Un guardia civil asesina a tiros a su exnovio en un gimnasio
El sargento se disparó en la frente tras el crimen

El sargento de la Guardia Civil Ángel Luis J. T., de 45 años, asesinó ayer supuestamente a Marcos Hernández, el socorrista de 28 de un gimnasio del centro de Madrid con el que meses atrás había mantenido una relación. El agente le encañonó con su arma reglamentaria en el vestuario de hombres, mientras un chico se duchaba, y le descerrajó cinco disparos, uno de los cuales le alcanzó en la cabeza. A continuación, el sargento intentó suicidarse sin éxito con un disparo en la frente.
El guardia civil, ingresado en estado muy grave en el hospital Gregorio Marañón, es uno de los conductores de los autobuses que trasladan a los presos de la cárcel al juzgado, una unidad que tiene su base en Príncipe de Vergara, a un par de calles de donde se produjo el asesinato. Ángel Luis llamó el lunes por la noche al que había sido su novio para decirle que tenía pensado matarle, según ha relatado una amiga de ambos. Ya por la tarde, la gente los vio discutiendo en la puerta donde trabajaba la víctima, el Holiday Gym, un centro de fitness situado en la plaza de la República Dominicana. La pelea se trasladó a los vestuarios, la planta intermedia de las tres que tiene el gimnasio.
A esas horas, sobre las cinco de la tarde, unos 30 socios entrenaban en la sala de musculación. Iriel Gil escuchó cinco golpes, parecidos a los que provocan los topetazos de un martillo. "Después hubo como 40 segundos de silencio y se volvió a escuchar otro golpe. Los que estábamos ahí pensábamos que estaban haciendo obra". El tiroteo cogió en medio a un deportista que en ese momento salía de la ducha. Él fue quien avisó al resto de clientes de lo que acababa de ocurrir. En la escena del crimen, la policía ha encontrado un segundo arma, un revólver, que también portaba el guardia civil, según la policía. La otra hipótesis que se manejaba es que lo llevase encima Hernández tratando de defenderse de la locura de su exnovio.
El asesino y la víctima habían mantenido una relación sentimental que terminó hace medio año, tal y como explican sus allegados. Marcos Hernández, un hombre que cuidaba mucho su cuerpo, tenía ahora otra pareja, el camarero de una discoteca con el que hacía pesas a diario. Los amigos del fallecido explican que el sargento nunca encajó muy bien la ruptura y que su obsesión por Hernández creció tras enterarse de que estaba saliendo con otro. También hablaban de un problema de deudas que les mantenía enfrentados.
Todo era muy confuso en un primer momento tras el crimen. Los socios estuvieron horas en la puerta intentando recuperar sus pertenencias de las taquillas. Fernando, monitor del centro que estaba dando una clase de spinning, vio de repente cómo algunos socios corrían por las escaleras vistiéndose sobre la marcha y alertando de un tiroteo. Pasaron unos 40 segundos hasta el siguiente disparo. El tiempo que tardó el sargento en apuntar la pistola hacia su cabeza.

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