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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Josep Maria Sarriegui, periodista, profesor de inglés y filósofo

Josep Maria Sarriegui estudió Filosofía, fue profesor de inglés y finalmente ejerció el periodismo durante casi tres décadas con pasión y rigor hasta que la muerte le salió al paso ayer, a los 50 años, en el estreno del otoño, en su ciudad, Palma de Mallorca. Colaborador de EL PAIS, especialmente del Ciberp@is, Babelia y el Quadern, falleció víctima de un tumor cerebral que se le declaró hace tres años.

Txema Sarriegui (1961) fue allumno en la Universidad UIB de Palma de Alberto Saoner, un profesor al que sus discípulos y colegas convirtieron en mito. Se licenció en la Universidad de Barcelona, donde fue seguidor de Xavier Rubert de Ventós, Jordi Llovet y Eugenio Trías. Contactó con otra personalidad de calado, Camilo José Cela, con el que siguió sus clases de doctorado. Con Camilo Jose Cela Conde, el hijo del anterior, trabajó su tesis doctoral, que versó sobre aspectos de la literatura de Thomas Mann. Publicó un libro sobre Joan Miró, La vocación celeste de Miró, y articuló para la editorial de Basilio Baltasar el nutrido Diccionario de Artistas de Baleares.

Anticipó las puertas y rutas de las nuevas tecnologías y las redes sociales

Vivió ante el mar en Es Molinar y Can Pastilla con el banderín local de ser el hijo del químico José Ramón Sarriegui, que elaboró la fórmula de la famosa bebida mallorquina Laccao. No lejos de la playa, en el colegio de La Porciúncula, trabajó con el padre Ribot.

Dejó la docencia por su pasión por contar y analizar y optó por ligar su vida a la complejidad de los diarios. Puso su ojo tranquilo sobre la piel de arte y analizó la eclosión de las nuevas plásticas en Diario de Mallorca, después en la sección de Política de El Día de Baleares, que ahora es El Mundo, donde coordinó las páginas de opinión. Allí coincidió con Joan Pericàs, otra vida breve de una generación de periodistas mallorquines comprometidos, que ha quedado mutilada con otras muertes recientes de Sebastià Verd, Carles Canals y Pep Rosselló.

Sarriegui dejó muestras de su capacidad de indagar y anticipar las puertas y rutas de las nuevas tecnologías y redes sociales. Se instaló en Madrid a mitad de los noventa. En Babelia reseñó exposiciones, en el suplemento Terra habló de la ecología en Internet y en el de Negocios abordó la cara humana de la empresa. Retornó a Mallorca para estar cerca de sus padres, mayores.

Una noche en la presentación de una exposición en el CCC de Andratx, se desmayó, tuvo un síncope. Allí, entre artistas y críticos se le apareció la huella del cangrejo. No dejó de escribir y comenzó su combate y la cuenta atrás. Sarriegui quiso ver a una decena de sus amistades y compañeros para despedirse con serenidad y directamente, sin dramatismo, mirando los tejados viejos y el cielo calimoso de una tarde agosteña de Palma desde la ventana de su habitación del Hospital General. Entonces explicitó su firme deseo de llegar al final con dignidad y sin artificios. "A lo que venga", dijo.

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