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Gadafi se declara dispuesto a negociar la entrega del poder

El Gobierno rebelde responde que el dictador debe ser juzgado junto a sus hijos

Muamar el Gadafi puede influir en el futuro próximo de Libia solo si sus leales siguen perpetrando las horrendas carnicerías que cometieron cuando los sublevados contra su dictadura de 42 años se lanzaron a conquistar Trípoli, hace 10 días. Políticamente, es historia. Puede permanecer en una guarida durante un tiempo, como hizo el tirano iraquí Sadam Husein durante ocho meses. Pero ya nadie considera sus tretas.

El portavoz del autócrata, Musa Ibrahim, telefoneó ayer desde un lugar desconocido a la agencia Associated Press para proponer un Gobierno de transición que sería negociado por Saadi, uno de los hijos del tirano. La respuesta fue contundente. "No tiene ningún sentido. El camino está claro para nosotros. Gadafi y sus hijos son buscados por la justicia libia y el Tribunal Penal Internacional", declaraba a este diario Abderrahim el Keib, uno de los 31 miembros del Consejo Nacional de Transición (CNT), el Gobierno de los rebeldes que desde la madrugada de ayer ocupa el asiento de Libia -expulsada en febrero por la represión desatada por Gadafi- en la Liga Árabe.

El portavoz del CNT dice que el coronel será detenido "muy pronto"
Cuatro barcos llegan al puerto de Trípoli con ayuda humanitaria
El Consejo creará un tribunal para los crímenes cometidos desde febrero
"Cuesta encontrar agua, alimentos y gasolina, pero soy libre", dice un libio

La propuesta de Gadafi, teñida de desesperación, es síntoma de que se siente derrotado, aunque ayer la OTAN bombardeara una lanzadera de misiles en Sirte, ciudad natal del sátrapa, a 450 kilómetros al este de la capital y a la que se aproximan desde Bengasi los insurgentes. Gadafi ha rebajado su habitual tono desafiante. Hasta hace pocos días, llamaba "ratas" y "matones" a los rebeldes y su hijo Saadi amenazaba con convertir "Trípoli en un mar de sangre". No hubo la más mínima fisura en el CNT. "Gadafi y sus hijos son criminales y serán detenidos muy pronto", aseguraba ante los periodistas su portavoz, Mahmud Shaman.

El excéntrico líder no tiene más opción que la fuga permanente o el refugio en algún país dispuesto a acogerle. Sus relaciones con los dictadores del Magreb y de Oriente Próximo siempre fueron estridentes (insultos y gestos despectivos incluidos). Si nunca gozó Gadafi de demasiada influencia entre los países árabes, ya no es nadie. El jefe del Gobierno rebelde, Mahmud Yibril, fue acogido con una calurosa ovación en la reunión de la Liga Árabe celebrada en El Cairo, sede de la institución en la que ya ondea la bandera roja, negra y verde de la Libia monárquica. Yibril imploró a los ministros de Exteriores que aceleraran la entrega de ayuda humanitaria y contribuyeran a liberar los fondos congelados del régimen en el extranjero, que ascienden a 110.000 millones de dólares.

Ayuda humanitaria -material médico, agua, pañales y paquetes para higiene personal- llegaba al puerto de Trípoli ayer a bordo de cuatro buques. "Estos barcos también atracaban cuando Gadafi dirigía el país", decía Hisham Zughni, empleado de la Cruz Roja Internacional mientras descargaba un cargamento de Unicef. A pocos metros, otro buque se preparaba para zarpar con 1.200 emigrantes a bordo, 800 de ellos egipcios.

La ayuda humanitaria es solo un parche. El CNT afronta una misión ciclópea. La situación de Libia es catastrófica, por el abandono de décadas y por los destrozos causados a las infraestructuras tras seis meses de guerra. Pero a los tripolitanos les importa un comino. Explicaba un adulto: "Cuesta encontrar agua, faltan los alimentos y la gasolina. Pero puedo hablar contigo. Soy libre". Los libios de a pie han dado muestras sobradas de civismo, a pesar de su escasa cultura política. Nunca se han escuchado noticias de pillaje. Preocupan en la era pos-Gadafi las venganzas personales por motivos que poco tienen que ver con la política, los ajustes de cuentas por la represión ejercida por matones del régimen, las rivalidades tribales... La coyuntura es peliaguda porque miles de hombres se apoderaron de armas para derrocar al dictador, y será difícil que entreguen sus Kaláshnikov en estas circunstancias. No obstante, el CNT tiene en mente prioridades inaplazables.

En primer lugar, la creación de un Ejército, tarea complicada dado el deplorable estado al que Gadafi redujo las fuerzas armadas, reemplazadas por las brigadas comandadas por sus vástagos. El Consejo informó de la constitución de un tribunal especial para juzgar los crímenes cometidos desde que en febrero nació la revuelta en Bengasi, y que no extraditará a Abdel Basset al Megrahi, condenado por el atentado aéreo de Lockerbie, en 1988. "No entregaremos a ningún ciudadano libio a Occidente", declaró el ministro de Justicia, Mohamed al Alagi. "Ya fue juzgado una vez. Nosotros no entregamos a ciudadanos libios. Gadafi sí lo hizo", concluyó. Al Megrahi, cuyo paradero era una incógnita desde hace una semana, está en Trípoli, según su hijo "en estado comatoso" y "al borde de la muerte", informó anoche la cadena de televisión CNN, que le localizó en el domicilio familiar.

Los disparos y explosiones apenas se escucharon ayer en Trípoli, que recupera su latido. El tráfico, todavía escaso, reaparece; algunos comercios abren sus puertas pese a la carencia de productos; las instalaciones petroleras se ponen a punto, aunque se necesitarán meses, si no años, para recuperar la producción de 1,6 millones de barriles diarios. Y, ya instalados en la capital varios miembros del CNT, ayer se preveía la llegada de algunos más de sus 31 componentes. "Al presidente le pediremos que viaje a Trípoli cuando la seguridad pueda garantizarse", explicaba El Keib. Hasta el sábado, todavía se disparaba contra el hotel donde se alojan varios dirigentes del Consejo.

Refugiados, en su mayoría egipcios, embarcan con destino a Bengasi, ayer en el puerto de Trípoli.
Refugiados, en su mayoría egipcios, embarcan con destino a Bengasi, ayer en el puerto de Trípoli.ULY MARTÍN

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