Cameron, vulnerable
El primer ministro británico ha sorteado en el Parlamento con daños menores el primer capítulo del ultraje nacional provocado por los métodos periodísticos del grupo Murdoch, su connivencia inquietante con la policía y su excesiva proximidad a la clase política. En dos semanas pletóricas de drama se ha echado el cierre el periódico sensacionalista de mayor tirada de Reino Unido, la probidad y los métodos de Scotland Yard han quedado por los suelos y Rupert Murdoch, magnate planetario de la comunicación, en una medida actuación, se ha avergonzado ante un comité parlamentario del News of the World, ha pedido perdón en todos los tonos y argumentado que su cargo es demasiado importante para estar al tanto de las carencias éticas de alguna de sus redacciones.
David Cameron debería haber sido más tajante en esta saga de periódicos sin escrúpulos, policías sobornados y políticos y periodistas demasiado revueltos para la salud del sistema democrático. No se disculpa de momento (hasta que no se pronuncie la justicia) por su calamitosa decisión de poner al frente de la comunicación gubernamental a un exdirector de News of the World, aparentemente al control de las sentinas del tabloide. Y no ha sido demasiado convincente sobre sus encuentros con directivos de News Corporation a propósito de la abortada compra de la cadena de televisión BSkyB. Pero el líder opositor Ed Miliband, en un debate de rampante partidismo, tampoco ha conseguido socavar seriamente la credibilidad del primer ministro. Entre otras razones porque Cameron es un aprendiz comparado con sus antecesores laboristas -Brown, Blair- en el cortejo de las élites mediáticas, especialmente del clan Murdoch.
El escándalo dista de haberse zanjado con Westminster de vacaciones. Cameron sigue siendo vulnerable. El daño a los tories puede tardar todavía en manifestarse, al compás de las investigaciones en marcha encargadas por el propio Gobierno.
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