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Los rebeldes hallan una fosa con los restos de la mayor matanza de Gadafi

El Gobierno interino pide ayuda internacional para identificar 1.270 cadáveres

Francisco Peregil

En Libia era un secreto a voces que el 28 de junio de 1996 más de 1.270 presos habían muerto ametrallados en la cárcel de Abu Salim, en las afueras de Trípoli. Unos decían que la matanza se perpetró solo en dos horas y media, otros calculaban que fueron cuatro... Pero nadie tenía pruebas de nada. Los reclusos se habían amotinado pidiendo una mejora en sus condiciones de vida. Llegaron a tomar dos rehenes y a uno de ellos lo mataron, según reveló más tarde un antiguo preso a la organización Human Rights Watch.

Y de pronto, después de aquella revuelta, los presos desaparecieron. Ni contestaban a las cartas ni se permitió visitarles ni enviaban mensajes a través de terceras personas. Durante cinco años muchos familiares siguieron llevándoles alimentos que los funcionarios fingían entregar. Seis años después, el Gobierno empezó a informar a algunas personas de que sus parientes habían muerto, pero no les decían cómo. En 2009, los familiares empezaron a manifestarse en silencio con las fotos de sus allegados. Y el pasado 15 de febrero, dos días antes de que estallara la revuelta en Bengasi, fue detenido Fathi Terbil, abogado de los familiares y hermano de uno de los muertos. Su detención espoleó aún más la ira de los manifestantes.

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Jaled Sharif, portavoz militar del Gobierno interino en Trípoli, anunció ayer que por fin habían encontrado el lugar donde se hallan sus cadáveres. Acompañado por un antiguo preso de Abu Salim y por un médico forense, Sharif explicó que los "mártires" habían permanecido enterrados dentro de la prisión desde 1996 hasta 2000. Y de allí habían sido trasladados y enterrados de nuevo junto a la cárcel, en una fosa común custodiada por el régimen de Gadafi. Ayer, lo que se pudo apreciar sobre el terreno no era una fosa, sino una explanada polvorienta de unos 100 metros cuadrados en la que los rebeldes habían dispuesto tres pequeños montones de huesos sobre hojas de papel. Pero escarbando aquí y allá, salían a la luz más huesos y trozos de la ropa a rayas que vestían los antiguos presidiarios.

El doctor forense Salen Veryani indicó que la tarea de identificarlos iba a ser difícil, dado que los restos habían sido enterrados dos veces. "Comprendemos la prisa de los familiares por saber la verdad. Pero esto puede durar años. Por eso solicitamos la ayuda internacional".

El antiguo preso Salim Albaryani explicó sobre el terreno cómo era la vida en aquellas celdas de seis metros cuadrados donde vivían 20 personas. "Nos daban una comida al día y pasaban lista pegándonos con un cazo en la cabeza. Era una muerte lenta. Nos manifestamos primero el 27. Ese día hirieron a 20 y mataron a siete. Yo fui uno de los heridos, me dieron dos balazos en la pierna. Nos dijeron que aceptaban nuestras peticiones, que nos volviéramos a la celda. Pero nos engañaron. A los heridos nos llevaron a otro sitio, sin atendernos. Y al resto los mataron".

Salim Albaryani había entrado en 1995 en Abu Salim, un año antes de la matanza. Estaba condenado a muerte y, después de 16 años, salió en agosto, cuando lo liberaron los rebeldes. "Aquellos 1.270 compañeros eran en su mayoría gente joven, estudiantes. Lo único que querían era un juicio justo y vivir bien. Era lo mismo que reivindicaba la gente de la revolución del 17 de febrero".

El oficial Jaled Sharif informó ayer de que el Consejo Nacional de Transición libio tiene detenidos a varios responsables de la matanza, aunque no especificó cuántos "por razones de seguridad". Aclaró el citado militar que todavía faltan otros por detener y que todos recibirán un juicio justo cuando la investigación concluya.

La investigación tendrá que resolver muchos puntos oscuros. Porque aún no ha aparecido ningún testigo que viese a los reclusos morir tiroteados. Hay alguien, Husseín al Shafa'i, entrevistado por la organización Human Rights Watch, que asegura haber presenciado cómo seis miembros de fuerzas especiales disparaban desde los tejados. Pero no vio a las víctimas.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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