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Columna
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La república de las mujeres

Lluís Bassets

Pocas instituciones están mejor adaptadas al machismo secular como la presidencia de la República Francesa. Las mujeres en el Elíseo han sido siempre esposas. O amantes. Nunca personas a cargo del máximo poder ejecutivo, un cargo dotado de mayores poderes que cualquier otra presidencia en Europa. La dulce Francia, el país que dio al feminismo un enorme impulso literario e intelectual, es uno de las naciones europeas donde menos ha avanzado la paridad entre hombres y mujeres.

No ha habido jamás una mujer en la presidencia del Senado, la segunda magistratura del Estado, que sustituye al presidente de la República en caso de muerte. Tampoco en la presidencia de la Asamblea Nacional, la cámara baja legislativa. Ni siquiera en la cúspide del Consejo Constitucional o del Consejo de Estado se ha sentado jamás una francesa. Todo ello muy en consonancia con la escasa representación de las mujeres en sus instituciones parlamentarias, que sitúa a Francia entre los peores de Europa. Solo una mujer, Edith Cresson, ha sido primer ministro, un cargo que no equivale exactamente al del mismo nombre en otros países precisamente por el protagonismo asfixiante del presidente, y lo fue durante unos brevísimos y polémicos once meses entre 1991 a 1992.

La carrera electoral para la presidencia de Francia contará en 2012 con muchas candidatas

No han faltado mujeres que hayan bregado por la presidencia desde 1974, pero hasta 2007 lo han hecho en candidaturas testimoniales. La única que consiguió romper el techo de cristal y pasar a la segunda vuelta de la elección presidencial, en la que se enfrentan solo los dos candidatos mejor situados, fue Ségolène Royal, a la que veremos de nuevo luchando por la nominación socialista como candidata en 2012, después de tumbar en 2006 a dos machos-alfa de la política como el ex primer ministro Laurent Fabius y el ahora procesado y bajo arresto domiciliario Dominique Strauss-Kahn (DSK) y caer a continuación severamente derrotada ante Nicolas Sarkozy por más de seis puntos de diferencia.

Royal venció entonces en una elección en la que pudieron participar todos los militantes del partido socialista, pero ahora deberá someterse a unas primarias abiertas, a las que podrán concurrir todos los franceses que firmen la adhesión a una carta de principios de izquierda y aporten un euro con su voto. El modelo por el que han optado los socialistas franceses, a imitación del Partito Democrático italiano, tiene la pretensión de acercar el procedimiento a las primarias estadounidenses, de forma que se pueda agrupar en torno a una candidatura a todos los votantes de izquierda, más allá del PS.

Royal se enfrentará a un buen puñado de candidatos, muchos sin probabilidad alguna de vencer, pero al menos habrá dos que pueden quitarle la nominación. Quienes tienen mejores sondeos son su ex pareja François Hollande, secretario general del PS en el momento de la elección presidencial de 2007 y del que se separó después de la derrota, y Martine Aubry, la hija del ya legendario Jacques Delors, que le arrebató la secretaría general de los socialistas en 2008 por un puñado de votos. Esos tres candidatos socialistas a las primarias cuentan en estos momentos con encuestas que les sitúan en mejor posición que a Nicolas Sarkozy. Pero lo más destacado es que otra mujer, segura candidata a la elección presidencial, cuenta también con buenas expectativas de voto que la igualan con Sarkozy. Se trata de Marine Le Pen, la hija del ultraderechista Jean-Marie Le Pen y actual presidenta del Frente Nacional, que bien podría superar a Sarkozy en la primera vuelta y enfrentarse a otra mujer, Aubry o Royal en la definitiva.

Aunque la final no sea enteramente femenina, habrá muchas mujeres en liza en todo el proceso que conducirá a la elección presidencial, empezando por las primarias socialistas programadas para el 9 de octubre de 2011 en primera vuelta y el 16 en segunda. Todo este despliegue de diversidad de género no se hubiera producido sin la caída a los infiernos del arcángel de la economía mundial que fue DSK como director gerente del Fondo Monetario Internacional. Era un candidato tan sólido y tan seguro, con capacidad para agrupar a la izquierda, recoger votos del centro e incluso de la derecha, el rassemblement tan apreciado por los franceses, que hubiera convertido en ociosas las primarias socialistas.

La detención y proceso a DSK tiene que ver con las zonas más oscuras y profundas del machismo político francés y del mismo Fondo Monetario Internacional, organización en la que 23 hombres han examinado a la primera mujer que se presentaba como candidata a ocupar su máximo puesto ejecutivo. Por eso ese día en que Martine Aubry anuncia su candidatura y la ministra de Economía, Christine Lagarde, obtiene el puesto que había ocupado DSK constituye todo un hito para Francia, para el FMI y para la república de las mujeres.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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