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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Siria, sin salida

Después de la brutal y persistente represión, la única solución es el abandono de Bachar el Asad

Bachar el asad mantiene la feroz represión de los manifestantes contrarios al régimen, pese a los reiterados llamamientos de la comunidad internacional. El último balance de muertos se acerca a los 2.000 desde el inicio de las protestas. Hace demasiado tiempo que la brutalidad desplegada por el Gobierno traspasó una línea de no retorno, haciendo imposible la continuidad del régimen sirio. Los responsables de una matanza como la perpetrada hasta el momento, y sin visos de cesar, carecen de cualquier legitimidad para dirigir el país, ya sea manteniendo a cara descubierta la actual tiranía, ya prometiendo una futura democratización. Por más que se prolongue la agonía, la única salida política pasa por el abandono de Bachar el Asad.

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Si el régimen sirio persiste en una represión que solo sirve para multiplicar el sufrimiento es porque sabe que, tras el estancamiento militar en Libia, las principales potencias no pueden abrir otro frente en Siria. Es un cálculo a corto plazo: lo mismo que caerá Gadafi acabará haciéndolo El Asad, y no tanto por las presiones internacionales como por la determinación de los ciudadanos sirios. La idea de que el Gobierno de Damasco dispone de un cierto margen de maniobra por la importancia de Siria en el equilibrio regional, donde Israel desempeña un destacado papel, ha perdido su vigencia: cualquier trato con El Asad compromete a sus interlocutores, obligados a distanciarse de la furia criminal del régimen, como ha sucedido con Turquía.

También algunos países del Golfo han condenado a Damasco, lo que les ha colocado en una situación contradictoria. Es el caso de Arabia Saudí, que rechaza en Siria la represión que contribuyó a desatar en Bahréin, donde envió tropas para sofocar las manifestaciones. Es la otra cara diplomática de las revueltas: la brutalidad de El Asad está permitiendo que otras dictaduras árabes pretendan reconciliarse con la comunidad internacional por la vía de distanciarse de Damasco. Pero la crítica de una dictadura no convierte al régimen que la hace en una democracia, como sucede con las petromonarquías del Golfo.

Es sin duda difícil la adopción de una política hacia Siria concertada entre las principales potencias, dada la disparidad de intereses políticos. Esa dificultad no exime, sin embargo, de la necesidad de reiterar cuantas veces sea preciso el inequívoco mensaje de que la causa de los manifestantes sirios es justa y que El Asad está combatiéndola mediante el crimen.

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