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Reportaje:

Una charla con las máquinas

El Dhub ofrece una interactiva mirada sobre la relación humanos-artilugios

En una gran pantalla, miles de personajillos diminutos se juntan para configurar la silueta del espectador, visualizando en ella los datos del desempleo alrededor del mundo, proporcionados en tiempo real por fuentes on line. Es The Unemployed, la instalación de Jody Zellen que abre el recorrido de la exhibición Los sentidos de las máquinas (Laboratorio de Interacción), la nueva producción del Disseny Hub Barcelona. Como la ya exitosa Imprimiendo Objetos (Laboratorio de fabricación), que ha iniciado desde el Centro Pompidou de París una larga itinerancia europea, también esta apuesta por un nuevo formato de exposición en proceso, que a lo largo de nueve meses desplegará un conjunto de actividades participativas en las propias salas de exposición, con la diferencia de que no se trata de talleres, donde es necesario inscribirse, sino que todo visitante puede interrumpir su recorrido, para poner en práctica en el laboratorio lo que acaba de ver.

Despertadores que piden caricias y seres que viven por el tacto del público, entre las piezas

"Todas las piezas están en constante proceso de cambio, los prototipos se arreglan y modifican bajo la mirada del visitante. Es un formato expositivo evolutivo y generativo", aseguran los comisarios Nuria Díaz y Carlos Gómez.

Ninguna pieza es solo contemplativa, todas requieren la participación del visitante: desde la interacción involuntaria de My little piece of privacy de Niklas Roy -una cortina que sigue los movimientos del visitante para impedirle ver lo que oculta- a unos dispositivos intuitivos y espontáneos, basados en sensores que leen los comportamientos, pasando por sistemas emergentes, formados por máquinas cada vez más autónomas, capaces de comunicar entre sí y generar dinámicas casi sociales.

Entre otras instalaciones, hay una pantalla con centenares de luces que se iluminan si alguien utiliza el móvil cerca (Cell Phone Disco); los despertadores sensibles de Elim Cheng que se apagan solo si los acaricias; una joya que mide el nivel de insulina en el cuerpo (Hanky Pancreas) y proporciona los datos al usuario; el traje de Alexander Reeder, que percibe los cambios corporales y los transmite a través del iPhone; una red de memorias personales y colectivas, relacionadas con diferentes lugares de la ciudad, a la que se puede acceder leyendo con el móvil unos códigos diseminados por Barcelona (Invisible Maps).

Los proyectos de los artistas orientales siempre tienen un plus de poesía, como el ecosistema fantástico de Augmented Shadow, que permite crear sombras artificiales con objetos tangibles o la caja llena de arena de Oasis, que se convierte en un estanque lleno de organismos que nacen, viven y mueren según el tacto que reciben del público.

El espacio reservado a los medialab universitarios se inaugura con el grupo de sistemas cognitivos e interactivos de la Universidad Pompeu Fabra, dirigido por Narcís Pares, que presenta, entre otros proyectos, una terapia musical para niños autistas, que está cosechando excelentes resultados, y un aparato de realidad virtual para la recuperación motora.

"Nuestras máquinas tienen cada vez más sentidos y multiplican nuestras oportunidades de interacción. Desde el Dhub queremos proponer una exploración de los nuevos territorios donde se desarrolla el diseño de la relación entre los humanos y las máquinas del futuro", indica Ramón Prats, comisario del Dhub, que para esta exhibición ha producido siete obras. Las piezas se integrarán en la colección del centro, como el 80% de las que se mostraron en la anterior exposición, a la espera de que todas ellas se puedan exhibir en la nueva sede de la plaza de las Glòries, que sigue en obras.

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