: el Cuerno de África, en donde hay 12 millones de personas en condiciones críticas, está a cinco horas de vuelo de Madrid. Tampoco es tan habitual: después de la última hambruna oficial (1992, Somalia, 300.000 muertos), la comunidad internacional creyó que ese horror ya no podría repetirse. Pero aquí estamos otra vez: la nueva hambruna se decretó en julio, después de las tres cosechas más grandes de la historia. Es decir, ha vuelto a suceder por desidia, por una mala gestión de los recursos. Ahora mismo hay en Somalia 750.000 personas en riesgo inminente de morir de hambre, la mayoría menores de cinco años. De hecho, cada día fallecen 300 niños. Y lo más terrible es que puede evitarse. Hay un tratamiento nutricional desarrollado en los años noventa que solo cuesta 40 euros y salvaría sus vidas. Pero solo acceden al tratamiento un 9% de los niños con desnutrición severa.
¿Cómo es que hablamos tanto del derrumbe de las Bolsas y no hablamos de esto? Es el fracaso del mundo. (Para ayudar: www.accioncontraelhambre.org).
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