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Reportaje:Arte

Robots escultores

La Bienal de Venecia expone una obra viva que interactúa con su entorno

Dos robots esperan que salga una bolita negra para pegarla según un esquema basado en los juegos de luz y sombra provocados por el deambular del público. La instalación Outside Itself del artista argentino Federico Díaz es uno de los centenares de proyectos de la Bienal de Venecia, pero el único con robots.

"Me interesaba trabajar con algo que no se ve, por ello elegí la luz. Delante de los robots hay un área donde los movimientos de la gente son analizados por sensores. Cada esfera representa un fotón y la luz cambia según la presencia de los visitantes, el color de su ropa o la hora del día", explica Díaz, que para realizar el proyecto tuvo que diseñar un software, bautizado como Real Flow.

Gracias a este programa, los robots cogen una bolita cada 26 segundos, unas 1.500 cada 12 horas, 400.000 en los casi cuatro meses de la muestra. "El ritmo de crecimiento de la escultura depende de la cantidad de visitas. Como la sociedad, la instalación refleja constantemente su propio hábitat", indica su autor. El resultado final se podrá ver el 30 de septiembre, cuando los robots abandonen Venecia, pero ya se puede intuir que la escultura tendrá líneas sinuosas y formas orgánicas y moleculares.

En el Massachusetts Museum of Contemporary Art, los robots interactuaron con el propio edificio, creando una especie de ola gigantesca que desde el suelo se estrella en la fachada, alcanzando el segundo piso.

Díaz representó su país en la Expo de Shanghai con LacrimAu, donde los sensores colocados en una lágrima humana, reproducida en oro, monitoreaban las ondas cerebrales de los visitantes (que entraban de uno en uno) y las traducían en un aroma.

Obra del argentino Federico Díaz.
Obra del argentino Federico Díaz.

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