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Reportaje:

El país más joven nace hipotecado

Sudán del Sur proclama su independencia lastrado por la miseria, el paro y el analfabetismo - Varias milicias armadas amenazan al nuevo Estado

Lubna Winston no puede aguantarse las lágrimas. "Es como un sueño y no me lo creo, pero es real y por eso estoy llorando", consigue decir. Momentos antes, la bandera de Sudán había sido arriada mientras se izaba la de la nueva República de Sudán del Sur, para marcar de forma oficial la independencia del país más joven del mundo.

Winston, policía de 25 años, nació durante la guerra que enfrentó al norte y al sur de Sudán desde 1983 a 2005. Entonces suena el himno del nuevo país y decenas de miles de personas aplauden, saltan y vitorean en el mausoleo de John Garang, el líder del sur hasta su muerte, pocos meses después de la firma de la paz.

Los actos continúan y está previsto que intervenga Omar al Bachir, el presidente del norte, enemigo del sur hasta el acuerdo de paz y sobre quien pende una orden de captura de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra en Darfur. Pero momentos antes de que Al Bachir empiece su discurso, un apagón deja el sistema de sonido en silencio e impide al presidente sudanés tomar la palabra. El suceso, muy habitual en Juba, donde no hay agua corriente y la red eléctrica es incompleta y falla a menudo, recuerda que a pesar de los fastos de la independencia, el camino de Sudán del Sur como nuevo Estado está lleno de obstáculos.

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Finalmente, Al Bachir puede hablar y dice que el norte de Sudán va a apoyar al sur y que le va a ayudar a ser estable. "No me creo una palabra, es un mentiroso", dice un miembro de la organización que prefiere no dar su nombre. "Ya verás, en unos meses volverá a haber guerra, en Darfur, en Kordofán del Sur, en el Nilo Azul o en Abyei, que es nuestro".

Y es que los problemas que atenazan al país más joven del mundo son numerosos. Norte y sur aún tienen que llegar a un acuerdo sobre la administración de los recursos petrolíferos y la tensión se mantiene alta en la nueva frontera, donde hay conflictos armados en la región de Abyei y en las montañas Nuba, en la provincia de Kordofán del Sur.

Por si fuera poco, "todas las clasificaciones de desarrollo económico y humano nos sitúan en los últimos puestos", ha reconocido el propio Salva Kiir en su primer discurso como presidente de la nueva república.

Las estadísticas de Naciones Unidas sobre Sudán del Sur parecen el guión de una película de terror. El 85% de la población es analfabeta. El 90% de la gente vive con menos de un dólar al día. Una de cada siete mujeres embarazadas morirá durante el parto y una niña de 15 años tiene más posibilidades de morir dando a luz que de acabar la escuela.

Pero las estadísticas siempre suponen una cierta distancia y frialdad entre los números y la realidad. Una visita al poblado de Gudele, a 20 minutos de Juba por un camino de tierra, pone de inmediato rostro a los problemas de Sudán del Sur.

Allí viven Margaret Daniel, de 30 años, y sus cinco hijos, que regresaron a Juba desde el norte el 3 de diciembre del año pasado. Desde noviembre, más de 300.000 ciudadanos del sur que residían en el norte han hecho el mismo viaje. "En Jartum, trabajaba como enfermera, pero los árabes no me dieron mis papeles y aquí no puedo encontrar trabajo", relata Daniel. Desde que llegaron, no han recibido la tierra que el Gobierno prometió darles y viven en una chabola que pertenece a un familiar.

"En el norte, teníamos nuestra casa con electricidad y agua corriente y los niños iban al colegio", recuerda Daniel, que desde que volvió al sur vive de la caridad de sus familiares, ya que no tiene un empleo ni dinero para enviar a sus hijos a la escuela.

Este regreso masivo ha puesto más presión en una economía ya de por sí disfuncional. "La gente no ha podido cultivar, la próxima cosecha va a ser muy mala y seis de los 10 Estados de Sudán del Sur tienen un riesgo alto de sufrir hambruna", resume Lise Grande, jefa de asuntos humanitarios de la ONU para Sudán del Sur.

Otro de los grandes retos del sur es el desarme, desmovilización y reintegración (DDR) de 150.000 miembros de las diferentes fuerzas armadas del nuevo país. "El problema es la ausencia de oportunidades económicas", señala William Deng Deng, presidente de la Comisión de DDR de Sudán del Sur. "Nosotros podemos quitarles el rifle y enseñarles a leer y algún oficio, pero si cuando salen no tienen trabajo, hasta podrían suponer un problema de seguridad porque las milicias rebeldes podrían reclutarles".

Se trata de siete grupos armados que han pasado de estar aliados con las fuerzas del sur a oponerse al régimen de Juba. Más de 2.300 personas han muerto en lo que va de año en enfrentamientos entre estas milicias y el Ejército, según cifras de la ONU.

Pero no todo es negativo, y hoy en Juba el ambiente es de optimismo y los ciudadanos del nuevo Estado se ven capaces de superar todas las dificultades. Las celebraciones continúan durante el domingo y la semana que viene. Como parte de estas, las selecciones de fútbol y baloncesto jugarán sus primeros partidos como representantes de un país independiente. "En el pasado había muchos problemas y lo cierto es que también ahora", dice Majok Mangar, de 20 años, una de las mejores promesas del equipo sursudanés de baloncesto. "Pero cuando el lunes me vista la camiseta de mi nuevo país y salga a la pista será un sueño hecho realidad y espero que la gente esté orgullosa de nosotros".

El presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir (izquierda) y el de Sudán, Omar al Bachir, ayer en Juba, durante la celebración de la independencia.
El presidente de Sudán del Sur, Salva Kiir (izquierda) y el de Sudán, Omar al Bachir, ayer en Juba, durante la celebración de la independencia.THOMAS MUKOYA (REUTERS)

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