Éxodo libio
La Unión Europea y Naciones Unidas deben responsabilizarse de la suerte de los refugiados
El naufragio de una embarcación con 800 refugiados subsaharianos que huían de la guerra en Libia deja el estremecedor balance de, al menos, dos centenares de desaparecidos. Los hechos ocurrieron frente a las costas de Túnez en la madrugada del martes al miércoles, cuando el buque en el que huían los refugiados, a la deriva por una avería, volcó a consecuencia de un ataque de pánico colectivo cuando iba a iniciarse el rescate. Los guardacostas tunecinos consiguieron rescatar a medio millar de refugiados, pero el resto desapareció bajo las aguas.
El drama que vive Libia no solo se desarrolla en el interior de sus fronteras, donde prosigue una guerra civil cada vez más enquistada y en la que la Alianza Atlántica no logra reducir la capacidad militar del ejército de Gadafi. Las dimensiones del éxodo de civiles huyendo de los combates constituye la cara exterior de la misma moneda, en la que están llevando la peor parte los trabajadores subsaharianos que se encontraban en Libia antes de que estallase el conflicto. El hecho de que fueran inmigrantes en un país hoy asolado por la violencia no les priva de la condición de refugiados cuando tratan de ponerse a salvo; tampoco el hecho de que el régimen de Gadafi los esté usando para hostigar a los países del sur de Europa involucrados en la misión de la Alianza Atlántica.
La comunidad internacional -y, en concreto, la Unión Europea y Naciones Unidas- no puede desentenderse de la suerte de estos refugiados ni transferir la entera responsabilidad de la ayuda al Gobierno de Túnez, desentendiéndose de su condición de parte en el conflicto. Aunque se tratase de una afirmación meramente retórica, el acuerdo para acelerar la caída de Gadafi que Obama obtuvo de Rusia durante su reciente visita a Europa es solo una parte de la estrategia necesaria para poner fin a la guerra; la otra parte exige cooperar en la atención a los refugiados, cuyas necesidades no pueden esperar al impredecible desenlace.
La guerra civil en Libia supuso un punto de inflexión en el desarrollo de las revueltas democráticas de la región, hoy con otros dos dramáticos focos de tensión en Siria y Yemen. La Alianza Atlántica sigue incrementando su implicación en el conflicto, empleando por primera vez helicópteros de combate. La atención a los refugiados, en cambio, continúa a la espera.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Opinión
- Accidentes fluviales
- Revueltas sociales
- Inmigrantes
- Libia
- Magreb
- ONU
- Inmigración
- Unión Europea
- Malestar social
- Accidentes marítimos
- Organizaciones internacionales
- Conflictos políticos
- Accidentes
- África
- Política migratoria
- Partidos políticos
- Relaciones exteriores
- Problemas sociales
- Migración
- Demografía
- Política
- Sucesos
- Sociedad