El romanticismo portátil
Resulta un tanto espinoso aceptar el lugar común que considera al estudio Ghibli como el equivalente japonés de la Disney, pero, en ocasiones, entre ambas firmas hay afinidades que van más allá de su condición de modelo canónico en las respectivas tradiciones del anime y la animación occidental. En los dos catálogos aflora, de manera intermitente, una gratificante tendencia anglófila que, con Arrietty y el mundo de los diminutos, culmina en feliz encrucijada: Ghibli y Disney comparten, finalmente, a una misma autora, la británica Mary Norton, que abrió su carrera literaria sobre el telón de fondo de la Segunda Guerra Mundial y cuyos primeras obras sirvieron de inspiración a La bruja novata (1971) de Robert Stevenson, considerada un clásico menor quizá por su condición de película híbrida, entre la animación y la imagen real.
ARRIETTY Y EL MUNDO DE LOS DIMINUTOS
Dirección: Hiromasa Yonebayashi. Dibujos animados. Japón, 2010. Duración: 94 minutos.
Lo mejor está en los detalles: la mirada sobrecogida sobre una colosal cocina
Arrietty y el mundo de los diminutos adapta el primer libro de la serie Los incursores (1952- 1982), que se completó con otros cuatro títulos y que ha contado, hasta el momento, con dos adaptaciones televisivas y una cinematográfica: The Borrowers (1997) de Peter Hewitt, heterodoxa película infantil que se tomaba más libertades con el material de partida que la presente lectura animada que propone Hiromasa Yonebayashi. Veterano animador de la escudería Ghibli, Yonebayashi debuta en la dirección con un trabajo que no alcanza la excelencia de los incontestables maestros Hayao Miyazaki e Isao Takahata, pero que recoge ecos de algunos de los títulos mayores del estudio, como Mi vecino Totoro (1988) y Ponyo en el acantilado (2008). Arrietty y el mundo de los diminutos comparte con ambos precedentes una aproximación a lo fantástico como segunda piel -y no ruptura- de la realidad. La película también podría ser la respuesta adolescente a ese curso de amor fou contado a los niños que fue la extraordinaria Ponyo...: lo que se acaba apoderando del relato es la historia romántica que une a un adolescente enfermo del corazón y una chica diminuta obligada a lidiar entre su imperativo supervivencia y su irrefrenable curiosidad.
Sorprende encontrar en una película de animación infantil escenas como la del diálogo, recorrido por el fatalismo, en el que el protagonista habla de la condición de especie en extinción de Arrietty y los suyos, pero lo mejor está en los detalles: en la mirada sobrecogida sobre una colosal cocina o en esos instantes en que la cámara parece capturar el vuelo de un insecto al azar.
Babelia
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