Brasil mastica plomo
La 'canarinha' se estrella ante Villar y cae eliminada en los penaltis ante una rocosa Paraguay
Paraguay es un equipo desagradable para verlo jugar y aún más para encararlo como rival. Ayer, en La Plata, por segunda vez en esta Copa América, le paró los pies a Brasil. Empataron a dos en la fase de grupos y, de ser por los hombres del Tata Martino, anoche en los cuartos de final, hubieran empatado a cero por contrato. Masticó plomo Brasil, que no mereció llegar a la lotería de los penaltis porque generó lo suficiente para sentenciar un partido que terminó, prórroga incluida, sin goles. Martino estará contento, y debe sentirse incluso orgulloso: en la tanda de penaltis Elano, Thiago André Santos y Fred fallaron sus tiros; marcaron Estigarribia y Riveros y Paraguay se metió en semifinales sin tirar una vez a puerta en 120 minutos.
BRASIL 0 - PARAGUAY 0
Brasil: Julio César; Maicon, Lucio, Thiago Silva, André Santos; Ramires, Leiva, Ganso (Lucas, m. 99); Pato (Elano, m. 111), Robinho y Neymar (Fred, m. 80). No utilizados: Víctor, Jefferson, Alves, Adriano, David Luiz, Elías y Jadson.
Paraguay: Villar; Verón, Da Silva, Alcaraz, Torres (Marecos, m. 69); Vera (Barreto, m. 63), Riveros, Estigarribia, Cáceres; Valdez, y Lucas Barrios (Hernán Pérez, m. 82). No utilizados: Fernández, Piris, M. Cáceres, Zeballos, Martínez, Santana y V. Cáceres.
Penaltis: Elano, fuera (0-0). Barreto, fuera (0-0). Thiago Silva, para Villar (0-0). Estigarribia, gol (0-1). André Santos, fuera (0-1). Riveros, gol (0-2). Fred, fuera (0-2).
Árbitro: Sergio Pezzota (Argentina). Expulsó con roja directa a Leiva y Alcaraz (m. 103). Amonestó a Maicon, André Santos, Vera, Estigarribia, Marecos, y Barreto.
Unos 50.000 espectadores en el estadio Ciudad de La Plata.
El juego paraguayo es tremendamente primitivo, entregado a la causa de esperar a que el rival cometa los errores suficientes para perder el partido antes que jugar para ganarlo. El plan, en los mejores momentos, pasaba por descolgar a Barrios y mandar a Valdez, que corrió una maratón, a echarle un cable. En los peores, el delantero del Borussia de Dortmund se quedaba solo y el del Hércules se apresuraba a presionar a los dos pivotes de Brasil. Golpe a golpe, falta a falta, Paraguay llevó el partido a su terreno y vivo al descanso: no atacaron una sola vez a Julio César, pero Brasil tampoco se acercó mucho a sus dominios, más allá de un disparo cruzado de Neymar, culminando la única jugada en la que la canarinha dio cuatro pases seguidos en toda la primera parte.
Menezes reclamó a sus jugadores que abrieran el campo y tocaran, pero los paraguayos, que llegaban a todas con el pie por delante, cuando no con el codo, y el lamentable estado del pasto perjudicaban a Brasil, que mejoró en verticalidad respecto a partidos anteriores. A los paraguayos les daba igual porque juegan lo mismo en un tapete que en un terreno tan malo como el de La Plata, básicamente porque cuanto más alta vaya la pelota más fácil lo tienen para llevársela de cabeza.
A medida que crecía la confianza de los guaraníes aumentaba la ansiedad de los brasileños, exigidos más que nunca para meter la cabeza en cuartos. Una cosa es no ganar el título -cinco Mundiales dan mucho crédito- y otra hacer el ridículo contra un equipo menor. Tocaba correr y Brasil corrió lo suyo. Respondió a la exigencia de un encuentro muy físico con carácter y gotas de calidad, en especial de un hiperactivo Robinho y de Ganso, que apareció lo justo, perseguido por el incansable Víctor Cáceres. Bastó con eso para meter a Paraguay en su área pero no para ganarle el partido.
Justo Villar rescató a los rojiblancos en el segundo tiempo, primero respondiendo a un remate lejano de Ganso con una muy buena mano abajo, después tapando el arco a la desesperada ante Pato, que le fusiló sin premio, y finalmente ganándole la mano a Pato tras una buena asistencia de Robinho. Cuando acertó a superarle Fred, un defensa sacó el remate bajo los palos. Inclinado el campo, pasaban los minutos y Brasil sufría solo porque le resultaba imposible romper el muro: Paraguay ni intentaba buscarle la espalda. Se alargó el envite media hora, más de lo mismo, y el ímpetu paraguayo creció hasta degenerar: hubo tangana, que acabó con la expulsión de Alcaraz y Leiva, un jugador por bando. La lotería terminó por tocarle a Paraguay, que ya fue dos veces campeón de América.
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