_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La redención según Camps

En los meses previos a las elecciones de mayo ha sido un lugar común entre los analistas de todos los espectros señalar que Francisco Camps buscaba su absolución en las urnas. Ahora, un mes después, revalidada su mayoría y formado el nuevo Gobierno, habría que matizar la afirmación. La maquinaria judicial avanza y todo parece indicar que acabará sentado en el banquillo y que será un jurado popular quien, en su caso, le absuelva. Y aunque no ha retrocedido en escaños, Camps sí ha perdido votos: 68.855 ciudadanos que le votaron en 2007 dejaron de hacerlo en 2011. Se dirá que ese descenso, un 3,64%, es poco significativo y que la factura electoral le ha sido barata. Y puede que sea así, pero con todo, ahí está y tiene su peso. Algo que es más evidente si se tiene en cuenta el hundimiento de los socialistas y el planteamiento que el PP hizo de la campaña de las autonómicas y municipales como si de unas pregenerales se tratase. Solo un par de datos más: mientras Camps se dejaba esos 3,64 puntos en las autonómicas, su partido se mantenía prácticamente igual en el conjunto de municipios de la Comunidad Valenciana (+0,26) y experimentaba un crecimiento de 1,52 puntos en los resultados municipales en el total de España. Además, Camps contó con el apoyo de Unió Valenciana, que en los anteriores comicios había arañado casi un punto. Haciendo la cuenta de la vieja se puede decir que entre lo perdido y lo no ganado, Camps se ha dejado en estas elecciones seis puntos.

Es evidente que esto lo sabe Camps y que lo ha interiorizado profundamente, pues profunda ha sido la remodelación de su Gobierno. A la luz de esa remodelación podemos ver la lectura que ha hecho Camps de esa pérdida y que ha ido en tres direcciones. Una, se ha dicho "el infierno son los demás, son las malas compañías las que me han conducido a este calvario de los trajes, por lo tanto, ningún imputado en el Consell, salvo yo, que me he visto metido en ese lío por fiarme de ellos".

Dos, Camps es consciente de que ha dilapidado una legislatura y ahora busca la redención en el trabajo bien hecho. Para ello se ha rodeado de un Gobierno de tecnócratas en el que destaca el tándem económico: José Manuel Vela, catedrático de economía financiera, para aplicar la tijera cuando llegue Rajoy a la Moncloa; y Enrique Verdeguer, especialista en comercio exterior, para promocionar la internacionalización de la economía valenciana.

Y tres, como buen príncipe renacentista, que le teman los suyos pero con arte: "La ofensa que se hace a un hombre debe ser llevada a cabo de tal modo que la venganza no pueda ser temida" (Maquiavelo). Después de liquidar a Ripoll, ascenso del ejecutor de la operación a conseller de Educación, donde de paso podrá bregarse con los sindicatos. A renglón seguido ninguna consejería para el fabrismo, marcaje directo a Rus, salida de Blasco del Consell y nombramiento de una delfín ajena a todas las familias. La redención según Camps.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_