Capital cultural europea
En plena Semana Grande no me resisto a reflexionar sobre lo que debe significar la celebración de la capitalidad europea de la cultura. Lo cierto es que el reciente pasado de violencia nos ha marcado y que, aún hoy, las incertidumbres, situaciones relacionadas con las víctimas del terrorismo y las tensiones que vivimos se convierten en la razón de ser de un proyecto cultural que entiende la cultura de paz y la educación en valores como instrumentos clave para la construcción colectiva de la convivencia y la concordia cívica. El proyecto ganador quiere poner la cultura al servicio de la promoción de la convivencia y la transformación de las situaciones de exclusión en las ciudades europeas que padecen conflictos de índole social, identitaria, lingüística, religiosa o política.
El relato presentado por el equipo de Santi Eraso destaca el valor de la cultura en el logro de la convivencia en las ciudades, que ha de darse entre diferentes, entre grupos sociales enfrentados, en ambientes dominados por la intolerancia, el odio y las violaciones a los derechos humanos.
El objetivo es ambicioso y socializar sus contenidos es decisivo para frenar cualquier intento de alterar o desnaturalizar una propuesta cultural llena de aportaciones y energía ciudadana. No debería quitarnos el sueño el cambio político operado en el Ayuntamiento donostiarra porque la mayoría de los concejales velarán por la correcta aplicación de su filosofía y de los programas.
El evento impulsara la creatividad artística de personas y colectivos, ayudara a las producciones culturales con otros equipamientos de ciudades europeas, difundirá la mejor imagen de San Sebastián, su tradición cultural y la innovación que viene incorporando a sus festivales, dinamizará la industria cultural y generara movimiento económico con el surgimiento de iniciativas empresariales.
Quiero destacar el programa Los semilleros de paz y derechos humanos, que son espacios de relevancia y centros especializados en la producción de ideas e iniciativas. Estarán situados en La Casa de la Paz de Aiete (en el antiguo Palacio rehabilitado en el que pasaba los veranos el dictador Franco), en Strasbourg, Wiesbaden, Wroclaw, Gernika, Santuario de Arantzazu, Barcelona, Bayona, Tuzla (Bosnia) y en un asentamiento de refugiados en el desierto del Sahara. La pena es que no se hayan aprovechado las fiestas para reunir a las ciudades comprometidas con un proyecto que verá en septiembre su confirmación como ganador.
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