Una entrada y un jamón

A ver cuándo se enteran los taurinos de que este espectáculo lo mantiene, única y exclusivamente, el público, que una tarde de jueves, como la de ayer, abandona el sofá de la siesta o sale a toda prisa del trabajo para comprar una entrada, sentarse en la dura piedra y rezar lo que sepa para que el aburrimiento no le ofrezca un nuevo motivo para no volver mañana. Aquí tenían que haber estado ayer las figuras del G-10, los ganaderos de la Unión, los de la Asociación y demás organizaciones; los apoderados de postín, los empresarios grandes y taurinos sin graduación para admirar cómo los tendidos de Las Ventas se habían ocupado casi en sus tres cuartas partes para ver un festejo que, sobre el papel, no reunía aliciente alguno. Gente paciente y respetable que a las nueve y cuarto de la noche recogió velas, y con el trasero dolorido y tan en silencio como llegó marchó a casa con el semblante marchito del aburrimiento, pero con la esperanza siempre nacida de que la próxima será ella.
BAÑUELOS / PUERTO, EL CAPEA, JAIRO
Toros de Antonio Bañuelos, -el segundo, devuelto-, bien presentados, mansos, descastados y muy deslucidos; el sobrero, corrido en cuarto lugar, de Hijos de Adelaida Rodríguez, astifino y peligroso.
Víctor Puerto: media baja (silencio); media atravesada, pinchazo hondo y tres descabellos (silencio).
El Capea: dos pinchazos y estocada (silencio); media atravesada y un descabello (silencio).
Jairo Miguel, que confirmó la alternativa: un pinchazo, estocada y dos descabellos (silencio); dos pinchazos -aviso- y un descabello (ovación).
Plaza de Las Ventas. 9 de junio. Tercera corrida de feria. Más de media entrada.
Y eso que en la taquilla no regalaban un jamón con la entrada, que hubiera sido lo suyo en tarde tan previsible; porque abrazado a una delicia ibérica las dos horas y cuarto se hacen más llevaderas... Pues no hubo jamón; solo la ilusión de que saliera un toro y un torero. A ver, por fin, cuando se enteran los taurinos que a este público bendito, desprendido y paciente hay que mimarlo y no maltratarlo. Que lo que merece es un jamón cuando se anuncia un cartel como el de ayer y la afición responde como respondió.
Y que nadie se llame a engaño: los tres señores que hicieron el paseíllo merecen todo el respeto por vestirse de luces y presentarse de tal guisa en Madrid. Pero la admiración debida no debe obnubilar la razón: ni Puerto, ni El Capea ni Jairo Miguel despiertan, hoy por hoy, la pasión colectiva. El primero vuelve a intentarlo tras una etapa de retiro y no le resulta nada fácil reverdecer laureles de antaño; El Capea lo intenta con toda su alma, pero nunca le acompañó la clase, y el más joven de la terna se ha formado en México y aquí es un desconocido. ¿Y los toros? Los toros del frío, como los llaman, porque pastan en la provincia de Burgos, tuvieron un momento dulce, y el de ahora es demasiado amargo. Y la plaza, sin embargo, cubierta en casi los tres cuartos, sin jamón al que abrazar y con el alma intacta. A ver cuándo se enteran estos taurinos dónde está la clave del futuro...
No hace falta tener un doctorado para colegir que la corrida fue un pestiñazo, una ruina auténtica, a causa, fundamentalmente, de la nulidad más absoluta de los toros de Bañuelos, cuajados de defectos, inadaptados para embestir, insustanciales, una mezcla de búfalo y buey, sin casta, sin codicia, sin brío... Solo el sexto dijo ser noble, pero el pobrecito, tullido todo él, no podía con su alma. Aún así, permitió que el inédito Jairo -18 años y ya lleva tres de alternativa- se luciera en un par de largos derechazos y algún esbozo de natural. Pero no hubo más, porque su oponente no lo permitió. Nuevo llegó el chaval y nuevo se fue porque tampoco su primero le permitió ni un pase. Al segundo intento le ponía los pitones en la pechera, y así no hay modo.
Víctor Puerto y El Capea tuvieron aún peor suerte, que ya es el colmo. Entre los cuatro toros no se recuerda ni una sola embestida que la pena mereciera. Todos desarrollaron asperezas, cortos de recorrido, con la cara por las nubes, a la defensiva siempre... Y el muy astifino sobrero -tenía un pitón izquierdo interminable como aguja-, además, buscaba los tobillos de Puerto y le faltó esto para encontrarlos.
Total, que no hubo nada, y la piedra fue más dura que nunca, como ocurre en las tardes plúmbeas, y no hubo jamón, que hubiera sido un detalle por parte de estos taurinos que no se enteran de que hay que respetar al respetable.

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