"Mi padre leyó diarios hasta el final"
El 13 de noviembre de 2010 falleció Luis García Berlanga a los 89 años. Para muchos, desapareció uno de los pocos genios del cine español. Para unos pocos, se fue un amigo, alguien cercano más allá de su obra. Para José Luis, murió su padre. El primogénito del director de Plácido, La escopeta nacional o El verdugo, de 56 años, ha pasado un mal año: también perdió a su hermano Jorge en junio. Accede a una entrevista, aunque en varios momentos asomen las lágrimas. "Mi padre falleció en la cama, durmiendo, tranquilo. Me dio la noticia la tata, que lleva décadas con nosotros. ¿Cómo está mi madre? Creo que más duro fue lo de Jorge, porque es un hijo, y además no es el primero que nos deja
"Dejó muy claro que si acababa conectado a una máquina no le desenchufara"
[su hermano Carlos murió hace nueve años]. El primer golpe fue fuerte, el segundo devastador. Pero mi madre es muy vital, confío mucho en ella".
José Luis García-Berlanga vive a pocas manzanas de la casa de sus padres, así que le veía muchos días, y recuerda centenares de anécdotas del mito Berlanga. "Las caídas y los problemas con las piernas le fueron debilitando. Aunque casi hasta el final de su vida leía sus tres periódicos diarios. Seguía las conversaciones a su manera, con gestos". Su muerte coincidió con las emisiones de un anuncio que protagonizaba Berlanga para Médicos sin Fronteras. "En realidad lo filmaron un año antes, pero por problemas burocráticos no se estrenó hasta esos días. En el rodaje, que fue en mi casa y no en la suya, en un momento se le atascó la silla de ruedas, y soltó muy alto: '¡¡¡Corto!!!'. Lo tenía todo controlado" [risas]. José Luis se dedica al audiovisual como su padre.
Tras años en el cine, saltó a la televisión, creó Villarriba y Villabajo, entre otras series, y ahora trabaja en Videomedia como productor ejecutivo de Hospital Central. Por eso agradece cómo se volcaron sus compañeros del cine en la capilla ardiente de su padre, en la Academia del Cine, pero aún más recuerda el cariño "de la gente de la calle". Llega un crujir de voz: "A mi padre, que no era muy de homenajes, le hubiera encantado ver a jóvenes y mayores amantes de su obra. Era muy vitalista, tanto que me dejó muy claro que si acababa conectado a una máquina no le desenchufara".
José Luis empieza a animarse, a hablar de la obra de su padre. "Me gustaría que los estudiantes de español leyeran a Cervantes y vieran las películas de Berlanga. El cine debería formar parte de la educación. Su obra puedes dividirla en filmes en blanco y negro y en color, y te darás cuenta de que corresponde al cambio que vivió España. A mí de El verdugo me interesa cómo la sociedad fuerza al individuo a matar ¡por un piso! A él la que más le gustaba era Plácido, y es para ver en pantalla grande, por las innumerables conversaciones cruzadas y los gestos de los actores en segundo plano. Mi padre y Rafael Azcona eran muy positivistas. En sus trabajos no existe la épica ni ningún momento edulcorado; en cambio, quisieron siempre a sus personajes, y así huyeron de los estereotipos".
José Luis recuerda que siempre hubo teles en su casa. "El cine que no podía ver mi padre lo recuperaba en la televisión. Y el ciclismo. Era fanático. Su corredor favorito era Perico Delgado". Y también rememora al Luis padre. "Por mucho que se hablara de su posible misoginia o de ese erotismo cara al público, en casa estaba mi madre, una de las mujeres más guapas de Madrid. Y se amaban. Como tuvo cuatro hijos, mi padre deseaba con locura una nieta. Nos enseñó la importancia de los valores. Era burgués progresista, liberal como su abuelo, y no como esos mal llamados liberales actuales. Por ejemplo, una vez amenazaron a mio hermano con echarle del colegio tras una travesura si no se chivaba de sus compañeros de fechoría, y mi padre fue a hablar con la directora. Porque él no toleraba la delación, y así lo dijo muy claro. Por encima de todo, defendía el respeto a la persona".
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