Borrarse del mapa

Son muchos los venezolanos que prefieren no existir, desaparecer, no dejar huella alguna en ninguna parte. Por lo menos de manera oficial. De ahí que se nieguen a figurar en el censo que actualmente se realiza en su país. Llega el agente, toca amablemente el timbre, prepara las preguntas... y lo que recibe es un portazo. ¿Por qué?

La cosa no va contra los entrevistadores, desde luego. Son personas que han encontrado un trabajo y que procuran sacarlo adelante: les pagan menos de dos euros por cada encuesta realizada, pero tienen que correr con los gastos de transporte y alimentación e insistir por lo menos tres veces en los hogares donde no quieren responder.

Y esa es la parte más dura del trabajo. Los portazos los reciben porque muchos venezolanos, esos que quieren borrarse del mapa y no salir en el censo, tienen miedo. Y lo tienen por algunas experiencias pasadas. Temen, por un lado, las expropiaciones: si te tienen localizado, piensan, igual te quitan lo que tienes. Y, por otro, se acuerdan de la Lista de Tascón. Es el nombre de la base de datos que incluía a cuantos solicitaron en 2003 un referéndum revocatorio contra Hugo Chávez. Los que estaban apuntados allí perdieron su trabajo en la Administración pública.

Así que nada de preguntas. Algunas de las del censo causan malestar, como la que pretende saber cuántas habitaciones utilizan las personas de cada hogar para dormir. Vuelven a tener miedo: consideran que Chávez es capaz de llenarles los sitios vacíos de la casa con gente que no tenga sitio donde poder cobijarse.

Viejos fantasmas, típicos de las clases medias. Preguntas como esa, sin embargo, se ajustan a los estándares internacionales y sirven, por ejemplo, para medir el hacinamiento. Cuando un régimen, y es el caso del de Hugo Chávez, ha sido arbitrario y ha abusado de sus prerrogativas y se ha saltado las leyes cuando le ha venido bien... termina por generar desconfianza entre los ciudadanos. El censo se realiza en Venezuela cada 10 años y, entre otras cosas, sirve para la conformación de los distritos electorales. Así que todos esos que se están borrando podrían ayudar, si figurasen, a que ganara la oposición. El miedo, pues, es siempre mal consejero.