_
_
_
_
_
El 'caso DSK'

El posible retorno de Strauss-Kahn sacude la vida política de Francia

El 'síndrome del conde de Montecristo' se apodera de los socialistas, pese a la dificultad de que vuelva a competir

Antonio Jiménez Barca

Después de pasar una noche, la del 15 de mayo, en una comisaría de Harlem, cuatro días en una celda de diez metros cuadrados en la peligrosa prisión de Ricker Island y casi un mes y medio recluido en un piso de lujo en Manhattan; convertido en un villano planetario, carbonizado política y personalmente; preparando su defensa y jugando melancólicas partidas de ajedrez en Internet con su iPad, Dominique Strauss-Kahn, de 62 años, salió ayer por la noche a cenar a un restaurante. Fue su primera salida en su nueva vida de libertad (condicional). Según un cliente que cenaba en una mesa contigua, DSK y su mujer, la ex periodista multimillonaria Anne Sinclair, a su lado durante todo este episodio alucinante, estuvieron, junto a otros dos amigos, sonrientes toda la noche, bromeando entre ellos, comiendo con ganas.

Más información
La denunciante pierde credibilidad
Libertad sin fianza para DSK entre dudas sobre la versión de la denunciante
Los socialistas dan la batalla de las primarias a Sarkozy
Una periodista francesa anuncia que denunciará a Strauss-Kahn por un intento de violación en 2003
La periodista que denuncia a DSK implica a un líder socialista francés
La fiscalía se resiste a retirar los cargos contra DSK
El fiscal pide que se retiren los cargos contra Strauss-Kahn

Así, sonriente, confiado, salió del juzgado de Nueva York el viernes, después de que el juez levantase la fianza y las draconianas -y costosas- medidas de seguridad (brazalete electrónico, guardias armados, vivienda con videovigilancia, prohibición de salir excepto a visitar al médico, al abogado o a la iglesia...) que ha soportado durante su reclusión. Era la primera vez, desde hace 45 días, que se le veía sonreír.

Y así también, con la sonrisa marcada en los labios, salió ayer en la primera página de los periódicos franceses, acostumbrados desde hace tiempo a ofrecer una imagen sombría y oscura del político. Un ejemplo: hace unas semanas, la revista semanal del diario Le Figaro, publicaba, sobre una foto en la que Strauss-Kahn aparecía avejentado, cabizbajo, cansado, con cara de culpable, un titular simple y contundente: "La honte" (La vergüenza). Ayer -sobre una foto de DSK sonriendo al lado de su mujer- Le Figaro era más indulgente: "DSK libre, la acusación se debilita".

Strauss-Kahn, hasta el 15 de mayo, día de su detención, era uno de los amos del universo y una suerte de Mesías para la izquierda francesa: por una parte, director general del Fondo Monetario Internacional, viviendo en Washington, parte decisiva en los rescates financieros de países en apuros económicos; por otra parte, esperanza para el Partido Socialista francés (PS), una formación abonada a la derrota en las tres últimas elecciones presidenciales, que confiaba en el regreso a París de DSK para vencer a Sarkozy en 2012. "¿Cuándo vendrá Strauss-Kahn?" era la pregunta recurrente en la prensa y en la clase política francesa desde 2008.

Pero, después del 15 de mayo, acusado formalmente de violación, convertido en un cadáver político, fue despojado de todo: dimitió del FMI en una carta redactada desde la cárcel, y, tras un mes de estupefacción, su partido y la vida política francesa comenzó a girar sin él cada vez más deprisa. Esta misma semana, Christine Lagarde, ex ministra de Economía francesa, le relevaba al frente del Fondo Monetario Internacional, y, por otro lado, arrancaban las primarias socialistas -y la carrera a las elecciones presidenciales de 2012- con la apertura de la presentación de candidaturas, sin que nadie se acordara mucho de la función mesiánica de Strauss-Kahn de otro tiempo. De hecho, los correligionarios de DSK, los políticos afines a su línea, ya se habían alineado con unos o con otros, dejando claro que la vida seguía y la política también.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Ahora todo ha vuelto a cambiar en esta noria desenfrenada. El fiscal estadounidense no cree del todo a la limpiadora del hotel y los expertos en derecho estadounidense que continuamente visitan los platós de las televisiones francesas repiten que DSK tiene las de ganar en el proceso. Las primarias socialistas, que iban a consistir -que de hecho estaban consistiendo- en un combate a tres bandas entre tres candidatos principales que se detestan cordialmente (François Hollande, Martine Aubry y Ségolène Royal), se han visto sacudidas de arriba abajo. El propio Hollande ha pedido que se retrase el plazo para presentar las candidaturas, que acaba en teoría el 13 de julio, a fin de dar tiempo a DSK, que comparecerá de nuevo ante el tribunal de Nueva York el 18 con posibilidades de quedar libre por completo. Royal manifestó ayer que está de acuerdo con esa idea. En Francia, todos vuelven a hacerse, paradójicamente, la misma pregunta: "¿Volverá DSK?".

Si lo hace, más que un Mesías, el político francés lo hará trasformado en una suerte de conde de Montecristo tras experimentar una resurrección impensable e impredecible, dispuesto a recuperar su honor perdido y su dignidad pisoteada y, tal vez, su puesto al lado de los amos del universo. Con todo, hay tres posibilidades.

La primera es que decida lanzarse a las primarias y a la carrera electoral de las presidenciales de 2012. Un amigo suyo, el diputado Julian Dray, asegura que tiene "ganas de comerse el mundo". Deberá luchar contra las revelaciones sobre su vida privada publicadas desenfrenadamente desde hace un mes y medio, contra su fama de mujeriego y acosador. Su irrupción, en teoría, debilitaría a Martine Aubry, con la que DSK acordó, hace meses, antes de que todo se revolucionara, no presentarse uno contra otro. Durante mucho tiempo Aubry, primera secretaria del PS, por detrás en los sondeos de DSK, pensó en echarse a un lado y dejarle toda la plaza a su aliado. La carbonización de Strauss-Kahn, la certeza de que su carrera política había terminado para siempre y de que estaba fuera de combate empujó, según muchos, a Aubry, a dar el paso el martes y presentarse a las primarias. Arrancó con el estigma de ser una especie de postulante "por sustitución". El retorno de DSK lo pondrá aún más de manifiesto.

La segunda posibilidad es que DSK regrese pero decida, agotado de la experiencia sufrida, empachado de lo publicado sobre él, apartarse de la vida pública, por lo menos durante un tiempo. Nadie sabe cómo le ha afectado este mes y medio. "Yo conocía al Dominique de antes del 15 de mayo; no sé en qué se habrá convertido después de todo esto", resumía el viernes el diputado socialista y amigo suyo François Pupponi.

La tercera es que se retire a medias, esto es, que decida no presentarse pero señale a un favorito, que, según los analistas, sería, precisamente, Martine Aubry, la persona a la que le unía el pacto de no agresión, que se vería relanzada gracias al apoyo.

Por ahora, como asegura el diputado Pierre Moscovici, próximo a DSK, toda especulación sobre su retorno "es surrealista". También, como demuestra la cantidad de artículos sobre el asunto en la prensa francesa, inevitable. Jean-Marie Le Guen, diputado socialista y amigo de DSK desde hace 30 años, uno de sus fieles, ha hablado con él por teléfono y asegura a Le Monde que lo ha encontrado "combativo, curioso por lo que le ocurre al país, a Francia". Añadió que el político de trayectoria más inimaginable de Francia y de porvenir más impredecible se explicará -y revelará su futuro de conde Montecristo- cuando esté libre de toda sospecha. "Y lo hará aquí, en su país, cuando el juez le haya devuelto el pasaporte".

Dominique Strauss-Kahn  entra en un coche para abandonar su apartamento en Nueva York, ayer.
Dominique Strauss-Kahn entra en un coche para abandonar su apartamento en Nueva York, ayer.JESSICA RINALDI (AFP)

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_