Seres del otro mundo
La antigua barriada de las Ánimas de Sants invita a creer en lo sobrenatural
Hoy este lugar es poco más que un senderito umbrío, un paisaje de otra época, algo pintoresco. Solo echando un vistazo ya es posible notar el acentuado contraste con su entorno. A pocos pasos se encuentra la Carretera de Sants y la Rambla del Brasil, todo tránsito, bullicio y actividad comercial. En cambio, aquí, en apenas unos metros se arracima un conjunto de pasadizos estrechos, bautizados como Miguel Ángel, Rodríguez, Canonge Pibernat, Sant Feliu de Guíxols y el corredor secreto y sin nombre que sale de esta última calle, ensombrecido por un gran árbol. Les aseguro que darse un paseo por sus aceras -cada vez con menos casas originales-, aún permite hacerse una idea muy aproximada de cómo debía de ser este barrio cuando todavía era un pueblecito cercano a Barcelona.
Un fuerte aguacero derribó una de las paredes, desparramando cadáveres recientes
Fruto del ambiente, en este sector del barrio había varias casas con fama de encantadas
Estamos en la antigua barriada de las Ánimas de Sants, cuya arteria principal era el actual callejón de las Ánimas; un angosto pasaje en zigzag que termina abruptamente al doblar una esquina, convertido en la calle de Fisas. Su nombre se debe a una serie de circunstancias imposibles de rastrear sobre el terreno. Para entender su denominación hay que retroceder más de 100 años. Entonces no existía el Cinturón de Ronda, y en la intersección con la Carretera de Sants había una plaza, la de la Vila; más tarde bautizada de la Constitución, y después de Víctor Balaguer. Aunque el vecindario siempre la llamó plaza del Niño, porque había una fuente rematada con un querubín, actualmente en Can Mantega.
En aquellos tiempos la plaza de Víctor Balaguer albergaba el Ayuntamiento de la localidad. Unos metros más allá se encontraba el Hostal del Rei, en la esquina entre la Carretera de Sants y Carreras Candi. Y más lejos, un buen trecho dentro de Hospitalet, estaba el nuevo cementerio de Sants. Al cerrar el antiguo -hoy centro cívico de las Cotxeres-, no encontraron suelo disponible en su propio municipio y tuvieron que comprar una parcela en el de al lado. Así, en 1880 se inauguraba el actual camposanto, al que unos meses después, la acción combinada de un fuerte aguacero y un rayo derribó una de las paredes, desparramando cadáveres recién enterrados por la vía pública. Los planos eran de Jaume Gustà i Bondia, el mismo arquitecto que haría el nuevo ayuntamiento de Sants, en Hostafrancs (seguían justos de terreno).
A los difuntos del pueblo se les hacía el funeral en la iglesia de Santa Maria, y el párroco les acompañaba a la plaza del Niño, desde donde eran trasladados -a través de este callejón y después campo a través-, hasta el vecino cementerio. Eso creó una serie de tradiciones y leyendas populares, todavía vivas cuando yo era un niño y residía por estos andurriales. Las abuelas contaban que antaño, por la noche se veían fuegos fatuos que danzaban en los descampados. Como en muchas otras poblaciones, el barrio de las Ánimas era aquel que estaba más cerca del camposanto. En la Carretera de Sants, esquina con la actual Rambla del Brasil, había una casa de dos pisos -desaparecida hace un par de décadas-, cuya planta habitaba un taller de ebanistería. Su fachada lucía un mosaico del siglo XVII en el que relucían las llamas del Infierno, y en ellas unos desdichados implorando hacia el Altísimo. Una inscripción aclaraba que eran las almas del Purgatorio, muchas de las cuales se creía que penaban por estos caminos.
Fruto del ambiente, en este sector del barrio había varias casas con fama de encantadas. En el abandonado Hostal del Rei se oyeron voces nocturnas hasta el día que fue derrumbado y en el solar levantaron un nuevo edificio. En la calle del Canonge Pibernat residió una vidente famosa durante la posguerra, y se contaban encuentros con misteriosas luces en sus inmediaciones. La misma casa de Ventura Plaja en la que residió muchos años mi familia materna tenía sus peculiaridades. Según parece, cuando la alquilaron -en 1939-, llevaba muchos años deshabitada y nadie quería ir a vivir allí. Mi abuela hablaba de una presencia, indefinible e invisible, que parecía acompañarla en determinadas ocasiones y que, más de una vez le dio un susto de órdago. Tengo la sensación de que, con tanta viuda y tanto muerto, el franquismo generó una cantidad espeluznante de historias sobre fantasmas. No obstante, les recomiendo que se acerquen una noche a la barriada de las Ánimas y sientan el ambiente. Pase lo que pase, será extraordinario.
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