El turista 'low cost' también llega en crucero a Barcelona
Más de 31.000 viajeros transitaron ayer por el puerto de la ciudad - Muchos contratan excursiones y hoteles, pero otros apenas gastan algún euro
"Teníamos buenas expectativas para hoy, porque nos habían dicho que se batía un récord de cruceristas en la ciudad, pero la verdad es que no se han dejado ver mucho, y comprar, todavía menos", se lamentaba ayer la dueña de uno de los puestos de artesanía instalados en la parte baja de La Rambla de Barcelona. Tampoco los trabajadores del Bus Turístic sabían dónde se habían escondido los 31.000 cruceristas que, según el Puerto de Barcelona, disfrutaban de la ciudad. "Nos habíamos preparado para recibirlos en masa y la verdad es que está siendo un día tranquilo", comentaba una taquillera. "Ayer hicimos más de 12.000 euros de caja. Hoy son casi las dos y no llevamos ni 1.000 euros", calculó. "A ver si se anima un poco esta tarde", pedía.
Barcelona se ha convertido en el primer destino más visitado por los cruceristas en Europa y el cuarto del mundo, solo por detrás de tres puertos de Florida (Miami, Everglades y Canaveral). El año pasado desembarcaron en la capital catalana 2,3 millones de viajeros, el 243% más que hace una década. ¿Son estos turistas la nueva gallina de los huevos de oro? No todos. Los que eligen barcos que tienen su base en Barcelona (que empiezan y terminan su recorrido en la ciudad), como los gigantes Liberty of the Seas o el Carnival Magic, a veces pasan una o dos noches antes de comenzar la travesía. Sin embargo, la visita de muchos se limita a un paseo de unas horas. Los hay que no se dejan en la ciudad ni un euro.
"Es cierto que ahora vienen viajeros con menos poder adquisitivo", reconoce Francesc Grau, responsable de operaciones de Creuers del Port de Barcelona. "Pero las compañías invierten mucho y algunos de los cruceristas que ahora vienen solo de visita unas horas, vuelven después a la ciudad, porque les ha gustado lo que han visto y se han quedado con ganas", recuerda. "Lo importante es que este verano el turismo está siendo estratosférico. Algunos vienen con la cartera más vacía, pero otros no reparan en gastos", zanja el dueño de una tienda de souvenirs de La Rambla.
A las 11.30 de la mañana una pareja y su hijo cruzan a pie el puente Europa, que separa las modernas terminales de cruceros de la ciudad. El calor cae a plomo. Pero hacen el recorrido hasta Colón caminando. "Así se ahorran pagar la carrera hasta el centro o incluso el autobús del puerto, que vale tres euros", señala con sorna Germán, un taxista que espera cerca del World Trade Center. Reconoce, aun así, que la llegada de tantos cruceristas es un balón de oxígeno para su sector, en pleno mes de agosto.
Lo cierto es que uno de los mayores atractivos de Barcelona como destino de cruceros es precisamente el mismo que la hace más débil a la hora de generar negocio: los barcos atracan muy cerca de la ciudad, no como, por ejemplo, ocurre en Roma, donde las terminales están a 70 kilómetros del centro. En la capital catalana, los viajeros, aunque solo estén unas horas, pueden disfrutar de más tiempo para las visitas. Pero también pueden prescindir, si así lo desean, de taxis, excursiones e incluso de realizar gasto en restaurantes.
El mundo de los cruceros es como el de los hoteles: los hay de tres estrellas y de cinco gran lujo. Del mismo modo, hay cruceristas que contratan guías turísticos privados, mientras que otros se pegan un atracón a la hora del desayuno en el barco para evitar después dispendios. El único estudio que circula en el sector es uno de Turismo de Barcelona, que asegura que el año pasado los 2,3 millones de cruceristas dejaron en la ciudad 260 millones de euros. Es decir, 113 euros por persona. El gasto medio de un turista durante su estancia en Cataluña es de 900 euros, según cifras oficiales del Ministerio de Industria, porque su estancia es de siete días.
También hay viajeros que llegan en barco y no reparan en gastos. Es el caso de Beatriz Jean, de origen mexicano, pero afincada en Canadá con su marido. A las dos de la tarde ambos disfrutaban ayer de una cerveza en La Rambla. "Hemos estado 10 días por el Mediterráneo. Desembarcamos esta mañana, y pasaremos dos noches en Barcelona en un hotel", contaba. Celebran su 30º aniversario de casados. "Vamos a visitar la Sagrada Familia y todos los monumentos de Gaudí", abundó su esposo. Habían llegado en uno de los cruceros de mayor gama, el Princess Rubi. "Fantástico", valora. Muchos de los cruceristas que prefieren gastar poco, en general, se decantan por coger el autobús turístico. Cuesta 23 euros, que permiten subir y bajar del autobús por toda la ciudad y hacer recorridos de unas dos horas por los puntos clave. Los que incluso desechan este plan, deambulan por La Rambla, a dos pasos de las terminales, hasta el Mercado de La Boqueria, parada obligatoria.
Es el caso de Francesca Miotti. Esta italiana acababa de desembarcar en Barcelona, tras un viaje de más de una semana por el Mediterráneo. La capital catalana era su última parada. ¿Su mayor gasto del día? "Dos botellas de sangría para regalar y un paquete de fruta cortada para comer hoy", explicaba mostrando una bandejita de piña y sandía que se ofrece en el mercado por 2,50 euros.
"Parece contradictorio, pero cuando había menos cruceros, el volumen de trabajo era a veces mayor", valora un guía turístico de la ciudad. Cuando el barco era un lujo al alcance de muy pocos, los turistas que llegaban tenían siempre un elevado poder adquisitivo. Ahora, señala el guía, vienen cada vez más familias atraídas por las ofertas de las navieras, que llenan los enormes buques con tarifas para casi todos los bolsillos y espantan a veces a los más adinerados. "Muchos cruceristas no disponen casi de presupuesto en todo el viaje. Yo he realizado excursiones para barcos de más de 3.000 personas a las que solo se han apuntado 200 o 300. El resto prefieren ir solos, por ahorrarse la tarifa. O se quedan en el barco a disfrutar de la piscina y del bufé que tienen incluido", señala el guía. Las que más sufren son las empresas de servicios más exclusivos, como coches de lujo con chófer.
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