Aguirre y Gallardón: el duelo que no cesa por el eje Prado-Recoletos
El alcalde quiere sacar los coches de la zona y la presidenta facilitarles el tránsitoLa reforma del eje Prado-Recoletos es el conflicto más prolongado - Las posturas son por ahora irreconciliables
Alberto Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre llevan casi una década a sopapos. Si hay un asunto que simboliza como pocos la diferencia entre ambos políticos del PP es el contencioso que mantienen desde 2006 a cuenta de la reforma del eje Prado-Recoletos. Es la lucha más duradera que han mantenido: la disputa interminable. Sus posturas son irreconciliables. Gallardón quiere sacar los coches del centro, reducir carriles y dar más espacio al peatón; Aguirre quiere un túnel que absorba todo el tráfico. Considera que los ciudadanos deben poder conducir por donde quieran.
Son dos formas opuestas de entender la movilidad en el centro de la capital, y no parece que ni uno ni otra vayan a recular. Las pasadas elecciones, no obstante, calmaron los ánimos. Aguirre y Gallardón coquetearon políticamente durante las semanas previas a la cita electoral. Se retrataron sonrientes en un parque durante la precampaña. Y en abril, cuando el Gobierno regional debía contestar al Ayuntamiento sobre su propuesta para reformar el paseo, optó por callar. No fue un olvido; fue premeditado. Los comicios estaban demasiado cerca para avivar los rescoldos de una guerra inacabada. Pasadas las elecciones, el hacha se desentierra.
La Comunidad de Madrid asegura que no permite a Gallardón llevar a cabo su plan. Aguirre afirma en público que el paseo del Prado "está bien como está". No es que la presidenta madrileña haya renunciado al túnel con el que quería perforar una de las zonas de más valor histórico de la capital: es que no hay dinero para hacerlo. Aguirre esgrime la bandera de la austeridad y trata de evitar cualquier gasto. Así se interpretó el supuesto desliz que cometió el pasado jueves cuando le dijo al alcalde con un micrófono abierto: "No tenemos ni un puto duro". Fue un mensaje de reproche. Pero Gallardón es obstinado. Hace seis años se propuso reformar la céntrica vía madrileña. Su solución para el eje Prado-Recoletos incluye la ampliación de aceras y pequeños cambios en los carriles de circulación, es decir, que resultaría relativamente barata.
En realidad la idea de reformar el histórico eje partió del anterior alcalde, José María Álvarez del Manzano (PP). Ya en el primer diseño del Plan General de Madrid en 1995 introdujo la remodelación del paseo del Prado. Cuatro años después, convocó un concurso de ideas para el eje donde se concentran los principales museos de España: el Prado, el Thyssen y el Reina Sofía. Se presentaron ocho proyectos que incluían desde un tranvía a un túnel o un paseo escultórico... Al final fue el proyecto elaborado por el arquitecto portugués Álvaro de Siza, con Juan Miguel Hernández León, el que logró el encargo, aunque su plan no incluía ningún túnel como prefería Álvarez del Manzano. El diseño del equipo encabezado por Siza, conocido como Trajineros, ha sufrido numerosas modificaciones: el proyecto final incluye las alegaciones de los vecinos (presentaron 1.400), el cambio para evitar talar los árboles frente al Thyssen, y un ensanchamiento de las aceras frente a esta misma pinacoteca.
La disputa entre Administraciones procede, en realidad, de su concepción radicalmente distinta de cómo debe ser la movilidad en esta zona. El Ayuntamiento no está dispuesto a hacer ningún túnel, ni bajo el paseo del Prado ni bajo Alfonso XII, que son las dos opciones barajadas hasta el momento. El alcalde quiere limitar el uso privado del coche en el centro y, más en concreto, en esta vía que alberga la mayor concentración de museos de talla internacional del mundo. Este va a ser el mandato de la peatonalización, de los carriles bici, de la penalización a través de los parquímetros a los que quieran aparcar en el centro... Un túnel, arguyen desde el Consistorio (y los ecologistas están de acuerdo), equivale a una invitación a entrar hasta el cogollo de la ciudad en vehículo privado. Un pasen, que hay sitio que no cuadra con la filosofía de ciudad en la que parece haberse volcado ahora Gallardón.
El Gobierno regional no tiene competencias sobre movilidad en la capital. En principio, no podría decir ni pío sobre la reforma que persigue el alcalde. Pero sí las tiene en materia medioambiental. El paseo del Prado fue declarado Bien de Interés Cultural en 1999, con miras a una posible declaración de la vía como patrimonio de la humanidad. El decreto lo firma Alberto Ruiz-Gallardón, que en esa época era el presidente regional. Su propósito, en aquel entonces, era poder tener la última palabra en cualquier remodelación que partiera del Consistorio. La jugada, como pudo comprobar años más tarde, se le volvió en contra. Aquel decreto obligaba a someter a declaración de impacto ambiental la obra en la zona. Y a él se aferró Aguirre en 2008 para paralizar el proyecto de Gallardón. Hasta hoy.
La Comunidad de Madrid insiste en imponer un túnel con el argumento de que al reducir el tráfico en el eje Prado-Recoletos, este se incrementaría en las calles aledañas como, por ejemplo, Alfonso XII, lo que a su vez acarrearía problemas de contaminación justo en el límite con el parque del Retiro. Llegó a realizar un estudio ad hoc que concluyó que el plan de Gallardón aumentaría el tráfico en Alfonso XII un 30%. Pero el alcalde, por orden de Aguirre, estudió la opción del túnel: sus estudios técnicos lo rechazaron. El proyecto que presentó en octubre del año pasado a Medio Ambiente analizaba seis actuaciones. La cero dejaba el paseo como está. De la uno a la cuatro, estudiaban la reforma solo en superficie. La cinco y la seis, el túnel con dos trazados. El estudio concluye que los túneles (con sus rampas de acceso y sus salidas de ventilación) supondrían una "mayor afección" a los árboles y las infraestructuras y servicios existentes.
Gallardón trató de esquivar las imposiciones de la presidenta regional. Troceó el plan y acometió los trabajos (con dinero del Plan E) en los tramos no protegidos. Pensaba que así ganaba tiempo para la aprobación del proyecto general. Pero Aguirre no parece dispuesta a ceder. Y el Prado-Recoletos podría quedarse como está indefinidamente: con 100.000 coches diarios, la contaminación que expulsan y un paseo con las baldosas agrietadas.
El penúltimo pulso: los Juegos
Caja Madrid, la calle de Serrano, el control de Metro, la privatización del Canal de Isabel II... Qué sería de los políticos si no tuvieran los medios de comunicación para arrearse en público. Sus rencillas, sus acusaciones, se quedarían en los despachos o en los reservados de los restaurantes, y no podrían bandear a la opinión pública hacia un lado u otro, generalmente el suyo. La presidenta regional y el alcalde de Madrid han librado muchas batallas en abierto, con testigos. Si la de Prado-Recoletos es la más larga, la de la candidatura a los Juegos Olímpicos puede ser la más cruenta. Esperanza Aguirre se ha metido tanto en su papel de austera, que atizará a Alberto Ruiz-Gallardón en todo lo que huela a derroche. Y organizar unos Juegos sale caro, o eso puede percibir la opinión pública. Madrid tiene más del 70% de las infraestructuras construidas.
Gallardón aún no ha dicho que vaya a por Madrid 2020. Pero eso no ha impedido al PP empezar a calentar el debate bajo los focos de las televisiones. "Dos veces son suficientes. No me metería otra vez en ese jardín", dijo Francisco Granados, secretario general del PP madrileño. "Esta candidatura cuesta mucho dinero", deslizó en una entrevista radiofónica. Cada vez que le preguntan, entra al trapo fijando la postura dictada por Aguirre: "Creo que hoy la situación económica hace aconsejable que no acometamos un gasto tan importante como supone la promoción nuevamente de la candidatura a los Juegos".
El número dos de Aguirre, Ignacio González, más moderado, afirmó que había que "evaluar muy bien" la candidatura, puesto que "exige un gran esfuerzo" en "un momento complicado".
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